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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un debate política

AYER CONCLUYERON las entrevistas, constitucionalmente preceptivas, del Rey con los líderes de los partidos representados en el Congreso para designar el candidato a la investidura. Sólo Herri Batasuna no ha acudido a la cita. Pero las correctas y medidas palabras con las que el señor Monzón ha justificado su ausencia distan muchas leguas del duro lenguaje que suelen utilizar los nacionalistas vascos radicales al referirse a las restantes instituciones del Estado.Esa diferencia de tono merece algunas reflexiones. Las serias dificultades para encontrar un cauce de negociación con el nacionalismo vasco, incluso con su variante más moderada, no deberían ser innecesariamente agravadas con una errónea designación de sus interlocutores en el Parlamento o en el Gobierno.

Tras las conversaciones con don Juan Carlos, está ya prácticamente listo el terreno para que el señor Suárez, que previsiblemente será encargado de hacer el Gabinete, comparezca ante el Congreso y se someta al voto de investidura. En un anterior comentario señalamos la incongruencia del PSOE al pedir el aplazamiento del acto hasta después del 3 de abril y, a la vez, su razón al exigir que entre el discurso del señor Suárez y la votación medie un debate parlamentario sobre el nuevo Gobierno. Es evidente que la posible manipulación «electoralista» de la sesión, a través de la domesticada televisión oficial, no es motivo suficiente para demorar el nombramiento del presidente del Gobierno. Sin embargo, el rumor de que UCD pretende separar en dos fases la investidura, situando antes de las elecciones municipales el discurso del señor Suárez y después de los comicios el debate y la votación, pone en guardia contra esa eventual y astuta estrategia.

De confirmarse esa argucia, UCD transformaría la suspicacia del PSOE en una premonición. Porque el discurso del candidato a la investidura quedaría estigmatizado como un acto de simple propaganda electoral, en el caso de que el debate parlamentario, única oportunidad para los líderes de los restantes partidos de neutralizar o contrarrestar en televisión la intervención del señor Suárez, fuera postergado hasta después de celebrados los comicios.

Por lo demás, la inexcusable necesidad de que el debate, además de previo a las municipales, sea también anterior a la votación de investidura, y no una explicación a posteriori del voto, sólo puede ser negada por quienes deseen alinear al Congreso de los Diputados en la tradición de las Cortes orgánicas. Y es de esperar que el discurso del presidente abandone las imágenes retóricas y contenga un verdadero programa de Gobierno. Los ciudadanos quieren conocer, y tienen derecho a saber, cuáles son sus proyectos concretos sobre el País Vasco y las autonomías; sobre la contención de la inflación, el incremento de los puestos de trabajo y la conflictiva interdependencia entre el gasto público y la inversión privada; sobre nuestra estrategia internacional en Europa, en el norte de Africa y en América Latina y sobre nuestras relaciones con Estados Unidos, los países árabes e Israel; sobre la reforma de la educación y sobre el divorcio, que implican necesariamente a las relaciones del Estado no confesional con la jerarquía católica; sobre el saneamiento de la Seguridad Social y la reestructuración de la Administración y de la empresa pública. En suma, sobre el voluminoso paquete de asuntos que espera desde hace varios meses una verdadera acción de gobierno, mientras la clase política se consume en el esteticismo de las formas... y de las nóminas.

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