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Protestas en EE UU por la ejecución en la silla eléctrica de un asesino

John Spenkelink, un convicto de asesinato, que libró una batalla legal durante más de cinco años para salvarse de la pena de muerte, fue ejecutado ayer en la silla eléctrica de la prisión estatal de Florida, después de que el Tribunal Supremo norteamericano se negase a ordenar un aplazamiento de la ejecución.La decisión del Tribunal Supremo de no intervenir en contra de la aplicacion de la pena capital, se adoptó, por seis votos a favor y dos en contra, en la mañana de ayer. Entre los dos magistrados que se opusieron a la inhibición del tribunal estaba el juez Marshall, que el pasado miércoles dictó una orden de aplazamiento de la ejecución de Spenkelink y otro reo. Pero el Tribunal Supremo en su conjunto decidió, por segunda vez consecutiva, no interrumpir el proceso que llevó a la muerte de Spenkelink.

Apenas hecha pública la decisión del alto tribunal, comenzaron los preparativos en la prisión estatal de Florida y un grupo de manifestantes irrumpía en el edificio del Tribunal Supremo, en Washington, cantando No matarás, no matarás.

Otro grupo de manifestantes llegó hasta la antesala del gobernador del estado de Florida, en la capital del mismo, Tallahassee, para protestar contra la ejecución que estaba a punto de producirse. Un tercer grupo, compuesto por unas cien personas, se concentró en un prado, en las afueras de la prisión estatal, en Raiford, y dio gritos de asesinos.

John Spenkelink, de treinta años, fue atado por la muñecas, brazos y piernas a la silla eléctrica, en la cámara de ejecución de la cárcel. Un capuchón negro cubrió su cabeza, y cuando el director de la prisión dio la orden, se conectó una corriente eléctrica de 2.250 voltios.

Salió humo

Según los testigos de la ejecución, entre los que había varios periodistas, el reo recibió tres descargas eléctricas consecutivas y pudo verse salir humo del cuerpo de Spenkelink. Un médico examinó el cadáver minutos después y confirmó la defunción. En total, el proceso duró unos veinte minutos, y la ejecución propiamente dicha, dos minutos.El condenado, que escribió su propio epitafio («Un hombre es lo que elige ser») y pudo entrevistarse poco antes de su muerte con su madre, novia y hermana, en encuentros separados de media hora, había expresado su intención de suicidarse, por lo que estuvo constantemente esposado y bajo vigilancia especial. En 1973, un tribunal le condenó a muerte por el asesinato de un delincuente compañero suyo.

Es la primera vez que se cumple una condena de muerte en Estados Unidos desde que, en enero de 1977, Gary Gilmore fuera fusilado en el estado de Utah, Pero mientras Gilmore quería ser ejecutado y exigía su derecho a morir como un hombre, Spenkelink hizo todo lo posible por escapar a la silla eléctrica.

Un antiguo ministro de Justicia, Ramsey Clark, calificó la ejecución de ayer en Florida como «un momento trágico de nuestra historia», y expresó su confianza en que Estados Unidos «abandone esta bárbara práctica». Una abogada que luchó desesperadamente por salvar la vida de Spenkelink comentaba ayer con tristeza: «Actuamos como en Irán, no somos mejor que ellos, ¿cómo vamos a condenarles?».

Entre escalofriantes descripcioñes de la ejecución, hechas por los testigos, que dijeron haber visto la mitad de la cara del cadáver quemada, y los rezos, cánticos y gritos de los manifestantes, otro abogado de Spenkelink y activista. contra la pena de muerte, Millard Farner, declaraba que «esto es un ataque terrorista del Gobierno contra las minorías de todo el país».

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