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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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La División Azul

Escudero, el hombre de la cosa de la emigración, que viene de la cátedra y va para ministro de algo, si Pío no lo remedia (Pío o la ya cantada crisis, con Gobierno de coalición y los socialistas en Interior), Escudero, digo, se ha inventado la División Azul en demócrata. Me explico.Ha mandado este hombre emprendedor unas brigadillas de parlamentarios a Europa y América para explicar la Constitución a las colonias españolas de trabajadores o emigrantes, y que la voten si quieren. A mí me ha tocado una brigadilla que trabajaba en América (Sur y Norte), y a la que me he sumado como testigo de mi tiempo, notario de la Historia y chico de los recados.

Es una División Azul, ya digo, inversa de la otra (cuyo cronista magistral fue Ridruejo), porque éstos no han ido a vender fascismo con las armas, sino a vender democracia con las palabras. Sobre todo hemos montado el show en Santo Domingo y Nueva York. De Santo Domingo me parece que ya he contado algo. Ahora háganse ustedes la idea de que estamos en Nueva York.

Los hombres de UCD, en esta nueva División Azul, han sido sobre todo Luis Apostúa y Giménez Blanco. Luis, con sus precisiones sutiles y a veces clericales, lleno de buen sentido, moderación y hasta una cierta afectación.

Giménez Blanco, que no ha venido al Cono Sur, está brillante en el Cono Norte, como es lo suyo, y me cuenta una pintada que ha visto en Andalucía, aunque no quiere que diga que me lo ha contado él: «Vascos, qué raros zoi», dice la pintada. Por el PSOE, Virgilio Zapatero, preciso y malicioso en sus intervenciones, acaba con todas las reservas de whisky en las zonas francas de los aeropuertos. Rodolfo Guerra, socialista catalán al que a veces presentaban como del PSUC (y no lo es) me ha parecido un catalán (nacido en Chamberí), culto, sensible, literario, irónico, gordo y europeo. En el Caribe cogió una caracola primorosa, entre rocas y tiburones, y le he prometido que me la tiene prometida, pero no traga. El signo de nuestra amistad y de mi admiración, ya, es la espiral /caracola que le dibujo siempre en el aire, cuando nos vemos.

Octavio Cabezas, fajador intelectual del socialismo, iba de sherpa. Eficaz y bebedor. La División Azul llevaba un único comunista, Riera, un Gramsci joven (sobre todo los días en que se lava la cabeza), por estampa y por dialéctica. En los coloquios habla con cifras, achantando a la derecha, y fuera: de los coloquios calla, que es lo sensato. La gente, en todas partes, quería conocer al comunista. A mí me han preguntado en Nueva York y en todas partes:

-¿Usted cree que ese chico comunista es sincero?

-Si no lo es, señora, tampoco se lo va a decir a usted.

Un comunista español, educado, culto, tímido y bien preparado, junto a los democristianos y los postfranquistas, es algo que América no acaba de entender. En Santo Domingo se encontraron una colonia confortable, simpática y recelosa, con señoras de Fuerza Nueva y progres a distancia.

En Nueva York se han encontrado al doctor Negrín, hijo del mítico Negrín, que le dice a Giménez Blanco:

-Como ustedes, ahora, en España, son todos tan de izquierdas, uno casi no se atreve a hablar...

López Agudín, periodista duro, radical y claro, me dice en la planta cien de un rascacielos neoyorquino:

-Estoy hasta los mismísimos... de Estados Unidos de América del Norte.

Esta División Azul también se ha encontrado la nieve, como la otra. La nieve de Nueva York, la hospitalidad de Piniés (al que no conseguimos robarle una cuchara de plata, por la vigilancia de los criados) y el escepticismo/entusiasmo de una colonia española que no sabe qué votar. A la vuelta, el tancazo de don Marcelo u Operación Trento de los obispos francovallisoletanos. O sea la retaguardia abandonada. Así se frustran siempre nuestras divisiones azules, don Ramón (Serrano Súñer).

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