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La semana pasó con otra anécdota

Una semana más y un nuevo caso de discusión casi bizantina -el escenario del encuentro Huelva-Sevilla- ha demostrado otra vez que en el fútbol español, como en el deporte en general, sólo nos paramos en las anécdotas. Lo importante, el que aún nadie haya pensado seriamente sobre un plan de la selección que deberá representar a España en el Mundial de 1982, eso, puede aún esperar. Y ya no son cuatro años los que quedan hasta entonces, sino poco más de tres.En verdad resulta realmente triste que en este país deportivo las jerarquías hayan desprestigiado tanto los cargos en el pasado, que las decisiones de sus sucesores, para contar ahora con credibilidad, han de tener un consenso general evidente. Si no, leña a la polémica. Es bien triste que unos cuantos árbitros hayan tenido que demostrar su «nueva» honradez para que poco a poco se admitan sus errores -aunque sean siempre a favor del Madrid, como ya se vuelve a especular con Guruceta- o su autoridad. Es bien triste que si el Comité de Competición decide clausurar el campo del Huelva por los gravísimos incidentes que pudieron incluso acabar con el árbitro Ausocua (cuyo pecado fue tardar en conceder un gol legal al equipo visitante), tal decisión haya implicado necesariamente que «si el equipo hubiese sido grande, como en casos anteriores», no se habría consumado la sanción. Con esa excusa -error sobre error- podríamos estar así eternamente, cuando la solución está en hacer justicia ahora -y más severa en todos los casos- y en el futuro. Pero lo que no se puede hacer es justificar la propia suciedad, como ha hecho el hablador vicepresidente onubense, con eso o con que al Celta no le clausuraron Balaídos porque allí se identificó perfectamente al agresor de Pes Pérez.

Y después vino el tema de la elección del nuevo campo. Al Huelva, por lo que se ve, le ha tocado «perder» al no jugar en Sevilla como quería, pero por mucho perjuicio que se le haya causado -también es discutible- no puede dejar de admitir, al menos, que el Comité, sus juristas, están en su derecho de no considerar neutral el Benito Villamarín por estar precisamente en la ciudad de la Giralda. Neutral, diccionario en la mano, significa que no es ni de uno ni de otro y el campo del Betis lo cumple; pero también es discutible -y bizantino- lo que sigue: «Que entre dos partes que contienden permanece sin inclinarse a ninguna de ellas.» Punto distinto, naturalmente -y volvemos a la tristeza de tiempos pasados-, es si en la postura del Comité influyó o presionó el Sevilla, cuyo presidente es miembro de la Federación. La cuestión es clara, como en el caso de la mujer del César. No basta con ser honrado, sino que hay que parecerlo y si los clubs no estuviesen metidos o fuesen la Federación, no cabría la posibilidad y la duda de tenerlos como jueces y, a la vez, partes interesadas. Ahí vuelve a estar la clave. Mientras la asepsia total no llegue a los mandos seguirán los problemas y otro día le llegará al Huelva la hora de influir ante otro más débil.

Es igual. A fin de cuentas siempre son los clubs y Kubala, la selección y el Mundial, continúan con el mismo soniquete. Se ha solucionado el tema de la publicidad y se solucionará el de televisión, pero ¿dónde está la lista de jugadores jóvenes del «club» España-82? El partido del 14 de marzo contra Checoslovaquia será para preparar el del 4 de abril contra Rumania. Sin riesgos, sin ver más allá. Hay que ganar ahora y seguir el ritmo de los clubs. Total, el M-82 está aún lejos. Asensi, de veintinueve años, sigue de capitán.

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