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Tribuna
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Feminismo y elecciones

Frente de Liberación de la Mujer

El tema de las elecciones preocupa a los partidos políticos y a las personas allegadas a las esferas de poder. Sin embargo, no parece que provoque esperanzas o ilusiones en el ciudadano medio, sin duda por el desencanto que han ido produciendo los meses transcurridos desde las primeras elecciones.

Uno de los grupos sociales con más motivos para sentir este desencanto es el de las mujeres feministas. Después de la lucha llevada a cabo durante la dictadura para construir una sociedad que enterrara el poder y privilegios de unos ciudadanos sobre otros y, en especial, de un sexo sobre el otro, cabía esperar que los partidos políticos cuya ideología debería traducirse en la defensa de los oprimidos aprovecharan su participación en el juego político para contribuir decididamente a esta transformación social.

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Sin embargo, el mecanismo del consenso se ha utilizado en muchas ocasiones para ceder la defensa de derechos y transformaciones reales de la situación de la mujer, por otros aspectos que a los señores consensuadores les han parecido más importantes. Y, así, mientras los partidos se muestran orgullosos de una Constitución que habla de la defensa del consumidor, del medio ambiente, etcétera, consideran que han cumplido respecto a las mujeres con las declaraciones genéricas de igualdad. Porque nunca han querido entender que las situaciones de discriminación, no se superan con declaraciones; genéricas de igualdad, a la que no pueden acceder los oprimidos, precisamente por los mecanismos sociales que reproducen las situaciones de desventaja. ¿Qué significado tiene una igualdad en el papel de derechos laborales frente a la realidad de que las mujeres se siguen haciendo cargo de las tareas domésticas?

Si a esto se añade que incluso estas declaraciones genéricas se han suprimido en aspectos muy importantes para nuestras vidas, precisamente porque han sido «materia de fácil consenso», se podrá comprender que lo que estos partidos puedan ofrecer en el futuro no nos inspira esperanzas.

Los partidos políticos, incluso los de izquierda, se han mostrado como estructuras sociales machistas, es decir, como estructuras sociales que reproducen y mantienen una situación de inferioridad social y política para la mujer. Eso queda muy claro si tenemos en cuenta:

1. Las posibilidades de acceso al poder de las mujeres dentro de los partidos son extremadamente limitadas. No sólo hay pocas mujeres en las ejecutivas y ninguna es «secretario general» o «secretario de organización», sino que, incluso, en otras esferas que representan otra cara del poder, están escasísima o nulamente admitidas. Tal es el caso, por ejemplo, de las listas de diputados. Las noticias que a este respecto han aparecido en la prensa son realmente tristes: hay pocas mujeres -parece que incluso menos que en las anteriores elecciones-, y la mayor parte de ellas sin contacto con la lucha feminista. O bien son una coartada «para que no se diga », o han hecho más méritos que otros de los posibles candidatos, en los campos en que han desarrollado su actividad.

Este hecho supone que tanto las directivas de los partidos -que son las que de verdad deciden las listas-, como las bases, no consideran relevante la liberación de la mujer para la consecución del objetivo social que propugnan. Como ya he dicho, no están dispuestos a utilizar todas las posibilidades que les otorga el juego político actual, para potenciar esta lucha y conseguir el reconocimiento real de una situación de opresión.

En definitiva, los partidos salvaguardan el poder de los que lo han tomado. Comprender este hecho exigiría hacer una reflexión sobre la naturaleza del poder, tema básico -lo mismo que el del placerpara comprender la ideología feminista y el modelo de sociedad que las feministas propugnamos.

2. Los programas políticos, por lo menos los que se hicieron públicos en las anteriores elecciones, no tienen precisamente como objetivo final la construcción de un mundo sin desigualdades originadas en la dominación de un sexo por el otro. Simplemente, tratan de recoger las reivindicaciones -muchas veces mínimas- que les permiten hablar a las mujeres como si se sintieran preocupados por su situación o identificados con quienes luchan por superarla. De esta forma, temas que han saltado a la calle por el esfuerzo de los grupos feministas se toman fácilmente por los partidos en sus campañas y, luego, ni siquiera se molestan en defenderlos, sean cuales sean sus consecuencias. Parece, pues, que el objetivo final es el de ganar votos, no el de cambiar la sociedad.

La tendencia de los partidos después de la muerte de Franco a olvidarse de sus principios ideológicos para desarrollar el «realismo y pragmatismo», en el caso de las reivindicaciones de las mujeres ha tenido los mismos efectos negativos que en muchos otros campos. Se propugna exclusivamente lo que la sociedad biempensante puede aceptar.

Para colmo, se autoproclaman protagonistas en la lucha por la liberación de la mujer u otras desvergüenzas similares. Sólo si el movimiento feminista es capaz de impulsar esta lucha hasta que se gane directamente, o hasta que no quede más remedio que asumirla por todos los que detentan el poder, sólo en este caso se conseguirán cambios decisivos.

Lo que no parece que se pueda esperar es que quienes detentan privilegios, sean capaces de llevar adelante transformaciones en su vida personal y en su vida social que supongan realmente el reconocimiento de unos derechos, hasta ahora ignorados. Y esto vale tanto para las personas como para los grupos de lóder.

Finalmente, una palabra de aliento para las feministas encuadradas en partidos políticos, cuya labor es difícilmente comprendida por sus compañeros. No hay duda de que la lucha por la liberación de la mujer debe tener lugar en todos los ámbitos de la sociedad y, por tanto, dentro de los partidos. Sin embargo, es importante señalar que el trabajo de estas mujeres no alcanzará todos los resultados apetecidos si no tiene en cuenta el movimiento feminista que se desarrolla autónomamente y que hasta ahora ha ido planteando reivindicaciones que suponen caminos de lucha para todas las mujeres con el entusiasmo propio de quien trabaja por conseguir para sí mismo un puesto en una sociedad libre, justa y fraternal.

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