Los países pobres, grandes olvidados de la "cumbre" de Tokio
Ante la escasez de petróleo y la continuidad de su aumento de precio, los grandes países importadores industrializados definieron una estrategia de orientación cara al futuro. Sin llegar a concretar lo que podía considerase como un «frente común», de países ricos consumidores de petróleo, frente a países exportadores (muchas veces no menos ricos), productores de «oro negro», es evidente que los dirigentes de las siete principales potencias económicas del sistema capitalista, o de libre economía de mercado, preparan su futuro. Ahorrando importaciones de petróleo -por lo menos tal es el propósito definido en Tokio- y estimulando nuevas fuentes energéticas. Su situación es precaria, pero cuentan con indudables posibilidades para superar una «crisis» energética que tiene múltiples facetas: desde los que opinan que la carencia de petróleo es real, hasta los que consideran que puede ser provocada, en parte para vencer la oposición ante nuevas fuentes energéticas, contestadas a nivel popular, como es el caso de la energía nuclear. Los países industrializados, aun con escasez de petróleo, cuentan con un potencial industrial y, sobre todo, tecnológico, irremplazable por el momento por parte de otros países, que tienen mayor potencial de recursos en materias primas, pero dependen para su proceso de industrial izados avanzados. La «crisis», como todo tipo de crisis económica, atacará sobre todo a los países más desheredados del planeta. Los que carecen de infraestructura industrial, petróleo y, en algunos casos, incluso de materias primas «interesantes» para los países industrializados consumidores.La «cumbre» de Tokio fue, ante todo, la «cumbre» del petróleo y de la energía nuclear. Las buenas intenciones de promover, después de tres años de parálisis, el denominado «diálogo norte-sur» entre países industrializados y países en vías de desarrollo, queda para más tarde. El comunicado oficial se limita a repetir las tesis conocidas de continuar tal relación, pero en la práctica ninguno de los «siete» grandes presentes en Tokio dedicó, en 1978, ni el famoso 1% de su PIB para asistencia a los países en vías de desarrollo, como recomiendan las instancias internacionales.
El comunicado de la «cumbre» de Tokio, siempre en relación con su intención de estimular el desarrollo en los países pobres, recuerda (no sin razón) que «los países productores de petróleo de la OPEP tienen un papel importante que jugar». Critican, los «siete» deTokio, la actitud de la OPEP por su último aumento de precios que «agravará severamente la situación de los países en vías de desarrollo que carecen de petróleo, llegando incluso a tener efectos de parálisis para algunas de sus economías».
Se llama a la OPEP a los países del grupo económico del este, integrados en el COMECON, para que participen conjuntamente con el grupo de países industrializados occidentales a los esfuerzos que comporta la transferencia de recursos financieros hacia los países en vías de desarrollo.
Se recuerda que «las relaciones Norte-Sur, son esenciales para la ,salud económica mundial», sobre todo por sus reservas de materias primas. Pero, la «cumbre» de Tokio no puede considerarse como un encuentro que haya tenido interés en activar una verdadera estrategia conjunta en tal sentido. Cada grupo de los «tres» frentes seguirá su política bilateral de «influencia» y «cooperación» con los países en vías de desarrollo de las zonas de su tradicional influencia: Estados Unidos, en América Latina, sin olvidar su estrategia de estar presentes en todas partes; los europeos en Africa en particular, cuya ayuda financiera acaba de incrementarse a partir de los acuerdos que reunen a los «nueve» del Mercado Común con los 55 países en vías de desarrollo de Africa, Caribe y Pacífico y Japón, con su programa de «Zona del Pacífico», donde estimula su presencia en pro de una influencia en los mercados de consumo, proceso de industrialización y fuente de importación de materias primas para la industria japonesa.
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