Cautela oficial francesa sobre el reemplazo de Bokassa I
A pesar de las revelaciones diarias sobre el régimen «infanticida» (según el antiguo embajador de Centroáfrica en la Unesco) del emperador Bokassa I, el ministro francés de Exteriores, Jean François Poncet, insistió ayer en que «Francia no tomará decisión alguna hasta que la comisión oficial de los países vecinos no establezca los hechos».
La opinión francesa no oculta la repugnancia que le produce el affaire Bokassa a medida que se van conociendo detalles sobre la vida y milagros de este «incapaz y tirano» que, hasta la fecha, al menos, se ha mantenido en el poder gracias al apoyo generoso de Francia. La República Centroafricana es uno de los países más pobres del mundo. El déficit presupuestario, de 1970 a 1977, aumentó cien millones de francos (1.600 millones de pesetas). La ceremonia de su autoconsagración como emperador, en 1977, le costó otros cien millones de francos que subvencionaron aportaciones personales más o menos forzadas y algunos países extranjeros, Francia en primer lugar. Hoy, la bancarrota es total. Francia, de momento, ha suspendido los créditos y Bokassa no ha podido pagar el sueldo de mayo de sus 25.000 funcionarios. Para mañana, los estudiantes y la oposición política han convocado una huelga indeterminada si estos salarios no han sido cubiertos. El momento puede ser crucial.El interés de Francia por este país se funda en las 16.000 toneladas de uranio que se le calculan a sus yacimientos. Francia ha participado en la prospección y explotación de este metal, que haría de Centroáfrica el octavo productor del mundo en 1982; y esto en un momento álgido de la crisis energética.
Cada día que pasa, los testimonios sobre las «hazañas» criminales de Bokassa adquieren proporciones dantescas. Los datos que ofrecen sus antiguos colaboradores sobre su vida y su sistema de Gobierno no son menos simbólicos. Jean Bedel Bokassa vive en Berengo, a ochenta kilómetros de Bangui (capital del país), rodeado de algunos de sus treinta hijos, de algunas de sus incontables mujeres, de su corte, de los setecientos hombres de su guardia personal, de su cárcel privada, de un aeropuerto y demás «accesorios» propios de un dictador. Para vigilar más de cerca a sus ministros, por miedo a un complot, los convoca constantemente.
La jornada normal de Bokassa, con Consejo de Ministros incluido, suele ser la siguiente, según cuenta un alto cargo centroafricano que reside en París y que oculta su nombre: convoca a los ministros para las nueve de la mañana, pero el no se levanta hasta las dos de la tarde, aproximadamente. Acto seguido celebra el primer ágape a base de vinos, licores y productos muchos de los cuales han sido comprados en París por su doméstico-ministro encargado de este tipo de compras y de los regalos para sus amantes. Tras la comida aparece delante de sus ministros para rogarles que no se impacienten. Después se propina con una siesta hasta el final del día y, en este momento, vuelve ante sus ministros para informarles: «Señores, hoy ya hemos trabajado bastante. Mañana les espero a ustedes a las ocho de la mañana.»
La cuestión del reemplazo de Bokassa parece delicada. Centro-áfrica es un punto estratégico para el control del equilibrio actual en esta región del continente negro., Los países vecinos, soporte igualmente de la política francesa en Africa, temen introducir la noción de moral en su estrategia, aunque sea para deshacerse de una «bestia» universalmente reconocida.
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