Esperando al motorista
COMO ANTAÑO, los ministros por cesar y los ministrables por nombrar otean el horizonte a la búsqueda del motorista fatídico o benefactor -según los casos- que traiga las noticias de palacio. En estas fechas de retorno a las viejas costumbres no sólo era preciso tener un Parlamento que no debatiera nada y se limitara a aplaudir la investidura; ahora se necesita hacer un Gobierno en la soledad del poder, sin consultar con la ejecutiva de un partido que lleva el apellido democrático en su frontis, en conversaciones con los amigos de juventud, los favoritos de turno y quién sabe si hasta en la meditación personal de la oración. Aquí no hay consultas, presiones de las supuestas distintas a las ideológicas de UCD, condiciones de unos políticos dispuestos a todo -ya está bien claro-, casi incondicionalmente. Aquí están los unos esperando que les llame el otro, y santas, pascuas.En realidad, este misterio le preocupa a un porcentaje reducido de ciudadanos, porque de la composición del Gabinete se va a deducir lo que ya está deducido: una ampliación del poder personal del presidente, el mantenimiento de la confianza sobre sus antiguos nombrados y el encajonamiento de la vida política de la democracia en un círculo cerrado de amistades vecino al compadreo, en el que, inevitablemente, tiene que estar comenzando a fabricarse la versión femenina del fenómeno. Es decir, el comadreo. Este Gobierno para cuatro años comienza así bajo el símbolo del retorno al pasado. Pero, a la postre, aquí estamos, esperando como antaño al motorista de los sueños y las pesadillas ajenas, desgranando la margarita del deseo presidencial, en un mundo de silencios, de pasiones y de intrigas controladas. No se puede decir que esto sea «lo nunca visto».
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