Al Suroeste, Los Cármenes: aproximación entre policía y ciudadanos
-Han matado a un policía municipal.-¿Cómo ha sido?
-Una espera.
-¿Terrorismo?
-Tal vez. Quizá no. Tenemos un par de hilos.
Dos representantes del PCE, de la zona del Paseo de Extremadura, entran en el pequeño despacho del comisarío jefe de Los Cármenes. Le tienden una hoja impresa. Es el comunicado del PCE en esta zona urbana condenando el asesinato del policía municipal.
-Vamos a repartirlo.
-Bien, me parece bien. Sólo puedo deciros gracias.
Es un día movido en esta comisaría. Típica comisaría de barrio a caballo del centro y de la periferia. Es un día doloroso también para una de las todavía escasas comisarías donde la población ha empezado a confiar en ella y donde, habitualmente, los problemas cotidianos se resuelven ya dialogando; donde la lucha contra la delincuencia cuenta incluso con el apoyo ciudadano.
El comisario jefe, Lorenzo Moreno, tiene una especie de lema. Algo así como, primero, humanidad, luego, todo lo demás.
Lorenzo Moreno explica volviéndose hacia los dos comunistas: «En este barrio nos entendemos. Los vecinos no nos tienen miedo. Vienen aquí con entera libertad. Discutimos las cosas. Llegarnos a acuerdos. Nos llevamos bien. En las fiestas del barrio los funcionarios, y yo el primero, estamos con los demás vecinos. Este es un buen barrio, un barrio bonito y pacífico en general. Y son ellos los primeros que nos dicen si algo va mal o nos dan una pista si alguien ha hecho un dehto.» Pregunta a los vecinos: «¿He mentido?»
Los dos comunistas dicen que no, que así es en líneas generales. Puntualizan que han tenido épocas de fuertes discusiones, pero confirman que siempre ha existido, al menos desde los últimos tiempos, un clima de cordialidad.
-Lo que a mí me duele es que esta comisaría no esté a la altura de la dignidad de los ciudadanos, para que, cuando vienen, no se agolpen aquí, o puedan usar unos lavabos dignos. Lo mismo digo de los funcionarios que aquí trabajamos, que todos somos personas. Lo que lamento es que la comisaría está a la altura del urbanismo circundante: ni asfalto, ni aceras, ni agua, ni nada -remacha el comisario jefe.
Una de las peores dependencias
Pasado el cementerio de San Isidro y cerca de Aluche, en el cruce del Camino de la Laguna con Cañorroto, hay una plazoleta. Allí está la comisaría de Los Cármenes, distrito intermedio entre el centro y el extrarradio madrileñopor la parte suroeste.
La comisaría ocupa unos locales comerciales habilitados para dependencias policiales en un edificio construido por el Instituto Nacional de la Vivienda. Data de los años sesenta. No caben ni personas ni cosas. Huele a orín. Y es perfectamente vulnerable al atentado más elemental.
Iban a abrir otra nueva en lacalle Padre Piquer. «Está terminada y puestas hasta las cortinas, pero seguimos esperando», dice el comisario Lorenzo Moreno.
-¿Por qué?
-Los vecinos se oponen a que se abra. Está situada en los bajos de un edificio de viviendas particulares. Alguien debió prever esto antes.
Mientras tanto, la comisaría de Los Cármenes continuará «careciendo de ventilaciónen los calabozos y en el local destinado a la Policía Nacional, en los servicios higiénicos de la Inspección de Guardia, destinados también al público, que tienen un metro cuadrado, y en el dormitorio del inspector de guardia, que tiene tres metros cuadrados y sirve de sala de radio, teletipo y armería», como se dice en un informe interno de la misma.
La entrada en la inspección de Guardia se hace por un pasillo de un metro cuadrado que sirve de sala de espera, en la parte posterior de los locales. Por la fachada delantera se accede inmediatamente a una sala habitualmente atestada de público, que acude a resolver asuntos de trámite o relativos al DNI, ante un mostrador tras el que atienden varios funcionarios prácticamente emparedados por cientos de legajos y carpetas que se adosan a las paredes hasta el techo. A la derecha queda el archivo, que a su vez es cuarto de útiles de limpieza, con ventanas bajas a la calle, únicas ventanas que tienen rejas, si bien resulta una protección ridícula ante cualquier accidente fortuito o incidente provocado.
Tres escalones separan esta planta de la superior, en que se encuentran los despachos, más parecidos, por su austeridad y estrechez, a los de un detective privado yanqui sin clientes que a cualquier otra habitación que tenga algo que ver con funciones de investigación policial.
«Si aquí metemos un canario ya no nos cabe el alpiste» -dice el comisario jefe, ante las circunstancias fisicas de sus oficinas y el hecho de que, al año, visiten la comisaría unas 75.000 personas.
Y añade: «Bastante tiene el que viene aquí, porque algo le pasa. Hay que darse cuenta de que en las comisarías estamos para servir al pueblo, no para servirnos del cargo. »
Desde aquí se intenta abarcar la problemática de un distrito de 25,6 kilómetros cuadrados, que contiene una población de 300.000 personas, en los barrios de Puerta del Angel, Los Cármenes, Lucero, Aluche, Aguilas, San Ignacio de Loyola, Campamento, Cuatro Vientos, avenida del Manzanares y Vía Carpetana, limitado, aproximadamente, por esta vía y la linde de Carabanchel, a un lado; la Casa de Campo, al otro; en un extremo el Manzanares y Cuatro Vientos en el otro.
Rentabilidad y fracasos
Los Cárnienes cuenta con un comisario jefe, un comisario segundo jefe y dos subcomisarios; un inspector jefe de secretaría, nueve inspectores de guardia, tres para informes, cuatro en la BIC, cuatro señoritas auxiliares administrativos y la dotación de Policía Nacional, un cabo primera y siete policías armados. Entre los medios materiales, dos coches K, radio, teletipo, teléfono y dos pockets, así como armamento.
« Para conseguir sacar los servicios hay que trabajar mañana, tarde y noche, pero no por turnos como está establecido, sino a destajo todo el mundo. Y, eso, contando con que se colabora con las brigadas, y cuando hay algo especial enseguida lo comunicamos. Es imposible atender a tanto», asegura el comisario jefe.
Lo que muchos policías se preguntan respecto a dónde están los medios con que se dice que cuentan, también se lo preguntan aquí. «No dudo que existan esos medios, no dudo que se hayan distribuido. Pero aseguro que aquí, a Los Cármenes, no han llegado», declara Lorenzo Moreno, quien, a pesar de ello, tiene una tranquilidad: «Sin embargo, esta comisaría es rentable. Nosotros, recuperamos dinero todos los meses por un montante mucho mayor de lo que importa mantener estas dependencias y a todos los que trabajamos en ellas. Vamos, que con lo intervenido en un mes amortizamos lo que esta comisaría cuesta en un año. Así es que, por lo menos, nos queda esa satisfacción personal. »
El comisario jefe, Lorenzo Moreno, se apresura a dejar las cosas en su sitio. «Cuidado, esto no quiere decir que no tengamos fracasos. Los tenemos y muchos. Aquí no nos duelen prendas en decirla. Y hasta los llevamos perfectamente clasificados, para tenerlos a mano y frescos en la memoria. Son nuestro acicate, a pesar de todo. »
Tira de archivador. Un cajón de fichas. A simple vista pueden calcularse en varios centenares de taijetas. Cada una, un asunto sin resolver. «Esto sólo es de tres meses.» Delitos variados, si bien se nota un incremento del atraco juvenil.
La desfasada organización de las comisarías madrileñas se palpa en esta de Los Cármenes de una forma inequívoca. Sólo el esfuerzo personal suple el incongruente reparto de medios técnicos y humanos.
Un informe de esta comisaría resume así su distrito:
- Los problemas de cada uno de los barrios inciden también en los demás, especialmente los referentes a transporte, escolarización y abastecimientos. Cada barrio, no obstante, es una unidad de análisis en lo social, económico y político.
- Más que en otras zonas de Madrid, se da la exigencia de puestos laborales. La inmigración aumentó la densidad de población a 543 habitantes por hectárea. Preocupa el futuro empleo por el paro actual. No todos tienen subsidio de paro, y otros, que no han trabajado nunca, lo cobran.
- Faltan viviendas, servicios generales, pavimentación, electricidad, agua, teléfonos, etcétera. Sólo hay dos mercados municipales. Es precisa una remodelación urbana que erradique las calles en forma de saco, corrija la numeración y evite los abuses urbanísticos.
- La población se distribuye en zonas semirresidenciales Y otras deficientes o paupérrimas. Junto a un nivel considerable de incultura se da también con fuerza una corriente de contracultura.
- Los trabajadores de servicios constituyen el 70%. El nivel medio de ingresos es de 3.200 dólares anuales, en el que incide un 37 % de impuestos fiscales y locales, así como el costo del transporte, al tener que salir a trabajar fuera de la demarcación la mayor parte. Sólo la mitad regresa para el almuerzo. También sale fuera la población estudiantil.
- El 90 % de las familias salen fuera de Madrid los fines de semana. Veranea un 75'%. Tienen vivienda propia un 50 %. En alquiler -media de 14.000 pesetas mensuales-, un 34 %. El 16 % vive en edificaciones de órganos estatales.
- La población ha aumentado su concienciación política. Estima que la proliferación de viviendas sociales ha coincidido con la entrega de las mismas en base a favoritismos; en consecuencia, se han producido casos de ocupaciones de viviendas y alteraciones del orden público también siente la necesidad de creación de un organismo público de gestión del transporte, que ahorre costos y elimine la contaminación. Desean quie se cumplan las promesas de la Administración. Desaprueban el terrorismo y la falta de seguridad ciudadana. Desean con ello una España más humana, más libre y más unida. Que se cumpla la Constitución y que se consolide la democracia con hechos, y no con declaraciones demagógicas. Que se imponga la paz y la convivencia.
- El movimiento ciudadano, y los partidos políticos tratan de canalizar estas aspiraciones.
La cuestión es si, con la estructura policial actual de una comisaría como la de este distrito, se pueden atender las necesidades de éste. Y, como dice el comisario jefe: «Tratamos de conseguir la tranquilidad del ciudadano. Quien consiga esto gozará de su respeto y gratitud. »
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