El mar de las incertidumbres
No nos engañemos, el país es una jungla. Quizá lo haya sido siempre, aunque antes con sordina; pero hoy, sin duda, es una jungla. Hasta es posible que no sólo éste, sino todos estén obligados a serlo siempre. Se ve a poco que se rasque el barniz. Mentimos los más, defraudamos muchos, traicionamos demasiados. Los egoísmos son inmensos, la solidaridad no se ve por parte alguna. Los escrúpulos de conciencia no cuentan gran cosa. Los medios no importan si sirven a los fines.Hay fases en que todo eso aflora y se hace más evidente. La presente es una de ellas. La coincidencia, ¿propiciada?, del momento crucial de la contratación laboral y el doble envite electoral agudiza las contradicciones más o menos larvadas antes.
Ganaremos algo con que cada día que pase y hasta que termine esta etapa crítica se transparentarán más las caretas y se traslucirán algo las fisonomías verdaderas (provisionalmente). Y si todavía nos queda espacio de receptividad iremos de sorpresa en sorpresa hasta naufragar en el maremágnum.
¿Hasta dónde, de verdad, estarían dispuestos a transigir los líderes sindicales? ¿Qué se propone, de verdad, la patronal con sus puntos de partida retros, sostenidos tan inflexiblemente? ¿Está segura de si el caos y sus secuelas mentales en las grandes masas le favorecerían o no en las elecciones? ¿Habría secuelas mentales? ¿Sabe el partido en el Gobierno si su precampaña televisiva, de sutileza tan burda, valga la paradoja, será fructífera o reductiva para él en las urnas? ¿Cuándo empezarán los sondeos? ¿Serán tendenciosos? ¿Tardará mucho en adoptar ritmo vertiginoso el gran baile de los cambios de fisonomía? ¿Qué ocurrirá al fin para que empiece un nuevo acto de esta antigua tragedia? ¿Se saldrán con la suya los que claman por un pesado anticiclón en las Azores con fuertes heladas en las tierras del interior? ¡Gran Dios, que mar de incertidumbres!
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