_
_
_
_

Acercamiento del tradicionalista Lefébvre al pontificado de Juan Pablo II

Juan Arias

El arzobispo Marcel Lefébvre, suspendido a divinis por Pablo VI y, por tanto, incapacitado para celebrar los sacramentos, fue recibido por el papa Juan Pablo II, en audiencia privada, el sábado por la tarde. La noticia debía ser secreta, pero por casualidad el periodista vaticanista Benny Lai pasó el día citado delante del palacio del Santo Oficio y reconoció el coche Peugeot, matrícula CH-VS-2877, propiedad del obispo rebelde, entrando en el Vaticano. Interrogado el jefe de prensa del Vaticano, confirmó la noticia de la audiencia, pero no dio ningún detalle. Dijo sólo que el encuentro había sido pedido por monseñor Lefébvre.

Más información
Historia de un cisma

En ambientes cercanos al arzobispo francés se ha podido saber que monseñor Lefébvre esperaba la respuesta del Papa desde hace diez días en su residencia de Albano, a pocos kilómetros de Roma, y temía que el papa Wojtyla no lo recibiera. A juzgar por el gran silencio que por ambas partes ha rodeado esta audiencia inesperada, algunos observadores piensan que las negociaciones para un acuerdo entre Juan Pablo II y el duro arzobispo francés han comenzado en un clima menos tenso que durante el pontificado de Pablo VI.El único comentario a esta audiencia, que duró una hora y cuarto, llegó ayer a Roma desde París. El padre Moreau, representante francés de Radio Vaticana, declaró en una entrevista: «Es un acto que sirve para calmarlos ánimos. Antes de buscar la unidad con los de fuera, el Papa desea restablecerla dentro de la Iglesia. »

Otro dato significativo es que esta vez Lefébvre, después de la audiencia papal, no fue locuaz, como lo había sido otras veces después de hablar con Pablo VI. Prácticamente respondió con el monosílabo oui (sí) a las preguntas de los periodistas acerca de la posibilidad de nuevos contactos con el papa Wojtyla.

Los primeros comentarios que se hacen en Roma son que el arzobispo rebelde probablemente se ha dado cuenta de que con el gran prestigio del nuevo Papa y su carácter decidido no puede seguir amenazando, y que él y los suyos han pensado que es mejor llegar a un acuerdo. Al parecer, la primera cosa que ha pedido al Papa el arzobispo rebelde es la anulación de la suspensión a divinis, que considera contraria a la justicia. Monseñor Lefébvre había llegado con Pablo VI a una verdadera «incompatibilidad de caracteres». De hecho, había llegado a insultarlo y lo había acusado de protestantizar la Iglesia, de haber aceptado el comunismo, de permitirse escribir encíclicas cuando era sólo un «teólogo inexperto», y que debía dimitir porque se había puesto fuera de la fe genuina.

El mismo día en que recibió a monseñor Lefébvre, el papa Juan Pablo II había pronunciado un discurso muy abierto a los miembros del Secretariado para la Unión de los Cristianos, presidido por su titular, el cardenal Giovanni Willebrands. En este discurso había dicho que la desunión de los cristianos era un escándalo intolerable, que el Concilio había empujado a la Iglesia hacia un acto de coraje para buscar la unidad, dejándose «inspirar por el Espíritu Santo». Dijo también que era necesario «dar gracias a Dios por el camino que la Iglesia había hecho después del Concilio».

Si monseñor Lefébvre había intentado con Pablo VI condenar el Concilio como una «aventura herética» de la Iglesia, no cabe duda que con Juan Pablo II el arzobispo dará la batalla en otro campo, porque sabe muy bien que desde el primer día de su pontificado, como subrayan hoy todos los comentaristas italianos, se presentó a la Iglesia no sólo como el Papa que desea ser fiel al Concilio, sino como quien desea «sacar a la luz todo lo que en el Concilio está aún por descubrirse».

Aunque últimamente había perdido muchos apoyos en Roma y había sido criticado incluso por algunos ambientes tradicionalistas como «demasiado exagerado», monseñor Lefébvre no es un hombre fácil. A sus 72 años está lleno de energía. Fue un arzobispo famoso y ejemplar antes de su rebelión. Había sido superior general de una congregación religiosa hasta 1969. Ha fundado comunidades no sólo en Francia, sino también en Suiza, Inglaterra, Estados Unidos, Italia, Bélgica y República Federal de Alemania. Cuenta con una fuerza financiera muy sólida, está unido a toda la vieja aristocracia romana y polariza a todos los nostálgicos de la vieja Iglesia de antes del Concilio y a todos los católicos visceralmente anticomunistas. Pablo VI lo había suspendido a divinis el 24 de julio de 1976.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_