Desidia cultural
Con cierto retraso me entero por EL PAIS del incendio que ha aniquilado las instalaciones, bibliotecas y ficheros de algunos institutos del CSIC.La tristeza y desaliento que me ha producido la noticia me han hecho recordar sentimientos análogos que me invadieron hace más de treinta años ante un hecho de índole parecida a la de ese incendio. Entonces algunos estudiantes de la vieja y gloriosa universidad en que yo estaba haciendo la carrera vendíamos a los traperos, entre otras cosas, papel viejo (casi siempre periódicos y revistas que reuníamos desplegando diversas técnicas) con objeto de financiar nuestros vicios. Pues bien, un día descubrí en el rríodesto almacén de nuestro trapero montones de infolios y libros de otros formatos encuadernados en pergamino, algunos con maravillosos grabados y miniaturas, obras de los siglos XVI y XVII, si no más antiguas. Al inquirir del trapero el origen y destino de la mercancía, me contestó evasivamente que venía de conventos y que la vendía al peso a otros negociantes que trabajaban en mayor escala. No quiso decirme ni dejarme curiosear más. En cuanto tuve ocasión informé del caso a un catedrático muy relacionado con la biblioteca de la universidad, una de las más importantes de España entonces y ahora. Al cabo de más de treinta años no recuerdo muy bien los detalles, pero guardo en la memoria el sentimiento -casi sensación- que me produjo saber que lo que hacía el trapero no tenía remedio.
La meditación sobre el ser y el devenir de los españoles derivable de estos hechos huelga en razón de su inutilidad.
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