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El Botánico podrá abrirse al público en otoño

Es muy probable que el próximo otoño el Jardín Botánico se empiece a abrir al público algunos días de la semana, después de ocho años de clausura a causa de su polémica, larguísima y todavía inacabada restauración. Dentro de dos o tres meses se prevé que acabarán los trabajos que lleva a cabo el paisajista uruguayo Leandro Silva, según su propio proyecto, en una de las terrazas del jardín. Pero todavía queda por realizar una enorme tarea para reparar los desmanes del célebre jardincidio y que el Botánico vuelva a ser lo que fue en sus mejores tiempos, cuando estaba considerado como uno de los más completos de Europa.Hace unos ocho años, uno de los científicos que trabajaban en el Botánico había estacionado su coche en un camino del jardín y vio cdmo una enorme rama desgajada de un árbol próximo caía sobre el automóvil aplastándolo totalmente. Este incidente fue el primer signo de que tras un siglo de abandono y desatención, el Jardín Botánico había llegado a convertirse en un espacio intransitable y peligroso. Sin medios para buscar una solución inmediata y eficaz a la situación se optó por la solución más cómoda: cerrarlo al público.

Así estaban las cosas cuando, en 1974, siendo ministro de Educación y Ciencia Martínez Esteruelas, se aprobó el decreto por el cual se creaba el Museo Goya en el pabellón de Villanueva, aunque el proyecto preveía la construcción de un edificio detrás para alojar la obra de Goya.

Aunque la insensata idea, afortunadamente, no llegó nunca a realizarse, la Dirección General de Bellas Artes dotó al Botánico de un considerable fondo (se han barajado cifras superiores a los cien millones), para que se llevaran a cabo una serie de mejoras en el Jardín, destinado a ser el marco vegetal del hoy frustrado Museo Goya.

Bajo la inesperada lluvia de millones, la dirección, que con la dimisión de Bellot pasó entonces a Salvador Rivas, emprendió las obras de restauración sin un estudio histórico previo para definir un criterio de actuación ni el trabajo topográfico de nivelación que exigían las irregularidades del terreno de las tres terrazas que constituyen el jardín.

Historia de un "jardincidio"

Lo que luego fue denunciado como jardincidio por Adelpha se inició con una impresionante ope ración de limpieza para la que se contrató un equipo de podadores del Rincón de Ademuz, expertos en la poda del naranjo, pero no por ello capacitados para realizar la delicada tarea que se les encomendaba. La dichosa operación fue una especie de holocausto vegetal, hasta que alguien advirtió la conveniencia de enviar a una persona al extranjero para que se iniciara en la técnica de la poda botánica.

Al mismo tiempo se ensancharon y cementaron los caminos, se tendió una red de riego sin saber qué se iba a regar, se demolieron los invernaderos antiguos, de gran belleza, y se construyó uno moderno, paralelo a la reja que da a la calle Espalter, que obstruye la vista y tienta a los gamberros a tirar piedras sobre sus cubiertas de cristal.

Con la construcción de una pérgola para plantas acuáticas, con una cascada de veintisiete metros, que, por cierto, nunca se logró poner en funcionamiento, el jardincidio llegó a su máxima expresión. En este horrible engendro, a base de planchas de metacrilato -material carísimo- y vigas de hierro, se quemó una sustanciosa fracción del presupuesto.

Silva desentierra el jardín que fue

Ante las críticas y denuncias se plantea la necesidad de revisar la línea de acción y es entonces cuando se le propone a Leandro Silva que elabore un proyecto de restauración y entre a formar parte del equipo como paisajista asesor del arquitecto oficial, sin ningún tipo de contrato y por la cifra total de 900.000 pesetas. Pese a las duras condiciones y a la reticencia de algunos miembros del equipo, Leandro Silva acepta el reto.

«A lo largo de 1977 elaboré un proyecto de restauración del cuerpo histórico del jardín, asistido por un equipo de científicos, historiadores, topógrafos, etcétera», cuenta Leandro Silva. «En septiembre de 1978 el proyecto fue aprobado por Bellas Artes y dos meses después comenzamos los trabajos en el parterre intermedio, que, excepto la pérgola, es el menos afectado por las actuaciones inmediatamente anteriores.»

«La tarea más importante», sigue el señor Silva, «ha sido descubrir los niveles exactos, acordes con elementos primitivos del jardín En algunos sitios fue necesario desmontar espesores entre un metro y un metro veinte centímetros. Aparecieron escalones, fuentes enterradas, muretes de granito...

También salió a la luz la costosa red de riego tendida muy superficialmente hacía cuatro años».

«En estos momentos», añade Leandro Silva, «el parterre intermedio o "Plano de las Escuelas Botánicas" comienza a recuperar el antiguo trazado del siglo XVIII. Con dos o tres meses de trabajo estará definitivamente restaurado y sería interesante que se abriera algún día al público para que la gente se animara a descubrir de nuevo el Botánico».

Aunque sólo dispone de 19.700.000 pesetas para llevar a cabo su proyecto, la cuestión económica no es la preocupación fundamental de Leandro Silva: «Lo importante es reconstruir junto al jardín el clima de lucidez, de sensibilidad y rigor científico que lo acompañó durante larga parte de su historia.» Lo cierto es que restaurar el Botánico va a costar bastante menos que lo gastado en el jardincidio.

Catálogo del Botánico

El Botánico, creado por el rey Carlos III para uso y disfrute del pueblo madrileño y admiración de los visitantes, después de casi diez años de clausura es prácticamente desconocido, una especie de jardín fantasma y como embrujado en el que no se sabe muy bien qué ocurre ni lo que encierra. La gente que pasa delante de sus rejas, acostumbradas ya a verlas siempre cerradas, ni siquiera se pregunta qué se podrá ver allí dentro.

La mayoría ignora que el jardín Botánico es un interesante museo natural con una serie de ejemplares de gran importancia que gozan de prestigio internacional y que constituyen un valioso patrimonio histórico, científico y cultural. Pese a las catástrofes naturales, como el huracán de 1864-65, a la desidia y escasez. de medios, que caracterizaron su mantenimiento durante las primeras décadas del siglo, y al famoso postrer jardincidio, su contenido justifica sobradamente cualquier esfuerzo encaminado a su restauración.

La colección de viñas creada por Rojas Clemente, recientemente visitada por científicos extranjeros, y la colección de rosales históricos son algunas de las piezas más notables del Botánico. La colección de rosas, donada en fecha reciente por Blanca Urquijo, incluye variedades muy raras hoy día del tiempo de los Césares o de Abderramán II. Entre las plantas que ocupan provisionalmente una zona de la primera terraza del Botánico hay varias que ni de lejos recuerdan a los rosales actuales, con flores pequeñas y de un exquisito perfume, que han perdido las variedades modernas debido a la constante transformación de esta especie mediante cruces y técnicas genéticas que buscan sobre todo conseguir flores de tamaño espectacular.

En el jardín se conserva también la muestra singular de un árbol fósil, tan extinguido como los mamuts, que se denomina árbol de los cuarenta escudos, precio que se pagó por el primer ejemplar que llegó a España procedente de China, donde es considerado un árbol sagrado.

Un olmo plantado antes del huracán de 1864, conocido como El abuelo, es, por su edad, el más respetable representante de la población vegetal del Botánico. En la corte de los centenarios figura otro olmo de doscientos años -El pantalones-; un conjunto de almeces -uno de ellos, de 105 años, alcanza los cuarenta metros-; varios tejos, árbol típico del norte de la Península, con una edad media de doscientos años, y una sequoia de California que cuenta más de cien años.

Bajo ellos crecen en estado casi silvestre gran variedad de plantas; algunas familiares y conocidas como el aromático alcanfor, el mirto, el laurel, el granado, el diospyro kaki -el caqui- y otras tan exóticas y extrañas como la «Parrotia pérsica.»

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