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Nuevos testimonios sobre atrocidades cometidas por Bokassa I

La carnicería de los niños de Bangui (Centroáfrica) fue precedida de múltiples asesinatos, muchos de ellos cometidos por el propio emperador Bokassa I. Mientras se multiplican los testimonios en este sentido, en París, el ex embajador centroafricano, Sylvestre Bangui, que días pasados creó el Frente de Liberación, ha pedido la abolición del Imperio para restablecer la República.

El Gobierno de París, protector aún del emperador con asombro por parte de la mayoría de la opinión pública, y que calificó los asesinatos de «seudoacontecimientos», espera el resultado de la encuesta que debe realizar una misión africana para pronunciarse sobre el caso.Según informes llegados a esta capital desde el Imperio Centroafricano y reproducidos por los medios de comunicación, la matanza del último mes de abril en Bangui fue mucho más espeluznante de lo que se estimó inicialmente. El origen de los trágicos acontecimientos está relacionado con la agitación en los establecimientos de enseñanza. Alrededor de quinientos niños y jóvenes, de seis a veinticinco años, fueron conducidos el pasado abril a la prisión de Ngaragba, próxima al barrio residencial de los diplomáticos. Muchos de ellos fueron muertos en el trayecto a patadas y golpes. Otros, ya en la cárcel, perecieron en las celdas sin ventilación. Durante la noche del 19 al 20 de abril, el propio Bokassa se trasladó a la cárcel. Varios muchachos gritaron «muera el emperador», y él respondió: «sois vosotros los que vais a morir». Y a pistoletazos liquidó a unos sesenta adolescentes.

Todos los testimonios lo proclaman a quien desea oírlo en Centroáfrica. «Hace falta toda la sordera voluntaria de los responsables franceses de la cooperación y de sus representantes en Centroáfrica para no oír lo que todo el mundo clama en el país», escribe el diario independiente Le Monde. Ayer, en París, un alto ex funcionario autóctono, que mantuvo su anonimato y que fue quien alertó a Amnesty International, declaró que desde 1966, año en el que Bokassa subió al poder, «matar es un antiguo pasatiempo para él». Según este testigo, «Bokassa ha matado a todos aquellos de los que sospechaba que querían derrocarlo». Pero no sólo a los enemigos políticos, sino a los ciudadanos pertenecientes a otras etnias distintas de la suya, la mbakas mbati, que es minoritaria. La tribu de los bandas, que representa un tercio de la población, parece que ha sido la más castigada. Los métodos de asesinato también han sido múltiples: por asfixia, sacándoles los ojos él mismo con su bastón o haciendo comer a la víctima carne podrida.

Ante las perspectivas poco halagadoras del régimen Bokassa, su ex embajador en París, señor Sylvestre, que dimitió el mes pasado, solicitó anteayer, en una rueda de prensa, la ayuda internacional para derribar a Bokassa y restablecer la República. Pero no parece que este personaje inspire confianza a los rebeldes de Bangui. Por otra parte, la actitud de espera de Francia y de los países vecinos de Centroáfrica se explicaría porque la sucesión de Bokassa se complica por temor a que un régimen marxista pueda establecerse en este coto privilegiado por sus reservas de uranio y diamantes, real objeto de preocupación de los países industrializados que han protegido al emperador.

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