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Suárez no ha decidido si convocará elecciones después del referéndum

El presidente Suárez no ha decidido definitivamente si optará por la investidura o por la convocatoria de elecciones generales inmediatamente después de la Constitución, según confirmaron anoche a EL PAIS fuentes oficiales. Las afirmaciones rotundas en uno u otro sentido parecen consecuencia de la guerra de nervios desatada tanto en el Gobierno como en la ejecutiva de UCD, que están divididos respecto a la opción a adoptar, según reconoció ayer públicamente un miembro del Gobierno, el señor Rodríguez Sahagún.Fuentes solventes ofrecen cuatro puntos a considerar: las presiones en uno u otro sentido están desatadas y ya comienzan a circular informes técnicos dirigidos al presidente; el señor Suárez no puede actuar absolutamente solo, porque una respuesta sindical por parte de la izquierda daría al traste con sus previsiones; la Constitución y el resultado concreto del referéndum aportarán capacidad de maniobra y datos decisivos para la solución final. Por fin, no se descarta, en absoluto, la combinación de las dos soluciones: voto de investidura con elecciones generales a plazo fijo y municipales poco tiempo después.

El supuesto de unas elecciones generales exige considerar, desde ahora, las posibilidades de una formación de derecha democrática. De acuerdo con unos resultados electorales, este sector podría aportar interesantes refuerzos de imagen hacia sectores de la derecha, no muy numerosos, pero de gran influencia económica y social, y contribuir a estabilizar la situación poselectoral a base del centro y la derecha civilizada.

El Gobierno celebrará mañana una sesión informativa, y por la tarde es probable que se reúna el comité ejecutivo de Unión de Centro Democrático; ambas reuniones estarán dedicadas, principalmente, a discutir el calendario político para después del referéndum, en el que ocupa el primer lugar la decisión a tomar por el presidente Suárez, que puede ser la dimisión para dar paso a la convocatoria de elecciones generales -en cuyo caso las Cortes o solamente el Congreso de los Diputados serían disueltos por el Rey- o bien la presentación al voto de investidura de la Cámara, para obtener el nombramiento de presidente del primer Gobierno constitucional.

El secretario general de UCD sugirió anoche en Barcelona que la convocatoria electoral está en función de que haya o no suficientes apoyos para la investidura de Adolfo Suárez. Si no se produjeran, habría elecciones.

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Varios ministros urgen el calendario político para abordar un plan económico sin incertidumbre

(Viene de primera página)

El actual presidente del Gobierno y de UCD juzga indispensable formar un Gabinete con mayoría parlamentaria estable después de la Constitución. El deterioro del partido centrista en el Parlamento es grande, y los máximos responsables del partido se dan perfecta cuenta de que sin ayuda del PSOE no será posible salir adelante en caso de que la composición del Congreso de los Diputados continúe siendo la actual, es decir, en caso de que no haya elecciones.

El PSOE duda en gobernar solo

Sin embargo, el PSOE no acepta una coalición con UCD sobre la base de los resultados electorales del 15 de junio de 1977, porque considera que la relación de fuerzas a nivel popular le favorece, e insiste en que la coalición no se producirá hasta que unas nuevas elecciones generales establezcan, con mayor claridad, quién debe ser mayoritario en esa coalición. Los máximos responsables del PSOE prácticamente descartan la posibilidad de que las elecciones llevaran a este partido a una mayoría tan fuerte que pudieran gobernar solos, y aunque en público aseguran que «el partido estaría dispuesto a asumir sus responsabilidades », en privado admiten las dificultades que ello supondría.

Un nuevo factor que preocupa al PSOE, en caso de una inmediata convocatoria electoral, es la incidencia que pueda tener en la opinión pública la situación de intranquilidad creada por las noticias sobre un frustrado intento de golpe militar y por la escalada terrorista. De ahí que el PSOE se presente públicamente como un partido capaz de resolver incluso esas cuestiones, pero siendo consciente de que el electorado muestra tendencias más conservadoras cuando se producen situaciones como la actual.

En lo que se refiere a UCD, el partido y el Gobierno se encuentran divididos en torno a la solución a adoptar, y el sector económico urge una decisión para poder negociar los pactos socio-económicos sabiendo lo que va a ocurrir. En especial, las zonas conservadoras parecen más partidarias del voto de investidura del señor Suárez y no correr riesgos en una convocatoria electoral, aunque en estos momentos es imprecisa la frontera entre los partidarios de una rápida convocatoria electoral y los que se muestran favorables a un aplazamiento de la misma. La única postura oficial es que nada está decidido. «Es absolutamente infundado que esté ya decidida la opción de las elecciones generales, y el propio presidente del Gobierno prefiere que en su nombre sólo hable él mismo», comunicaban ayer a EL PAIS fuentes del palacio de la Moncloa.

Resulta lógico que el presidente Suárez quiera jugar con la sorpresa, y por ello es normal que reserve su decisión hasta el último momento, y en cualquier caso hasta conocer el resultado del referéndum constitucional y su interpretación. Quizá lo más probable -consideran fuentes oficiosas- es la presentación al voto de investidura como presidente del Gobierno con un plazo concreto para la convocatoria de elecciones generales.

Investidura con mayoría absoluta

En lo que se refiere a la investidura, existen dos posibilidades: una primera votación, que ha de ganarse por mayoría absoluta del Congreso de los Diputados (176 votos), y una segunda votación, 48 horas más tarde, en la que basta la mayoría simple (mayor número de votos afirmativos que negativos). Suárez tiene asegurada la investidura en esta segunda votación -salvo el improbable caso de que se pongan frente a él absolutamente todos los diputados que no sean de UCD-, sobre todo por la dificultad de ponerse de acuerdo a continuación sobre un candidato diferente, pero fuentes del grupo parlamentario centrista confiesan que «no gusta esta solución», porque, como es obvio, no tiene la misma capacidad de maniobra un presidente elegido por mayoría simple que por mayoría absoluta.

. Para lograr la investidura en primera votación, Suárez necesita ayuda de otros grupos parlamentarios. La de la Minoría Catalana es insuficiente para lograr dicha mayoría; la del PNV resulta, casi impensable, tras los agrios enfrentamientos de este partido con UCD durante los últimos meses -salvo una oferta espectacular del partido centrista a la Minoría Vasca, a cambio de su apoyo-; y la ayuda de la minoría comunista, que en general se supone más fácil, se observa con grandes recelos por casi todos los sectores de UCD, que no desean dar la impresión de que el partido centrista se ve obligado a depender del PCE para sobrevivir.

Obviamente, la coalición con el PSOE resolvería el problema desde el punto de vista numérico, pero ello plantea importantes problemas, a los que anteriormente nos hemos referido.

La derecha democrática

En estas circunstancias, ha comenzado a abrirse camino otra posible solución. A la vista de las circunstancias que vive el país, con claros síntomas de que sectores muy importantes por su peso específico -al margen del puramente electoral- muestran disgusto y nervios por la marcha de la situación política, y con una derecha económica y sociológica que no han encontrado aún su articulación política, el presidente del Gobierno podría intentar una operación que proporcionara a este país un Gabinete de centro -derecha, con garantías para la izquierda de que ello no significa un retorno a las cavernas, sino el paso necesario para tratar de dar orden y estabilidad a un país un tanto convulsionado.

La hipótesis circula desde hace algún tiempo, y parece algo más que un simple rumor. El problema está en determinar qué grupos o personas pueden servir a Suárez para estabilizar un Gobierno de centro-derecha sin aspectos excesivamente ultras y sin reminiscencias del pasado demasiado llamativas. En este sentido, parece que el fenómeno de la Federación de Derecha Progresista está siendo observado con particular atención desde la Presidencia del Gobierno.

Pactos después de las elecciones

Fuentes oficiosas han comentado a EL PAIS, en relación con esta posibilidad: «En el momento actual se descarta un pacto previo a las elecciones, aunque la hipótesis más lógica sea la de una negociación posterior sobre la base de la fuerza electoral efectivamente obtenida. »

En este terreno, los problemas principales se plantean, sobre todo, a nivel de las personas que pilotarían la formación. Dentro de la Derecha Progresista, un hombre como José María de Areilza tiene mejor ambiente en UCD que otro como Manuel Fraga, en base a la desatada campaña de este último contra el Gobierno y el partido centrista, mientras el primero guarda una distancia cortés o glacial, según las circunstancias, pero en cualquier caso ne- excesivamente hostil. Sin embargo, todavía no puede precisarse qué papel tendrán en la operación personas de menor nombre político, como Félix Pastor Ridruejo, presidente del Partido Unido de Alianza Popu.lar, hombre de reconocido talante liberal, y el ex vicepresidente del primer Gobierno Suárez, Alfonso Osorio, también discreto en su ininterrumpida labor política de los últimos meses, autor de un a la Constitución desde su escaño senatorial -después de expresar sus críticas al texto- y casualmente muy bien observado por sectores democristianos de la actual UCD, como pudo comprobarse en el congreso de este último partido.

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