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Entrevista:

"Los actos de locura no son actos sin sentido"

A veces la frontera entre la creatividad y la locura es tan difícil de percibir que, en una misma persona, a lo largo de su vida, se dan etapas de alta genialidad y etapas de absoluta inmersión en eso que se llama locura. Algo así le pasó a Wilhem Reich. discípulo heterodoxo de Freud. Pero esta no es sólo la historia de Wilhem Reich. Otros grandes hombres anduvieron siempre en esa delicada frontera. «Este es el caso -explica Carlos Casfilla del Pino- de Hölderling, Strinberg, Van Goht, Nietzsche, Schuman, Von Kleis, Artaud ... » Quizá, otro discípulo de Freud, Sandor Ferenc, vivió también en ese delicado alero.. ¿Cuál es entonces la locura creadora y cuál la destructiva?«El problema de la psiquiatría, como el de la locura -afirma Castilla del Pino-, hay que plantearlo desde dos frentes o niveles epistemológicos. De ahí la ambigüedad de la psiquiatría y del concepto de locura. Hay una forma de locura a la cual conviene el modelo médico de enfermedad porque es el resultado de lesiones en un órgano que es el cerebro. Por ejemplo, las psicosis seniles, psicosis arterioescleróticas, sifilíticas... Otras formas de lo denominado locura no son asociables a lesión alguna orgánica. Para ellas -prosigue el doctor Del Pino- el modelo adecuado es el modelo de sujeto o de persona. Es por tanto, un modelo comunicacional, en tanto que el sujeto no se concibe sin la relación interpersonal o comunicacional. La conducta es un acto con sentido, con significación, intencional. El acto de locura no es un acto sin sentido, sino que es un acto sujeto a reglas. Mi libro escoge como epígrafe una frase de Shakespeare, puesta en boca de Polonio al oir a Hamlet: "Aunque eso es locura, hay método en ella." Es una frase genial... ¡Fíjate! Dicha en el siglo XVI.»

Los actos del llamado loco tienen pues, un sentido, una intención. Cabe, pues, un diálogo con la locura.

«Es evidente -continúa- que hay sujetos que no aplican-las reglas de la denotación y connotación de la realidad, entendida ésta como contexto operativo, en el cual el sujeto y sus interlocutores se encuentran pragmáticamente situados.» El loco no quiere el lenguaje de su entorno. Habla un lenguaje propio. ¿Y no hace lo mismo el artista? Intenta aplicar a la realidad las reglas de la fantasía. ¿Y no hace eso todo hombre creador o emprendedor? Pero el loco se suele quedar solo en su intento. La locura es soledad. «Aunque hay follie a deux», matiza Castilla del Pino, que es lo que sucede cuando dos se quedan solos en su mundo de fantasía. Sin embargo, a veces, son muchos más de dos los que participan de un proyecto creador o loco. Esa locura de muchos empieza, entonces, a ser realidad. «Lo que ocurre en ese caso -piensa Castilla del Pino- es que el sistema constituido por los locos en cuestión puede llegar a imponer sus propias reglas colectivas.»

¿Es entonces lo real una mera imposición de los más fuertes, una imposición de las reglas de juego de algunos? Si eso es así, la locura es un reto, o mejor dicho, un rechazo de esas reglas de juego de la realidad, rechazo efectuado en nombre de la propia impulsividad, del propio proyecto vital del individuo, que se ve así condenado a la locura. Aquí está, entonces, la síntesis genial del hombre creador: frente al loco que fracasa en el proyecto de realizar su fantasía, el genio acaba realizándola y ganando el juego porque aprende a conocer las reglas de la realidad y logra el triunfo de su proyecto con las reglas establecidas.

Identidad

Castilla del Pino lo explica así: «Mi libro parte del modelo comunicacional mediante el cual la identidad de cada uno, es decir, lo que uno es, es lo que los otros le hacen ser. Ante la identidad que uno propone, los demás no hacen otra cosa sino confirmársela o rechazársela. De aquí que la locura sea, en otro contexto, o en otro.nivel del problema, la crisis de identidad de un sujeto en un sistema social y el intento de ese sujeto de imponer su identidad al sistema. El delirio, por ejemplo, no es más que la construcción fantástica y, por tanto, irreal, nacid a del deseo por recomponer la descalificación de la identidad originaria.»El loco fracasa en la realización de su sueño: «Todo loco es un débil, un incapaz para transformar la realidad de acuerdo a las propias leyes de esa realidad. El loco creador, sin embargo, sabe efectuar la transacción entre los requerimientos de su fantasía y la tolerancia de la realidad. Y cuando la balanza se inclina decididamente hacia la locura, el creador deja de serlo y se torna estéril. Es el caso de los hombres antes citados.»

El éxito, pues, en el aprendizaje de esas reglas del juego posible señala la línea divisoria entre genialidad y locura. El éxito, que es, precisamente, uno de los factores claves de todas las terapias. «De ahí -continúa el científico español- que proyectos que van a ser realizados en el futuro y que no lo fueron en vida del creador pudieran deparar a éste la locura. Para mí, la terapia, en el fondo, sería tan sólo el fortalecimiento del yo del sujeto, fortalecimiento merced al cual se dota a su proyecto de las reglas para su realización.»

Concuerda aquí Castilla del Pino con las corrientes gestálticas que intentan la plena realización o completitud de las experiencias del calificado como enfermo o loco. Concuerda también con aquellas corrientes psicoanalíticas avanzadas que rechazan la tendencia a diagnosticar, calificar, etiquetar, etcétera -hábitos de la vieja psiquiatría heredados por el mal psicoanálisis- y escogen la dialéctica constante del puro análisis, un análisis encaminado a ayudar al analizado a realizar sus propios proyectos. «En este sentido -concluye Castilla del Pino- cualquier proyecto vital puede ser realizable. El sujeto encuentra la fórmula transaccional de realización de sí mismo y, en consecuencia, del logro final de su identidad.»

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