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Tribuna
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Los socialistas y la reforma del Estado

Javier Solana

Candidato del PSOE al Congreso por Madrid

Felipe González, en su reciente aparición en TVE, se refería a la desconfianza que el pueblo siente ante determinados aspectos del proceso democrático. Es este un fenómeno tan importante, que merece la pena que rios detengamos a reflexionar sobre sus causas: ¿Por qué el pueblo desconfia?

Uno de los factores que generan desconfianza es, sin duda, la pervivencia del aparato estatal heredado del franquismo. La relación entre sistema político y organización estatal es indudable: de la misma forma que un sistema político autonómico o federal no es concebible si no se dispone de una Administración descentralizada; la coexistencia de un sistema político-constitucional democrático con una Administración puesta al servicio de intereses políticos y economicos que no son los del pueblo produce toda clase de distorsiones y crea desconfianza.

Los ciudadanos españoles continúan contemplando al Estado como algo que no es suyo, casi como un enemigo; a la hora de pagar impuestos, aún hay muchos que tienen la sensación de que ese dinero que entregan se les está robando. No han llegado a impregnarse de la idea de que el Estado es de todos, y sus recursos materiales y humanos, un instrumento al servicio del bienestar colectivo, y esa idea no podrá imponerse mientras la realidad del funcionamiento del aparato administrativo la siga desmintiendo, día a día; mientras dicho aparato continue apareciendo como un gigantesco tinglado burocrático alejado de la realidad y donde la ineficacia y la corrupción en sus estratos superiores constituyen la norma.

La desconfianza en el caso de los propios trabajadores de la Administración pública se convierte en una profunda desmoralización, y utilizo la palabra en el doble sentido: la desmoralización como falta de moral de algunos -los menos- y la desmoralización y frustración que sienten la mayoría de los funcionarios, que no encuentran en su trabajo un verdadero sentido de servicio público.

Hoy por hoy, pues, el funcionamiento de la Administración resulta ser un factor retardatario, si no reaccionario, en la evolución política y económica española.

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¿Por qué se produce este desfase? ¿Por qué no se ha hecho a tiempo la necesaria reforma de los aparatos del Estado? ¿Por qué la televisión continúa siendo el primer escándalo nacional? ¿Por qué los Consejos de Administración de las empresas públicas siguen estando copados por los hombres de la dictadura?

A nuestro juicio, el Gobierno de UCD se ha mostrado incapaz de llevar a cabo esta reforma. Y ello se ha debido, sobre todo, a la interpenetración existente entre los estratos superiores de la Administración pública y los sectores de decisión de los grupos de poder económico-privados, La Administración pública no se limita a ser el instrumento ejecutor de una política de lobierno, sino que, siguiendo la inercia de décadas, tiende a ponerse al servicio de los grupos económicos dominantes. Un gobierno como el de UCD, se encuentra atado de pies y manos, por sus compromisos con estos mismos grupos de poder, para realizar las reformas que garanticen la neutralidad de la Administración, que es uno de sus principios esenciales.

Pero, además de ser incapaces, hay que decir también que el Gobiemo, en ningún momento ha tenido una verdadera voluntad de reformar la Administración y el resto de los aparatos estatales. En unos casos, porque los hombres de UCD, por sus orígenes, están acostumbrados a un estilo y unas formas de funcionamiento propios de la dictadura, con lo que se sienten cómodos; en otros, como sucede con las empriesas públicas, porque se ha buscado deliberadamente el desprestigio y empobrecimiento del sector público, con una política irresponsable dictada por los mis¡nos intereses económico-privados que mencionábamos antes.

El Partido Socialista espues, el único capaz de poner en marcha una política de reforma y modernización de los aparatos del Estado; y el único que tiene verdadera voluntad de hacerlo. Y ello por dos razones: en primer lugar, porque los socialistas llegaremos al Gobierno sin otro compromiso que el contraído con el pueblo y, por tanto, sin los condicionamientos y ataduras de todo tipo del actual Gobierno de la derecha. Además, estamos dispuestos a hacerlo porque somos conscientes de que nuestro programa de Gobierno sólo es realizable si disponemos de un aparato estatal a punto, en el doble sentido de transparencia en la actuación y eficacia en la gestión, para lo cual es imprescindible la reforma. Algunos dirán que todos estos principios de interés general, eficacia, neutralidad, lucha contra, la corrupción, pueden ser suscritos por cualquier ideología. Pero cuando se enmarcan en la ideología socialista adquieren un significado real, que contrasta con la costumbre de los que hasta ahora han detentado el poder, que nos tienen acostumbrados a ver en los altos puestos de la Administración a conspicuos representantes de intereses privados.

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