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Reportaje:

La falta de vocaciones ha obligado a cambiar el concepto de seminario

La falta de jóvenes vocaciones, el abandono del ministerio por parte de bastantes sacerdotes y la muerte de los curas ancianos son la parte visible y exterior de una de las crisis más graves que está atravesando la Iglesia española desde principio de los años setenta: el clero desaparece. De la euforia numérica de la posguerra, época en la que el clero se recuperaría rápidamente de la desaparición, por fusilamientos, de unos 5.000 sacerdotes durante la contienda civil, se pasó a la crisis posconciliar, que coincidió con el despegue turístico, económico y social de España. Algún sector de la jerarquía eclesiástica cree que el descenso de vocaciones ha alcanzado el mínimo y, que ya existen indicios de que se ha iniciado una recuperación. Lo dicen con motivo de la celebración del día de las votaciones sacerdotales prevista para el próximo día 19 de marzo.

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Entre los que se apuntan a una interpretación optimista de la recuperación de vocaciones se encuentra el arzobispo de Madrid-Alcalá, cardenal Vicente Enrique y Tarancón: «Da la impresión de que la crisis de los seminarios, corno la misma crisis interna de la Iglesia, derivada de su choque con el mundo actual, se está superando, aunque de una manera distinta, en las diferentes comunidades cristianas y diócesis.»En parecidos términos se ha pronunciado el rector del seminario de Madrid, Juan de Dios Martín Velasco: «La situación actual del seminario de Madrid no es ciertamente brillante. Tampoco es desesperada. Como a la Iglesia en general, las circunstancias nos han obligado a unas reformas de su estructura que tal vez hayamos tardado demasiado en emprender. Ahora vivimos en la incertidumbre de una búsqueda que, aunque numerosos indicios señalan como bien orientada, no deja de comportar riesgos y una buena dosis de incertidumbre.»

La crisis de vocaciones ha forzado a la Iglesia a cambiar de una manera radical la concepción del seminario como centro de pastoral de vocaciones. Así, del seminario como lugar de internado se va pasando al seminario como un proceso de formación desde el seno de la comunidad cristiana en los diferentes medios en que ésta se encuentra implantada. De esta manera se elimina, entre otros inconvenientes, la manera uniformada de ser, de pensar y hasta de comportarse exteriormente que se derivaban de la concepción tradicional del seminario.

«El seminario actual -dice el rector del de Madrid-, con los cambios introducidos, sigue intentando formar sacerdotes que posean una personalidad adulta y equilibrada, capaz de asumir las tensiones y sobrellevar las cargas del ministerio sacerdotal, que sean a la vez adultos en la vida teologal e intelectual y que estén formados en una actitud de solidaridad efectiva con los hombres, especialmente con los más pobres.» El sentido efectivo de la solidaridad se traduce en la inserción de los seminaristas actuales en la vida de la diócesis. Los aspirantes al sacerdocio llevan hoy un género de vida menos artificial que el que suponía el sistema anterior, puesto que viven en el medio en el que después van a ejercer su ministerio.»El seminario actual divide el período de formación de sacerdotes en tres etapas: una introductoria, en la que se clarifica la inclinación y los signos de vocación; otra de formación propiamente dicha, en la que el seminarista, en régimen de vida comunitaria, va consiguiendo los objetivos que definen el sacerdocio, y una tercera etapa de formación pastoral, que se realiza en el seno de una comunidad cristiana.

«Aunque los estudios de teología siguen constituyendo la base -añade el rector-, se aconseja a los aspirantes al sacerdocio que adquieran conocimientos e incluso el dominio y el ejercicio de una profesión civil. Se presta especial atención a las ciencias del hombre y a las circunstancias pluralistas de la cultura.» Como consecuencia de esta reconversión del seminario, que ha pasado de ser un lugar concreto de vida a una exigencia de formación, los locales de los seminarios, vacíos de aspirantes al sacerdocio, han tenido que ser dedicados a otras actividades (colegios de EGB y BUP, lugares para cursos de espiritualidad seglar, reuniones ... ). Con la nueva situación de los seminarios y de la formación de los aspirantes al sacerdocio lian cobrado especial importancia las tensiones creadas por la imposición del celibato, que obliga a los aspirantes a adecuar su vida afectiva a unas determinadas normas distintas a las de las demás personas, y por el rechazo general de las jerarquías al compromiso político de los curas. Para el cardenal Tarancón, «no hay ninguna razón para identificar sacerdocio y celibato, ya que son dos carismas distintos. La Iglesia lo mantiene por conveniencia pastoral y hasta política». «Creo -ha añadido-que no pasará mucho tiempo sin que se ordenen algunos hombres casados que ofrezcan garantías de seguridad en su matrimonio».

Sobre el compromiso político de los curas, monseñor Tarancón cree que éste es legítimo -«los seminaristas no pueden ser ajenos a las opciones políticas de su ambiente»-. No obstante, por razones nuevamente pastorales, la jerarquía aconseja a los sacerdotes no presentarse a cargos políticos.

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