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Reportaje:

Pakistán, próxima pieza del "dominó" desestabilizador en el mundo musulmán

La influencia histórica de Irán en Asia occidental equivale a la de Francia o Italia en Europa. Según señala el profesor paquistaní Eqbal Ahmad, miembro del Instituto de Estudios Políticos de Washington, el movimiento religioso iraní, constitucionalista y reformista, está privando de bases la interpretación sunita del Islam, predominante en el mundo árabe y, oficialmente, favorecida por el régimen militar de Paquistán. Así, la instauración de un Gobierno democrático en Teherán puede contribuir a restaurar el poder constitucional en Islamabad. Por el contrario, una dictadura militar iraní impulsaría la continuidad de la dictadura en Paquistán.El Tribunal Supremo de Paquistán ha confirmado la pena de muerte contra el ex primer ministro Sulfikar Ali Bhutto por el asesinato del padre de un político de la oposición en 1977. A menos que los generales que lo derrocaron salven su vida y organicen elecciones libres, este estratégico país, de 75 millones de habitantes, entrará casi inevitablemente en un período de conmociones violentas, que repercutirán directamente -sostiene Eqbal Ahmad- en Irán, India y Afganistán, e intensificarán las rivalidades de las superpotencias en el área.

Aparte del problema de Bhutto, que sólo constituye un posible detonante, lo cierto es que el actual Gobierno militar no parece en condiciones de controlar, por su misma naturaleza, los dos conflictos básicos de la nación, de legitimidad política e integración nacional, que ya en 1958, 1969, 1971 y 1977 motivaron las asonadas populares que precedieron a otros tantos golpes de Estado. Pero lo singular no ha sido esa cadena de intervenciones militares, sino la consistencia de la resistencia pública al absolutismo, que ha creado un ciclo permanente de rebelión y de supresión de las libertades, durante el cual se ha ido ahondando cada vez más el vacío entre la estructura social y el poder político.

Golpes en cadena

Inmediatamente después de la independencia, en 1947, la muerte de Mohammed Ali Jinnah, fundador del nuevo Estado, y de su segundo, Ali Khan, privó a Paquistán de líderes capaces de representar instituciones democráticas con poder real. El Ejército y la burocracia empezaron así a disputarse el Gobierno, lucha que resultó acrecentada por la alianza militar con Estados Unidos y la arbitraria supresión del primer Gobierno electo en Bangla Desh (ex Paquistán del Este), en 1954. En 1958, el general Mohammed Ayub Khan liquidó el régimen parlamentario, pero la presión popular lo derrocó en 1968.En 1970, el general Yahya Khan convocó elecciones, frustradas en 1971 por la intervención militar en Bangla Desh. La independencia de esa zona, con la consiguiente amenaza de una desintegración territorial generalizada, y el desastre de Paquistán en su breve guerra con la India, desacreditaron totalmente al Ejército.

No fue menor, sin embargo, el fracaso de Bhutto al tratar de explotar la oportunidad histórica que se le ofrecía de restablecer las instituciones. Pese a sus promesas de reformas democráticas, Bhutto suprimió el Gobierno electo del Estado de Baluchistan, donde ordenó la intervención militar, y prohibió en todo el país las actividades del principal partido de oposición, el Nacional Awani. Finalmente, en 1977 preparó unas elecciones generales, pero mantuvo a cientos de dirigentes de la oposición en la cárcel y falseó el resultado de los comicios. Por si fuera poco, reconoció parte de las «irregularidades», pero no aceptó sus responsabilidades, se negó a efectuar nuevas elecciones y llamó al Ejército para que reprimiera las protestas. La proclamación de la ley marcial en las ciudades más importantes fue declarada anticonstitucional por el Tribunal Supremo. Los generales aprovecharon la ocasión para destituir a Bhutto y convertirse de nuevo en los árbitros extraconstitucionales del pais.

Tras el golpe, el Ejército se definió como simple «administrador» y prometió elecciones para octubre de 1977. No obstante, aún sigue en el poder, desde el que ha introducido modificaciones sustanciales en la Constitución, con el pretexto de protegerla. Para ello, los militares cuentan únicamente con el respaldo de grupos conservadores aislados y con el del partido Jamaat-i-Islami, de orientación fascista, con un cuadro de militantes muy bien organizado. La falta de apoyo popular endurece, paralelamente, la actitud de los militares hacia Bhutto, a quien amenazan con ejecutar, lo cual, irónicamente, aumenta la popularidad del dirigente depuesto.

Esta crisis política, en un aparente callejón sin salida, se desarrolla en forma paralela al problema de Bangla Desh y la cuestión general de la integración nacional, acentuada por las actividades secesionistas de la población baluchi y pakhtuni, instaladas en Irán y Afganistán, respectivamente. El hecho de que Bhutto provenga de uno de los estados -el Sind- más oprimidos y potencialmente explosivos de los cuatro que componen el país no contribuye, por cierto, a clarificar el porvenir.

La dominación "punjabi"

Otro tanto se puede decir de los enfrentamientos entre las etnias y grupos religiosos de una nación en la que el 40% de su población activa no tiene trabajo, mientras el Ejército, además de ser el principal empleador, se lleva el 50% del presupuesto total. En unas fuerzas armadas con un status privilegiado, los baluchis y los sindhis apenas están representados. El 80% de la oficialidad es punjabi, originaria de unos pocos distritos rurales, frente a una población no punjabi del 45 %. Ante tal desequilibrio, aumenta, naturalmente, la ansiedad de las provincias minoritarias respeto de la preferencia de los militares por el centralismo. A la vez, la parcialidad del general Haq (sunita), encargado de la administración de la ley marcial y portavoz ideológico del partido Jamaat-i-Islami en el Ejército, intensifica los recelos de los cristianos y de los chiitas, que, en con junto, suponen el 25% de la población.La acción política de los exiliados afganos en Paquistán tiende a complicar el caos religioso y étnico doméstico, ya que la reacción del nuevo régimen promista de Afganistán a esa acción está consistiendo en apoyar, con víveres, propaganda y, probablemente, armas a los disidentes baluchis y pakhtunis. La Administración norteamericana de Jimmy Carter, partidaria en principio de la democratización institucional y de la reducción de la dominación punjabi en Paquistán, teme ahora, sin embargo, que sus presiones sobre el Ejército abran la puerta al expansionismo soviético, vía, Afganistán. El posible resurgimiento de Indira Gandhi en la India, artífice de la guerra contra los militares paquistaníes -apoyada por la URSS-, tampoco contribuye a tranquilizar al Departamento de Estado.

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