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La Hiruela, un pueblo al margen de las municipales

La Hiruela está situado en medio de uno de los paisajes más agrestes de Madrid, en el fondo de un embudo formado por un circo de montañas, salpicadas de nieve, con un frío tremendo. A las ocho ya ha anochecido completamente y las casas negras no se distinguen de las rocas sobre las que se asientan. Un vecino, Clemente, amigo de José García, alcalde desde hace dos o tres años, nos lleva a la tienda de ultramarinos-bar- bazar, propiedad del segundo y único centro de reunión del pueblo. Antes vimos al teniente de alcalde, cuando iba a recogerse en su casa, pero no sabía que hay pendientes unas elecciones municipales, ni quiénes son los partidos que se presentaban. El alcalde está sentado frente a un a estufa de butano, y desde el primer momento se niega en rotundo a hablar de cualquier cosa relacionada con el pueblo y con las municipales. Su recomendación es que cojamos carretera y manta, «antes que haga más frío», y volvamos por donde hemos venido. Sin embargo, no tiene inconveniente en ofrecernos una cerveza o hablar del tiempo, de lo mal que está la vida o de la falta de jóvenes en el pueblo, que lo condena a muerte en el plazo de una generación. En el bar hay otro vecino, a quien preguntamos su nombre y no lo dice, pero explica cuál es uno de los grandes problemas del pueblo: la soledad de cuatro de sus miembros. En La Hiruela quedan dieciocho o diecinueve casas habitadas. En quince de ellas viven matrimonios sin niños -sus hijos son ya mayores y viven en Madrid o en otros pueblos más importantes-, pero quedan tres hombres y una mujer que están solos y «a ver si los que mandan ahora son capaces de casarno». El otro gran problema es el monte, «pero ese ya no tiene solución». Icona ha seguido en los últimos años una política de repoblación forestal a base de pinos, lo que ha constituido un golpe mortal para la principal fuente de riqueza de toda la zona, la ganadería. En La Hiruela quedan ahora unos pocos rebaños de ovejas y algunos cerdos. En Patones, donde hace veinte años se contaban 15.000 cabras, 7.000 ovejas y algunos pares de bueyes, ya no queda nada. El ganado no tiene donde pastar, y los montes están acotados para preservar los árboles.El clima de desconfianza hacia las cámaras fotográficas y el bolígrafo no se disipa en ningún momento. Es inútil que tratemos de hablar con otros vecinos, «porque tampoco saben nada y se esconderán en cuanto el fotógrafo haga un gesto sospechoso». En un momento dado, el alcalde nos acusa: «Ya sabemos por qué vienen ustedes a los pueblos pequeños y no a los grandes. Porque aquí pueden hacer propaganda más fácilmente», y no sirve de nada tratar de convencerlos de lo contrario. Clemente es el vecino que nos presentó al alcalde. No le interesan en absoluto las municipales. Su única preocupación, la causa de todos los males, «es que la gente no quiere trabajar. España está llena de gandules que se la están comiendo».

"¿Pero no hubo ya elecciones?"

Antes de irnos hablamos con Eusebio García, otro de los vecinos, a través de la parte superior del portalón de su casa: «¿Pero las elecciones no fueron la semana pasada?» «No, esas fueron para elegir diputados. El 3 de abril son para elegir a los alcaldes. ¿Quién cree usted que puede ser el alcalde de La Hiruela.» «No lo sé. Ya me enteraré cuando quiten a éste y pongan otro nuevo.» «No, es que, ahora no tiene usted que esperar a que el gobernador civil nombre un nuevo alcalde. Lo elegirán entre los vecinos, y será la-persona en la que tengan más confianza.» «Pues siento no poder decirles nada, pero no lo sé, no conozco a ningún candidato.» Y Eusebio García parece sincero. Es mtiy posible que no haya caído en la cuenta de que él es uno de los candidatos de UCD. Las elecciones tampoco son parte de sus preocupaciones ordinarias. El desconocimiento de los vecinos respecto a los partidos es legítimo. Los candidatos de MC-OIC, PTE y ORT no son gente del pueblo. Las listas las han confeccionado en base a militantes de otras localidades y en La Hiruela no los conocen. En cambio, el alcalde parece no haber jugado limpio en el caso de UCD, -Ya que el primer candidato de este partido es él mismo, acompañado de otras cinco personas que deben ser sus parientes, dada la similitud de los apellidos. Parece seguro que el alcalde no es de UCD y que simplemente ha aceptado el ofrecimiento de presentarse con el partido del Gobierno. En La Híruela existe una especie de respeto instintivo a los que mandan. Hace tres años, cuando el presidente de la Diputación, José Martínez Emperador, visitó uno por uno los pueblos de la provincia, en La Hiruela el alcalde de entonces, que puede que sea el mismo, se mostró mucho más comunicativo y amable y respondió sin problemas a las preguntas de los periodistas. Al margen que el ser alcalde de La Hiruela no otorga ningún privilegio especial, si no es el ser objeto del respeto algo temeroso de sus conciudadanos. Efectivamente, la única tienda y bar del pueblo es suya, lo que le asegura una clientela fija de treinta personas, que tal vez se tomen un botellin de cerveza, once pesetas, o compren un litro de aceite o una linterna.

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