Atribuyen al Papa la curación de una enferma de cáncer
Juan Pablo Il ha hecho su primer milagro. Ha curado de cáncer, abrazándola, a Kay Kelly, una mujer nacida en Liverpool de una familia católica de origen irlandés. Tiene 35 años, es madre de tres niños, y los médicos, que le habían dado sólo unos meses de vida después de haberla operado, la habían mandado a su casa sin esperanza, han diagnosticado ahora que han desaparecido las metastasis que le invadían ya todo el cuerpo y que, por tanto, han suspendido el tratamiento de quimioterapia.La noticia fue dada ayer por la revista italiana Gente, que publicaba en primera página, dedicándole toda la portada, la fotografía del abrazo de la señora Kelly con el papa Wojtyla.
El doctor Derek Edwards y los demás médicos que habían seguido el caso de Kay Kelly, de origen muy humilde y muy devota de la Virgen, y que le habían diagnosticado «cáncer difundido en los ganglios linfáticos, con un proceso rápido de desarrollo, con presencia de células cancerosas en todo el cuerpo», le habían asegurado que no estaría viva la última Pascua de Resurrección. Por eso la enferma pidió que, como último regalo, le permitieran ver al Papa. Fue recibida en audiencia pública el 14 de marzo último. Le habían dado un puesto en primera fila y el Papa había sido informado del caso. Cuando se acercó a ella, le pidió si podía abrazarlo. Antes que terminara de pronunciar su petición, Juan Pablo II la abrazó con gran cariño, mientras ella le besaba como a un padre, en el rostro: «Fue para mí», cuenta Kelly, «un momento de éxtasis indescriptible. Sentí un calor en todo el cuerpo, como provocado por una chispa interior, un calor que me duró mucho tiempo. Ahora, pensé, puedo morir en paz.»
Sin embargo, apenas volvió a Liverpool empezó a mejorar hasta el punto de eliminar todos los fuertes calmantes, porque ya no sentía dolores. El doctor Derek Edwards declaró: «Las radiografías y los análisis realizados a principios de julio revelan una regresión completa del cáncer y la desaparición de las metastasis cancerosas.»
Lógicamente, la madre de familia, de origen irlandés, está feliz, como su marido y sus tres hijos, que sabían que su madre debía morir. Y, naturalmente, nadie le quita de la cabeza que el milagro lo ha hecho aquel abrazo «sagrado». El párroco de Kay afirma que Kay Kelly es «devota, pero no beata; creyente, pero no fanática. Es una mujer con coraje que ha nacido en la dura Liverpool, la ciudad de los Beatles y de muchos actores y cantantes ingleses. Es una ciudad pobre, dura y difícil, donde la gente, para matar sus penas, se refugia en el humorismo, en el arte y en la música.»
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