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Reservas de la DC italiana ante la designación de Craxi

Juan Arias

El 53,1% de los italianos ha acogido con satisfacción la decisión del presidente de la República italiana, Sandro Pertini, de confiar a Bettino Craxi, secretario general del Partido Socialista (PSr), la tarea de formar Gobierno, según revela un sondeo del Doxa, realizado en todo el país. Según Doxa, los italianos están satisfechos, sobre todo porque se trata de un «no democristiano».

El 24,4% de los encuestados afirma que prefieren un Gobierno de centro-izquierda; el 23,1%, un Gobierno de la izquierda unida con los radicales, y sólo un 6,2%, un Gobierno de centro-derecha.

Lo que sí es cierto es que la noticia del encargo a Craxi ha vuelto a situar el problema político en el primer plano del interés del país. Ayer, por primera vez desde hace mucho tiempo, se hablaba hasta en los bares de que podría ser esta la ocasión propicia «para que Italia saliese finalmente de su inmovilismo político». Se decía también que este gesto podría obligar a los comunistas a abandonar la decisión de volver a la oposición y de colaborar a la creación de un Gobierno renovador y estable.

Por lo que se refiere a las fuerzas políticas, las primeras reacciones han sido de sorpresa y perplejidad. Los comunistas sienten todo el peso de la responsabilidad que les ha caído encima. Los democristianos están divididos. Ayer, con un editorial de Il Popolo, órgano oficial del partido, pusieron en guardia a Craxi ante la tentación de intentar formar un Gobierno de alternativa de izquierdas, recordándole el caso del Chile de Allende. La DC declaró también que si el secretario socialista intentara incluir en su Gabinete a independientes de izquierdas (cercanos al Partido Comunista), los democristianos irían a la oposición.

Una oportunidad para el cambio

Por vez primera, toda la izquierda ha alabado el gesto de Pertini y toda la prensa «laica» presentó ayer esta decisión del presidente de la República como un serio intento de «cambiar la política del país», colocando, por fin, a la Democracia Cristiana en una situación de paridad con los demás partidos, y no como el centro de la política y, del Estado.Sin embargo, muchos observadores políticos piensan que la tarea de Craxi no será fácil y que esta vez, más que nunca, la Democracia Cristiana pondrá en juego todos sus recursos de su ancestral «astucia» para hacer fracasar una iniciativa que si consigue realizarse en su contra podría significar el principio del fin de un poder que hasta ayer ha sido siempre considerado intocable e insustituible.

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