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Gran Bretaña, aislada en la Comunidad Económica Europea

La postura de los británicos en relación con el conjunto de políticas del Mercado Común aísla cada vez más a los dirigentes de Londres del resto de capitales de los países de la CEE. La firme petición de James Callaghan en la cumbre europea en París de una reforma total de la política agrícola común cuenta con escasas posibilidades de ser oída, a pesar de ciertas razones objetivas. Callaghan se muestra duro frente al resto de líderes comunitarios por motivos, esencialmente, electorales. El porcentaje de personas contrarias a la pertenencia de Gran Bretaña a la CEE no deja de aumentar. Los argumentos de los anti-commun markert británicos centra casi todos los males de la actual situación socioeconómica británica en la pertenencia a las Comunidades Europeas.Los errores de la política agrícola común de la CEE, que absorbe el 76% del presupuesto comunitario, con su práctica de precios altos al productor, engendra la superproducción espectacular de ciertas variedades del agro europeo. Montañas de mantequilla, toneladas de leche en polvo, destrucción periódica de excedentes de frutos y legumbres, son hechos que contribuyen a crear un clima de malestar entre los consumidores europeos -y británicos en particular- por la gestión de la Europa verde.

Con una población activa en el sector agrícola muy por debajo de la comunitaria (2,7% contra 8,4%), los británicos tienen menos intereses agrarios que el resto de Estados miembros de la CEE. Su tradición de libre comercio y sus vínculos históricos con las ex colonias del imperio perdido acentúan las críticas de los británicos, que se resisten a pagar ciertos productos del campo europeo a precios:más elevados que los normalmente practicados en el mercado internacional.

La equivocación de James Callaghan en su planteamiento para una reforma de la política común agrícola radica, sin embargo, en el carácter global de su postura. Londres no desea revisar ciertos aspectos de la Europa verde. Quiere, sin más, modificarlo todo. Es ahí donde encuentra oposición completa en el resto de Estados miembros, que con poblaciones agrícolas más importantes de la británica, son sensibles a los intereses del campesino-elector. Por otra parte, a los británicos les falta credibilidad sobre el apoyo global al conjunto de la construcción comunitaria. Piden una revisión del agro comunitario -que sería lógica y necesaria en ciertos sectores-, pero niegan toda participación a otras políticas comunes, como la de pesca, energética y monetaria, y muestran poco entusiasmo por capítulos políticos de la idea europea, como la próxima elección directa por sufragio universal del Parlamento Europeo. James Callaghan tiene pocas posibilidades de ver realizado su propósito de reforma de la política agrícola común, a no ser que su intención sea solarriente salvar votos entre los oponentes al Mercado Común.

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