Frente Popular
La derecha eterna ya ha sacado el facistol de las excomuniones para pasearlo ante la frente cerúlea del personal que se da golpes de pecho, y exhibirlo luego, con reflejos sacros, a la puesta del sol, que el sol se pone justamente por detrás de la Casa de la Villa.-Esto es frente populismo.
La imagen más densa y literaria del frentepopulismo del 36, que me ha llegado a mí, niño como soy, es la de la novela San Camilo, de Cela, cuando el lumpen, insurgido e insurgente recorre en chorro grueso y lento las calles céntricas:
- ¡Ar-mas, ar-mas, armas!
Aquella turba cejijunta que le pedía armas al Gobierno para defenderse de la insurrección marrueca, fue espanto del Conde de Foxá y otros condes, que no conocían al noventa por ciento de los madríleños, pues creían y creen que Madrid somos quinientos. Como decía Azorín, «los quinientos de síempre».
Cuando la derecha se une o reúne, cuando dan un copazo histórico para juramentarse tipo Calatrava en un club financiero con o sin Dinna Cosson como puntual anfitriona, entonces se habla de la agresividad de nuestros capitanes de industria, de la nueva singiadura económica española (nuestra derecha está todavía, literariamente, en un Rubén de Obras completas y celofán virgen). Por el contrario, en cuanto dos rojetes quedan en un bar de Cuatro Caminos para colocarse unos berberechos y comentar las municipales, ya hay frentepopulismo.
Ya he contado aquí que el otro día me encontré a Tamames en un reestreno de Jardiel. Se me acerca Ramón para decirme que Alfonso Guerra ha estado muy bien en las negociaciones:
-Cuidado, Ramón, por favor -le digo yo, precavido siempre de mi reputación-, que estamos haciendo frentepopulismo. Que no nos vean juntos. Modérate.
¿Y qué tendría de malo, en último extremo, el frentepopulismo? Nada, pero tiene mala prensa sepia. Ya no hay remedio. El otra día he hablado aquí del nominalismo, como resumen escéptico de todas las doctrinas, que hacían Antonio Machado, Juan de Mairena y Abel Martín, que eran los tres Hermanos Quintero de la verdadera poesía española. El nominalismo nos pierde y el pacto de Vergara, cuadro de las Lanzas o abrazo Guerra/Carrillo, con una corza al fondo, que es don Pablo Iglesias, ya lo está explotando la derecha como frentepopulismo. Voy a la gran exposición de García Ochoa sobre textos de Quevedo, y el taxista, que parece un poco rojo, no me quiere cobrar:
-Que yo a usted no le cobro, señor Umbral.
-Eso es frentepopulismo, hermano.
Tiene razón la derecha. Ya estamos haciendo frentepopulismo con todo, desde los chelis que han cabalgado al galope en bronce de Felipe IV al proyecto de hablarle un poco de cuentas al señor Banús.
Cuando ellos se juramentan, convocan, amotinan o levantan, eso es una Cruzada, una Reconquista, una Guerra Santa, una Alianza Popular, una Coalición Democrática, un Movimiento, unos Cursillos de Cristiandad (que ahora vuelven), una cosa. Una paella de moros, aviadores alevianes, Casanovas mussolinianos con botas de cartón y chicas topolino mitad monjas, mitad soldados.
Pero cuando la izquierda llega a un mero acuerdo burocrático («aquí unos amiguetes, aquí un conocimiento»), eso ya es frentepopulismo, y se sabe que aquí el frentepopulismo pone bicarbonato en el alma de la derecha, de Gil-Robles a Alvarez Alvarez.
Como no me gusta el bicarbonato ni el aceite de ricino (que mis cubatas me los hago de cocacola/coñac Magno/leche en polvo La Lechera y astenolit, todo batido), tengo mucho cuidado, en estos días, de no oler a frentepopulismo (procuro oler a brut), antes de que se desmanganille el invento, y así se lo aconsejo modestamente a la izquierda patriótica. He presentado el libro de Gibson sobre Lorca sabiendo que hacíamos frentepopulismo. Voy a hablar de Machado en la Universidad temiéndome, querido Vian Ortuño, que eso es frentepopulismo. Le iba a regalar una botella de bon vino a Pepe Blanco, el motorista, pero me he contenido por no hacer frentepopulismo. Durante el florido mayo de Grosso, todo lo que no sea hacer las flores a María, será frentepopulismo.
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