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Un nuevo fenómeno delictivo: los asaltos a colegios

Hace unos años, de cuando en cuando, alguien robaba en algún colegio Solía ser un golpe aislado de alguna banda juvenil. Ultimamente, en especial durante el curso pasado, los colegios son asaltados con una frecuencia alarmante, bien para robar, bien -simplemente- para destruir. El nuevo fenómeno preocupa mucho en la Delegación Provincial de Educación de Madrid, provincia donde los daños causados durante el pasado curso exigirán una reparación que se evalúa en unos 150 millones de pesetas. El delegado provincial Ricardo Jerez, considera el problema «grave y complejo», con posibles raíces «en fallos del sistema educativo». Escribe Jesús de las Heras.

Poco antes de acabar el curso escolar, alguien entró furtivamente en el colegio de EGB Ciudad de Guadalajara, en la Alameda de Osuna, de Madrid, y abrió los grifos del agua. Los daños causados parece que van a exigir una reparación que se evalúa en unos cinco millones de pesetas. Este no ha sido el único caso. Aproximadamente unos 150 o doscientos colegios e institutos de Madrid, capital y provincia, han sido objeto de robos o destrozos durante el curso que ahora ha concluido. Las reparaciones y reposiciones se estima que alcanzarán un montante de unos 150 millones de pesetas. ¿Qué significa todo esto?El delegado provincial de Educación de Madrid, Ricardo Jerez y Amador de los Ríos, entiende que «los asaltos a colegios constituyen un problema nuevo de gran importancia, digno de un estudio especial». El señor Jerez pensaba trasladar esta cuestión a conocimiento del resto de los delegados provinciales de Educación, que precisamente se han reunido en Madrid durante los últimos días. «Tal vez la clave de este mal esté en el propio sistema educativo. Hay que ahondar en las raíces de este fenómeno», medita en voz alta. Pero los delegados provinciales no han tocado este punto «por falta de tiempo, ya que han ido muy ajustados al programa», según un portavoz oficial del Ministerio.

Los directores de los centros educativos cursan la denuncia en la comisaría más. próxima y el parte correspondiente a la Delegación Provincial de Educación. Hay varios colegios que han repetido varias veces estos trámites: porque varias veces han sufrido el ataque. «Robos de material escolar, destrozos de cualquier tipo, se repiten tanto en colegios de EGB como en institutos y principalmente en los del Estado», explica el señor Jerez. «No tenemos todavía ultimado un cuadro estadístico completo, pero está perfectamente detectado que estos asaltos proliferan especialmente en la periferia de la capital y en los pueblos del cinturón industrial, aunque también se producen en otros puntos.» El delegado provincial añade: «La mayoría son centros del Estado, que sólo están guardados por un conserje. Los privados, generalmente, como, por ejemplo, los religiosos, suelen estar habitados por mas personas y esto debe ser un fuerte freno para los asaltantes.»

Robar o destruir

Los asaltos a los centros educativos son de dos características: «O para robar o para destruir», dice el delegado provincial. «Y en casi todos los casos parece, por las características y por las detenciones efectuadas en algún caso, que los autores son muchachos jóvenes, incluso niños, colegiales del propio centro a adolescentes que están en ese período de los catorce a los dieciséis años, que andan sin trabajo y sin escolarizar.

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En el colegio Sainz de Vicuña, de Moratalaz, recientemente han robado un equipo de sonido. Ya es la segunda vez. Lo habían costeado los padres de los alumnos. Supone una pérdida de 250.000.

En el barrio de San Blas, los cristales del centro educativo son sistemáticamente rotos. Parece que resulta un entretenimiento de fin de semana para alguna pandilla.

Así se pueden poner docenas de ejemplos. Sin embargo, se advierten curiosidades. Por ejemplo, en el barrio de Manoteras, según relata el delegado provincial, el colegio ha sido víctima de estos asaltos una vez, pero los vecinos, al enterarse, hicieron correr la voz de que escarmentarían a los autores si repetían la acción, y no han vuelto a tener problemas. «De aquí podría deducirse que si las asociaciones de padres se interesaran directamente por estos asuntos, quizá remitan los asaltos; puede que, en parte, sea un problema de concienciación del barrio.»

Otro caso curioso se desprende en Vallecas. «Hay un centro en Vallecas que no tiene cerramiento alguno. No hay muros, no hay verjas; sólo hay una zona de césped alrededor del colegio. Y nunca aquí ha pasado nada. Es como si los asaltantes, ante el hecho de ver un colegio que se muestra como abierto, decidieran no tocarlo. Creo que hay que estudiar todos los factores porque el asunto se presenta como complejo y grave», reflexiona el delegado provincial.

Rebelión de los colegiales

El hecho cierto es que este nuevo fenómeno delictivo ha aumentado de forma gigantesca en los últimos tiempos. Hace muy pocos años que los asaltos a colegios, especialmente para robar, se contabilizaban anualmente como una cifra mínima.

«Quizá existe un rechazo del propio niño, del colegial, al centro. Podría ser como una especie de repulsa, de rebelión, contra un sistema educativo que, indudablemente para robar, se contabilizaban otros negativos. Resulta inquietante el hecho de que unos niños de siete u ocho años hayan incendiado por tres veces su propio colegio. Esto se ha producido. A la tercera vez los detuvo la Guardia Civil. ¿Por qué lo hicieron? Su respuesta fue totalmente ambigua. Ni siquiera lo sabían, quizá porque se aburrían y no se les ocurrió otra cosa con qué distraerse. »

El delegado provincial de Educación de Madrid no ve una clara solución al problema. ¿Hacer muros más altos? ¿Poner rejas? «En algunos sitios se han puesto rejas, en efecto. También se ponen cerramientos, y se elevan los muros, bien con material de obra o con alambrera. Pero yo creo que esto no es solución. Los colegios no se pueden convertir en cárceles; además, puede resultar peligroso en el caso de un incendio o algo similar, y tal vez el efecto psicológico en los alumnos resulte pernicioso. Yo creo que la solución debe ser consecuencia del proceso educativo. Especialmente de la educación de los niños. Y, para ello, lo primero es averiguar qué es lo que está fallando.»

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