El crucifijo de Tierno
El gesto del profesor Tierno Galván al pedir, en su toma de posesión, que colocaran un crucifijo sobre su mesa me parece algo más que una postura demagógica de cara a los que, como yo, profesamos el cristianismo. Me parece que es la reacción llana y sencilla de un auténtico caballero español. Siempre me ha inspirado gran simpatía el insigne catedrático. Desde hoy, a pesar de no compartir su ideología política, siento un gran afecto por él. Y aunque dudo mucho que lo consiga, le deseo el mayor de los éxitos en su ardua tarea al frente de la alcaldía de Madrid. Con hombres corno él es posible afrontar, con relativo optimismo, el lamentable problema de «las dos Españas». Con hombres como él la auténtica reconciliación puede dejar de ser una utopía, para convertirse en una feliz realidad. Cuando tanto proliferan el confusionismo, la ambición desmedida y la ineptitud, es reconfortante comprobar que todavía existen hombres como Tierno, capaces de colocar un crucifijo en su mesa sabiendo que esta actitud habrá provocado, sin duda, sonrisas despectivas, estupor y, en ciertos casos, críticas despiadadas.
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