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España-CEE, hora cero

«Desde que, el 28 de julio de 1977, España presentó oficialmente su solicitud de ingreso a las Comunidades Europeas hasta el día de ayer, apertura oficial de las negociaciones en Bruselas, nuestro país no ha hecho más que quemar una etapa, la política, en el largo recorrido emprendido por nuestro país hacia su total integración en Europa. En línea ya con las instituciones democráticas de todos y cada uno de los países miembros que en la actualidad integran la CEE, España ha iniciado la segunda, cuyos resultados dependen al cincuenta por ciento de la otra parte negociadora. Hasta ahora, los partenaires comunitarios se han limitado a exigir, sin ofrecer nada a cambio.Satisfechos con el cambio político experimentado en España durante los dos últimos años, y llegada la hora de la contrapartida, no parecen estarlo tanto con la difícil coyuntura económica que sufre nuestro país, en precio precisamente -aunque no en exclusiva- a la plena democratización de las estructuras políticas españolas, con la Constitución refrendada hace poco menos de dos meses. Si decimos que las negociaciones van a ser duras, difíciles y duraderas, caemos en el tópico; pero con ello nos anticipamos a la realidad al mismo tiempo.

En la partida abierta ayer por España y la Comunidad Económica Europea no son dos los que juegan. Son nueve contra uno. Porque los miembros de la CEE van a defender no sólo sus intereses como tal comunidad, sino que cada uno de los miembros de la CEE va a plantear, por separado, los inconvenientes que nuestra integración tiene para todos y cada uno de ellos, en mayor medida para unos que para otros. Porque una cosa es la voluntad política, casi unánime en todas las fuerzas políticas europeas, y otra, la defensa de sus propios intereses, encontrados con los españoles, especialmente en algunos sectores -agrícola, textil o siderúrgico-, cuya defensa va a depender de la habilidad de nuestros negociadores, bien claro que nuestro país no debe firmar el Tratado de Roma a cualquier precio.»

6 febrero

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