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Se cierra un ciclo de la política catalana

El resultado de las elecciones municipales, la inminencia de la dimisión de Manuel Ortínez de su cargo de consejero de Gobernación de la Generalidad y la manifestación autonómica del pasado domingo cierran un ciclo de la política catalana. Un ciclo que se caracterizó por el deseo de Tarradellas de articular el centro y la derecha, en la perspectiva de su reelección por el primer Parlamento autonómico.Ahora, tal proyecto se ha convertido en imposible. El próximo cese del gran estratega de la operación, Manuel Ortínez, es la mejor prueba del cambio de tercio Pero no por ello el futuro mediato del proceso autonómico se nos presenta como un camino fácil. Es precisamente el fracaso de aquel proyecto el que pone sobre el tapete un nuevo tipo de dificultades.

El voluntario aislamiento y falta de protagonismo positivo de UCD y Tarradellas convertiría en aún mayor su fracaso si el Gobierno diese todo tipo de facilidades a la elaboración definitiva del reclamado Estatuto. Visto desde esta óptica, todo se reduce a saber si Adolfo Suárez considerará el tema autonómico catalán «una cuestión de Estado» -por decirlo en sus palabras- o bien una reivindicación a la que hay que acceder u oponerse en función de si ello beneficia o perjudica a las operaciones del propio partido.

Suárez calificó el retorno de Tarradellas de operación de Estado. Pero también fue una operación de partido, ya que como tal fue presentada la primera llegada a Madrid de Tarradellas, de la mano del diputado UCD Carlos Sentís, entonces recién electo, en medio de un resultado electoral -el del 15 de junio- que nos mostraba una Cataluña de un rosado subido, tendente a rojo.

Con el retorno de Tarradellas, UCD aceptaba un reto de la izquierda y el nacionalismo catalán, que posteriormente se ha convertido en una trampa para estos últimos. Ello no es obstáculo para que aún ahora deba reconocerse que la aceptación de aquel reto por el Gobierno fue positiva, en la medida en que representaba un paso hacia adelante.

Pero ahora la actitud de Tarradellas y de UCD catalana no es de aceptación del actual reto que representa una autonomía plena, sino todo lo contrario. En sus declaraciones públicas y privadas predomina el catastrofismo más pintoresco que se pueda imaginar. Se concreta en la alusión al lejano, en el tiempo y en las circunstancias, 6 de octubre de 1934, día en que la Generalidad constitucional y democrática cometió el error de alzarse contra un Gobierno central que no por ser de derechas dejaba de ser constitucional y democrático.

Tal postura responde a lo que los franceses denominan la politique au pire, al romper la baraja si las cartas son malas, a la política de tierra quemada, a la maniquea distinción entre el cielo propio y el infierno ajeno. Lo peor de esta perversión de la realidad es que al tomar como cierta una inexistente bipolarización de Cataluña se generan automáticamente unas fuertes posibilidades de que la bipolarización aparezca.

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Cataluñal ha sido en la historia contemporánea de España tanto un factor de equilibrio como de desequilibrio. En general, equilibró los períodos democráticos y desequilibró las dictaduras. Esta es la actual alternativa, que, por otro lado, coincide con la disyuntiva de tomar el actual proceso autonómico como un objeto de intereses partidistas o bien como una «cuestión de Estado».

El pacifismo que actualmente caracteriza la reivindicación autonómica catalana debería ser un estímulo para UCD y el Gobierno, en el sentido de permitirles ejemplarizar un modo de obrar que se sitúa a las antípodas del propio de otras latitudes próximas. De otro modo, podría darse el caso que los contagios se manifiesten en sentido diferente.

Intentar presentar como excesivo o anticonstitucional el, proyecto de Estatuto que fue aprobado por los parlamentarios catalanes, incluidos los de UCD, sería una maniobra que caería por su propio peso.

Pero los peligros no vienen tanto de UCD como del propio Tarradellas, quien en todo momento muestra su intención de aferrarse a su actual y provisional cargo. A este propósito, quienes integran ià UCD catalana deberían recordar unos muy conocidos versos de Salvador Espriu: «A veces es necesario y forzoso / que un hombre muera por un pueblo, / pero nunca ha de morir todo un pueblo / por un hombre solo.»

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