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Elecciones legislativas en Canadá en el momento más crucial de su historia

Las elecciones legislativas que se celebrarán el martes en Canadá se presentan como cruciales, no sólo para el primer ministro federal, Pierre Trudeau, que lleva once años en el poder y nunca estuvo tan a punto de perderlo, sino para el futuro de este país norteamericano, el segundo del mundo en extensión, que atraviesa por la más seria «crisis de identidad» de sus 112 años de historia.

Al proceder a la renovación completa de los 282 escaños de la Cámara de los Comunes, los casi quince millones de electores canadienses darán su confianza a uno de los dos grandes partidos políticos: el liberal, de Trudeau, o el progresista-conservador, de Joseph Clark, para que haga frente en los próximos años a los grandes problemas que afectan al país y, especialmente, al delicado asunto de la autonomía -o independencia- de la provincia francófona de Quebec.La hipotética secesión de Quebec del resto de la confederación, formada por otras nueve provincias y dos territorios de población anglófona, ha venido siendo el tema dominante en la política canadiense desde que el Parti Quebecois, de René Levèsque, ganara, en noviembre de 1976, las elecciones para el Gobierno provincial con un programa claramente independentista.

Un referéndum sobre la permanencia en la confederación canadiense o la separación mediante un sistema de «soberanía asociada» deberá realizarse en los próximos meses entre los seis millones de habitantes de la provincia francófona, un cuarto aproximadamente de la población total de Canadá, que tiene una extensión superior a la de Francia y España juntas y grandes riquezas naturales.

Los candidatos

El problema de Quebec, junto con el aumento del desempleo y la inflación y la caída de valor del dólar canadiense, ha sido también el gran tema de la campaña electoral que concluye hoy, y que fue bastante anodina. Los debates televisados entre los tres principales candidatos a la jefatura del Gobierno y los sondeos de opinión fueron los únicos alicientes del paréntesis electoral abierto el pasado 22 de marzo, cuando Trudeau disolvió la Cámara de los Comunes, única asamblea legislativa con poder real, ya que el Senado no se elige directamente, y convocó elecciones generales para el 22 de mayo.

Pierre Trudeau, de 59 años, acude a las elecciones al frente del Partido Liberal, que lleva en el poder ininterrumpidamente desde 1963 y que en los últimos 44 años ha estado siempre en el Gobierno, excepción hecha de un período de seis años. El propio Trudeau, que ganó las elecciones generales de 1968, 1972 y 1974, lleva once años como primer ministro federal, lo que le convierte en el jefe de Gobierno más veterano de los países miembros de la Alianza Atlántica (OTAN).

Joe Clark, de 39 años, líder del Partido Progresista Conservador, aparece como la única amenaza real a la reelección de Trudeau. Sin un atractivo especial, el joven Clark puede beneficiarse del cansancio provocado en los votantes por la larga permanencia del actual primer ministro en el poder y desplazarle.

Edward Broadbent, de 43 años, dirigente de los nuevos demócratas (Partido Socialista), no tiene posibilidades de ganar la mayoría necesaria para formar Gobierno, pero puede ser el factor decisivo en caso de que sus rivales se vean obligados a gobernar en minoría. Con sólo diecisiete escaños en la legislatura disuelta, los nuevos demócratas defienden posturas políticas más bien insólitas en América del Norte, como la retirada de Canadá de la OTAN y el control nacional de los recursos naturales y la industria.

Entre los restantes partidos que concurren a las elecciones del martes figura el de Crédito Social, que sólo tiene representación en Quebec y es de ideología conservadora; un par de grupúsculos comunistas, uno prosoviético y otro prochino, y docenas de candidatos independientes, algunos de ellos tan pintorescos como los del Rhinoceros Party, en cuyo programa se incluye el pago diario de sesenta centavos para cerveza de barril a cada ciudadano y el cambio de la circulación por carretera a la izquierda, pero de forma gradual, de tal modo que sólo los camiones vayan por la izquierda durante el primer año.

Los pronósticos

El sondeo de opinión pública más reciente, realizado por el Instituto Gallup, daba a los liberales el 39% de los votos, seguidos a sólo un punto (38%) por los progresistas-conservadores y a mucha mayor distancia (16%) por los nuevos demócratas. Estas cifras suponen un serio revés para el Partido Liberal de Trudeau, que meses antes superaba el 45% y fueron el primer indicio de que es realmente posible una victoria conservadora.

Joe Clark, que acusa en su campaña a Trudeau de haber dividido la nación y deteriorado la economía, ha recurrido en su búsqueda de votos a promesas como la de que el interés de las hipotecas sea deducible de los impuestos federales. Las cuatro provincias del Oeste (Columbia Británica, Alberta, Saskatchewan y Manitoba) darán la mayoría de sus escaños a los conservadores de Clark y resultados similares pueden esperarse en las cuatro provincias atlánticas (Terranova, Nueva Escocia, New Brumswick y la isla del Príncipe Eduardo).

Habida cuenta de que la provincia de Quebec ha sido tradicionalmente el principal reducto de los liberales y los progresistas-conservadores tenían sólo dos escaños al disolver la anterior legislatura, la batalla decisiva aparece en la provincia predominantemente anglófona de Ontario, la más poblada del país, donde está situada la capital federal, Ottawa, y la ciudad de Toronto. Con un tercio de la población de Canadá, Ontario tiene que elegir 95 escaños, y de la distribución de los mismos dependerá la naturaleza del nuevo Gobierno.

Mientras que una alianza entre los liberales y los nuevos demócratas es algo más que posible, y de hecho Trudeau ya la formó en 1974, si los conservadores. de Clark no obtienen la mayoría absoluta no podrán recurrir a los votos de un partido como el New Democratic, que es ideológicamente antagónico.

Por último, la personalidad de los candidatos puede ser el factor decisivo a la hora de depositar el voto. Pierre Trudeau mantiene una curiosa relación de amor-odio con la mayoría de los canadienses, a los que ha gobernado por más de una década. Aunque muchos dicen estar hartos del señor Trudeau (a quien, por cierto, puede perjudicar electoralmente la aparición del libro de memorias de su ex esposa Margaret), muchos también reconocen que un primer ministro federal natural de Quebec y de origen francés puede resolver mejor el serio problema, de la secesión que un primer ministro anglófono, natural de la provincia de Alberta, en el oeste del país.

Trudeau gana dos a uno a Joe Clark en popularidad, pero esto tiene escaso valor en unas elecciones parlamentarias con 1.424 candidatos para 282 escaños. Por otra parte, un 25% del electorado aparecía como indeciso en varios sondeos de opinión, y el componente del odio a Trudeau privaba sobre el de la simpatía entre muchos airados votantes, que exhibían en sus automóviles carteles con una leyenda bien expresiva: Anyone but Trudeau (Cualquiera menos Trudeau).

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