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Entrevista:

W. Schroeter: "Conviene pensar en nuestra deshumanización"

Entrevista con el realizador alemán

Ángel S. Harguindey

La Filmoteca Nacional proyectó en la pasada semana un ciclo de cuatro largometrajes del realizador de la República Federal Alemana Werner Schroeter, sin duda una de las personalidades cinematográficas de mayor interés e n la actualidad europea. Schroeter, de 33 años de edad, se incluye en esa brillante generación de intelectuales alemanes vinculados en mayor o menor medida al cinematógrafo como medio de expresión artística, entre los que cabe citar a R. W. Fassbinder, Win Wenders, Herzog, Peter Handke y Hellma Sanders, entre otros. Werner Schroeter concedió a EL PAIS las siguientes declaraciones.

«Quizá el nexo de unión de todos los citados tenga alguna relación con la época que vivimos conjuntamente. Todos ellos, yo mismo, y mucha gente más, descubrió al final de los años sesenta, cuando el mayo del 68, una manera muy libre de expresarse, muy creativa. Si se fija, todos los citados tienen entre treinta y 35 años.»La filmografía de Schroeter comienza en 1969 con la realización de su primer largometraje, Eika Katappa. En 1970 realiza Macbeth y Bombupilot. Al año siguiente, 1971, realiza Salomé y La muerte de María Malibrán, que concluirá a principios de 1972.

«Para esta película -declaró el realizador alemán- escribí algunos textos yo mismo, otros los tomé de Lautrémont y otros del libreto de Puccini. La historia real de María Malibrán habla de un accidente de caballo que le creó grandes traumas en su organismo. Fue desangrándose paulatinamente hasta que murió. Yo siempre pensé que murió mientras cantaba, aunque quizá no fuese así. Lo cierto es que encontré bastantes paralelismos entre María Malibrán y la época en que se rodó la película, cuando murieron Jimmy Hendrix, Jim Morrison y Janis Joplin.»

Entre 1972 y 1973 realiza Willow Springs y Angel negro. Dos años más tarde, en 1975, realiza Flocon d'Or y en 1971 inicia su primera coproducción, en este caso con Italia, para el rodaje de El reino de Nápoles. En 1978 filma All the saliers. Diez largometrajes en diez años da buena muestra de la vitalidad creadora de Werner Schroeter, que, a su vez, no difiere en mucho de la del resto de sus compañeros de generación. A esos diez largometrajes hay que añadir siete montajes teatrales con obras de Gotthold Ephraim Lessing, Oscar Wilde, Victor Hugo, Strindberg, Jean Genet y Von Kleist.

«En la actualidad preparo un montaje teatral de Lohengrim, de Wagner, y una segunda película en régimen de coproducción con Italia en la que cuento una historia de un joven siciliano que va a trabajar a la Volkswagen y, en un momento dado, mata a dos jóvenes alemanes. La película en realidad muestra el proceso a que es sometido el trabajador inmigrante y para ello utilizo los esquemas narrativos formales de todo proceso judicial. El filme mostrará también la enorme distancia que existe entre un individuo que procede de una sociedad arcaica, primitiva, y que se ve obligado a integrarse en una sociedad que hace tiempo entronizó el consumismo y el materialismo. Espero que sea una película muy feroz.»

«Pienso que no se trata tanto de reivindicar lo primitivo como cuestionar toda nuestra concepción de la vida y la existencia. No estoy capacitado para hacer una propuesta alternativa, sólo quiero hacer pensar en nuestra deshumanización. Creo que la gente en nuestra sociedad no tiene ideas propias sobre su existencia. Viven casi por inercia, sin plantearse el porqué de tantas cosas, sin preguntarse el porqué entran de lleno en el consumo y el consumismo. Por otra parte no creo que exista en la actualidad ningún sistema válido, ni en la URSS ni en China -el dato del reconocimiento diplomático entre China y Estados Unidos es revelador-. Esta película es completamente tradicional, con un desarrollo formal lineal y perfectamente legible, pero lo que no puedo asegurar es que tenga una distribución masiva y comercial. Eso ya no depende de mí.»

Quizá uno de los enigmas más evidentes de la vitalidad creadora de esta generación alemana, al menos desde una perspectiva española, sea el de la facilidad para encontrar financiación para sus proyectos. Werner Schroeter explica su método de producción.

«Mi primera película, Eika Katappa, tuvo un coste de unas 700.000 pesetas. Todas mis películas primeras, salvo Flocon d'Or, las amortizaba con lo que me pagaba la segunda cadena de televisión de Magunzia. Las dos últimas, El reino de Nápoles y All the sailers, se hicieron en régimen de coproducción, la primera de ellas con una productora privada italiana y la segunda, mi última película por ahora, con un centro suizo. Es verdad que algunos de nosotros, como Wenders y Fassbinder, ha intentado dar el salto a las grandes distribuidoras y productoras de capital norteramericano, pero yo prefiero seguir como hasta ahora, es decir, escogiendo los temas, los actores y las ideas de una manera personal, al margen de los condicionamientos de la industria.»

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