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El fin de la guerra pone al descubierto la crítica situación nicagüense

Lo más destacado de las primeras leyes dictadas por el Gobierno de reconstrucción nacional de Nicaragua es la severidad con que se trata a las personas, patrimonios o símbolos relacionados con la abatida dictadura y la creación de tribunales especiales de orden público.La expropiación de bienes alcanza a toda la familia Somoza y a los militares y funcionarios que han abandonado el país a partir del 31 de diciembre de 1977. Se calcula que estas medidas afectan a unas 3.000 personas, la mayoría de las cuales salieron de Nicaragua en los días previos y siguientes a. la caída de Anastasio Somoza y Francisco Urcuyo. Son muy pocos los funcionarios de responsabilidad y altos jeres militares que se han quedado aquí.

La Junta ataca muy directamente la simbología somocista: todas las estatuas, cuadros, efigies, impresos, rótulos que recuerden al vencido dictador están prohibidos. De hecho, el pueblo ha puesto ya en vigor esta ley, haciendo saltar por los aires varios monumentos erigidos por la fenecida dinastía.

Los tribunales especiales de orden público, que han recibido algunas críticas en sectores, moderados de la actual situación, se harn creado «para salvaguardar la obra revolucionaria », y prevén penas máximas de diez años para delitos como posesión ¡lícita de armas y explosivos y ataques denigratorios a la Junta de Reconstrucción Nacional o al Ejército Popular Sandinista. El procedimiento es espartano: el tribunal tiene dos días para Justificar la causa, tres para la audiencia y dos para dictar sentencia, que es inapelable. Tres personas nombradas por la Corte Suprema integrarán cada uno de estos tribunales.

La Junta de Reconstrucción Nacional, que ha conseguido en pocas horas articular un elemental sistema administrativo, no ha logrado todavía convencer a sus conciudadanos de que es preciso ponerse a trabajar. La radio hace constantes llamamientos para que el lunes se reanude la actividad con la mayor normalidad posible. Después de dos meses de parálisis productiva, recuperar el ritmo de la actividad diaria va a ser una labor muy difícil, sobre todo si se tiene en cuenta que la guerra destruyó decenas de miles de puestos de trabajo.

Hacer volver a los niños a la escuela será otra labor ciclópea. La pasada ha sido una guerra de muchachos que en poco tiempo cambiaron por completo sus esquemas vitales. Quizá resulte frívolo el planteamiento, pero imagínense ustedes los apuros que pasará un educador para hacer aprender la lista de los reyes godos a un chico de trece años que hace unos días decidía, metralleta en mano, sobre la vida y hacienda de sus mayores.

Las calles de Managua siguen siendo una fiesta permanente. Vehículos abarrotados de gentes jubilosas recorren de una punta a otra la ciudad, en busca de alimentos y combustible o, simplemente, a visitar parientes o amigos. Estas personas se funden fraternalmente con los armados, que son legión.

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Uniformados o no, la exhibición de armas es apabullante; una pistola y una gorra verde olivo confieren autoridad aún no discutida en cualquier «chavalo».

El aeropuerto de Las Mercedes, que ya se llama Augusto César Sandino, registra una gran actividad. Han llegado los primeros aviones con alimentos y medicinas enviados por los países dispuestos a ayudar a este pueblo.

Las noticias sobre el frente sur, el único en el que se combatía aún ayer, hablan de la existencia de pequeñas bolsas de guardias nacionales rodeadas por sandinistas. El Estado Mayor del FSLN ha decidido mantener la situación así, para forzar la rendición de estos militares cuando alimentos y municiones se les terminen.

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