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El movimiento ciudadano, un instrumento de crítica frente a los ayuntamientos democráticos

Mientras que por un lado, casi de repente, todos los partidos políticos -desde la extrema derecha a la extrema izquierda- coinciden en señalar con grandes alardes de halago y mimo la necesidad de la existencia de un movimiento ciu dadano autónomo, fuerte y apartidista, ninguno se pone de acuerdo a la hora de concretar las competencias futuras que deberán tener las 250 asociaciones vecinales que hay legalizadas en Madrid.Frente a estas discrepancias de los políticos, la nueva junta directiva de la Federación Provincial de Asociaciones de Vecinos (FPAV) -que asegura ser apartidista- ha hecho público un manifiesto, diri gido al futuro Ayuntamiento de mocráfico, en el que concretan de manera bastante clara cuál debe ser su futuro marco de actuación.

En síntesis, el manifiesto pide que la existencia de las asociaciones de vecinos sea recogida en la futura ley de Bases de Régimen Local y que, frente al nuevo Ayuntamiento, se les reconozca el derecho de información y propuesta; obligatoriedad de la Corporación de consultarles antes de emprender cualquier tipo de acción en los barrios, derechos de referéndum en cuestiones de trascendencia y posibilidad de control público sobre los presupuestos.

Nacimiento político y partidista

Uno de los puntos que todos los partidos políticos mantienen -tanto los que han estado dentro de las asociaciones como los que hace poco se han enterado de que existen- en común sobre el futuro del movimiento ciudadano es que este debe ser totalmente apartidista. Luego, desde el PSOE a la izquierda, dicen que debe ser política de izquierdas, frente a la opinión de la derecha, que mantiene que la política debe quedar exclusivamente para los partidos.Sin embargo, el origen del movimiento ciudadano es netamente político y partidista. En Madrid, concretamente, PCE y ORT se han repartido con el mayor descaro -puede que justificado en un primer momento- la hegemonía sobre las asociaciones de vecinos.

La ilegalidad y semíclandestinidad en que se movieron allá por el decenio de los sesenta, momento en el que surgieron, las colocaron prácticamente en brazos de los partidos políticos. Eran momentos en que se detenía a los vecinos que osaran protestar por la falta de agua o por pedir un semáforo, aunque, siempre, las reivindicaciones iban mucho más allá. Como ilustración puede servir la masiva manifestación ciudadana realizada en Moratalaz, en la que se pedía desde pan barato, hasta la proclamación de la República.

Los partidos y sindicatos eran ilegales, y la única vía utilizable eran las asociaciones vecinales. Todo el esfuerzo político del PCE y los partidos situados a su izquierda se volcó en potenciar las asociaciones.

Después, la reforma legalizó a los partidos y a las centrales sindícales y, ahí, empezó el desmantelamiento.

En el momento en que los partidos pudieron salir legalmente a la calle, también empezaron a salir de las asociaciones, aunque no del todo, sino que parecía tratarse de ajustar las actividades de los barrios a la imagen moderada que en ese momento perseguían los políticos. De las acciones callejeras, se pasa a las largas negociaciones en despachos oficiales. No importa que sólo se consigan promesas con escasos visos de llegar a cumplirse, sino de dar buena imagen ante la Administración. Tanto es así que cuando barrios como el Poblado Dirigido de Orcasitas -altamente politizado- se permite el lujo de dejar plantado a un delegado de Urbanismo o a un director general de la Vivienda, la misma FPAV se desentiende de las acciones de protesta sustitutorias de las largas conversaciones y negociaciones con las autoridades locales.

Todo esto no quiere,decir ni mucho menos que los partidos hayan salido de las asociaciones de vecinos. Todos saben que estas siguen constituyendo una importante plataforma propagandística y, en dos meses, hay dos convocatorias electorales.

Creación de asociaciones fantasma

A la confusión existente ya dentro de las asociaciones integradas en la FPAV -dominadas básicamente por el PCE y la ORT- se le unió hace escasamente un año la cr eación de la Unión General de Vecinos (UGV), invento del Partido del Trabajo, a la vista de lo poco que les había tocado en el reparto del movimiento ciudadano, y especialmente de los cargos de la junta directiva de la FPAV.El PTE pretendió en un primer momento montar un movimiento asociativo paralelo a base de UGV. Sin embargo, sólo se tienen noticias de la existencia de la de Malasaña.

Cabe aquí destacar la actitud del PSOE ante el tema. En ningún momento y para ningún tema, los socialistas han considerado válidas a las asociaciones de vecinos -"Están dominadas por el PCE", dicho reiteradamente-. Como fórmula alternativa hablaban de las casas del pueblo como lugares eunión en los que se pueden centralizar los problemas de carácter ciudadano.

Luego, por parte de la derecha, ámero consistió en montar las llamadas Unidades de Acción Ciudadana (UACS), situadas en locales perfectamente dotados, pero una total inasistencia de vecinos.No obstante, ellos dicen seguir funcionando e incluso celebran plenos en los que a todo bombo nombran juntas directivas. Pero el fracaso ha sido, como era de esperar, estrepitoso. Unión de Centro Democrático no ha podido hacer nada en las barriadas madrileñas.

Los partidos ya a la izquierda de IRT y el PTE han optado por nir e incluirse en luchas conas, en lugar de aumentar la confusión existente. Así, tanto -OIC como LCR han colaborado en las campañas organizadas en contra de las autopistas de peaje de Madrid-Guadalajara y Madrid-Toledo o bien en la exigencia de la erradicación del chabolismo, etcétera.

Esta dispersión asociativa derivada de una clara lucha por el control político de las asociaciones y la capitalización de la miseria de las barriadas se presenta como el dato fundamental a la hora de explicar la paralización del movimiento, cuyas acciones últimas están en manos de la Coordinadora de Chabolistas de Carabanchel y la Coordinadora de Afectados por el Decreto de Remodelación. Temas en los que la FPAV, pese a su renovación, ha quedado totalmente al margen; ni siquiera ha manifestado su postura ante el Plan Especial de Conservación de la ciudad.

Un incierto futuro

Nada más iniciarse la campaña electoral, los partidos que concurren en las elecciones se han apresurado a hablar de lo muy importante que son las asociaciones de vecinos, aunque eso sí, tendrán que sufrir una serie de cambios frente a los ayuntamientos democráticos. Lo más sorprendente de todo ha sido el giro dado por el PSOE, en el que, según ha anunciado el presidente de la Agrupación Socialista Madrileña, Alonso Puerta, el partido recomendará a todos sus militantes su inclusión en las asociaciones, «pero no con fines partidistas -se ha apresurado a puntualizar-, sino para hacer que de verdad sean unas entidades ciudadanas, interclasistas y de izquierdas».Lo más curioso es que en esto coinciden todos los partidos, incluida UCD e incluso Falange Española y de las JONS, quienes parecen haber descubierto una nueva forma de representación al margen de la familia, el municipio y el sindicato tan de sobra conocidos.

Lo cierto es que con el nuevo Ayuntamiento el movimiento ciudadano tiene que cambiar. Sus luchas no se pueden plantear de la misma manera que en años anteriores. Pero ese cambio, si se hace desde los partidos y según los intereses de su estrategia actual, puede hacer que el Ayuntamiento se quede sin los eficaces instrumentos de crítica que pueden ser las asociaciones de vecinos.

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