En la ida de Blas de Otero
A SabinaBlas agónico, Blas, siempre en ti permanente, en ti siempre pendiente, donde estabas o estás, como de un lento hilo, tu vida, anhelo en vilo, que ya era día y noche una herida pura, oscura, creciente, cuando por vez primera te vi en París, ya un ángel fiera-
/ramente humano, pero a punto de abrasar o morir, de morir y vivir, a la par, junto. Poeta sacudido, erguido, derribado, levantado, caído, desesperado, Blas de Otero clavado sin paz, en tierra, abierto, tierra por la que has dado tanta palabra y luz, por la que has muerto. Pocas veces te vi, niño vasco perdido, Blas, pero fui a tu casa cuando ya te habías ido, y desde tu balcón contigo, aunque sin ti, vi tu última visión: la tierra rasa, pálida, amarilla, el trigo ya segado, de Madrid, de Castilla. Blas, se trata aquí de España, de algo que siempre has esperado, sufrido, deseado, perdiendo hasta la voz, desde tu viva entraña: ¡que en todo tiempo blanda y /cante más la hoz que la fría, mortal, negra gua/daña!
3 de julio 1979
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