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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Energía frente a indisciplina

LOS TODAVÍA oscuros sucesos de la noche del 16 de noviembre constituyen la confirmación de que las provocaciones terroristas han horadado, aunque sea sobre superficies mínimas, el tejido mismo de las Fuerzas Armadas.La enérgica e inteligente actuación del Rey, que no suspendió su proyectado viaje a Latinoamérica, del presidente del Gobierno y del teniente general Gutiérrez Mellado, el sentido de la disciplina, del patriotismo y de la ciudadanía de los altos mandos y oficiales que pusieron al descubierto los entresijos de la conspiración, han abortado en la nuez la intentona de un golpe de mano de perfiles aún confusos. Las instituciones democráticas y los ciudadanos amantes de las libertades tienen, así, un nuevo motivo de aprecio y de respeto hacia quienes asumieron su defensa. A nuestro juicio, en España no existen las condiciones internacionales y nacionales, ni los supuestos políticos,, sociales y económicos para un golpe de Estado con éxito. Sobre todo, y principalmente, porque el Ejército se ha mostrado disciplinado y unido, salvo las excepciones apuntadas, y es un hecho probado que la mayoría de los oficiales contactados por los conspiradores pusieron los hechos en conocimiento de la superioridad. Por esa razón, no sería correcto sembrar la alarma y tocar a rebato. Sin embargo, tampoco cabe minimizar el incidente ni reducirlo a los perfiles grotescos de un esperpento de Valle-Inclán. Pero, aunque los sucesos de la noche del 16 de noviembre sólo merezcan el nombre de tentativa de cuartelazo, acontecimientos de esta naturaleza pueden producir traumáticas interrupciones en el camino hacia la normalización democrática y la pacificación del país. Sería un grave error de perspectiva considerar lo ocurrido como un hecho sin consecuencias. En un medio no modificado, las mismas causas producen siempre los mismos efectos. La desestabilización de las instituciones, democráticas y el intento de manipulación con ese fin de las Fuerzas Armadas no es un suceso puntual, sino un proceso. Mientras los grupúsculos de la ultraderecha continúen teniendo facilidades para introducir su propaganda en los medios militares, mientras no se ponga al descubierto la fuente de financiación de organizaciones y empresas cuyo único objetivo es fomentar la intoxicación de las Fuerzas Armadas, la sombra del golpismo aventurero perdurará entre los temores de los ciudadanos. Por eso es preciso aplicar con rigor el Código de Justicia Militar y los Tribunales de Honor a aquéllos contados oficiales que quebranten la ley y la disciplina, y aclarar sus vinculaciones y complicidades con los círculos políticos y financieros que los utilizan y manejan.

La inmensa mayoría de los jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas han demostrado su capacidad para acatar y asumir los principios de una sociedad democrática, cuya clave del arco es la subordinación del poder militar al poder civil legitimado por la soberanía popular. Los largos y calurosos aplausos al teniente general Gutiérrez Mellado en Cartagena, después de que éste ordenara el arresto del teniente general Atares, es la última y más espectacular prueba de ese hecho. En otro lugar de este mismo periódico, un teniente-coronel resume, al reivindicar su buen nombre y del Ejército entero, las líneas de ese pensamiento: «La medicina, para los médicos, la abogacía, para los abogados, y la política, para los políticos. » España necesita unas Fuerzas Armadas unidas y modernas, estrechamente ligadas al pueblo al que sirven, garantes de los derechos constitucionales y capaces de defendernos de agresiones exteriores. Y es una actitud suicida y culpable la de quienes, militares o civiles, tratan de llevar a sectores de las Fuerzas Armadas a un aventurerismo imposible que atenta contra la soberanía popular y las instituciones del régimen.

Por esa razón, es ahora un deber inexcusable del presidente del Gobierno llevar hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga, y pese a quien pese, el esclarecimiento de los sucesos de la noche del miércoles al jueves, a fin de exigir responsabilidades, de aplicar sanciones, de buscar los orígenes de la conspiración y de sacar a la luz las posibles conexiones e implicaciones, dentro y fuera del Ejército. Cualquier tentativa de hacer retroceder a la sociedad española, comprometida con la democracia y la libertad, hacia el autoritarismo y la represión, encontraría la firme oposición de los millones de hombres y mujeres que, el 15 de junio de 1977, votaron a favor del cambio y del pluralismo. Ante los intentos de poner en escena un pronunciamiento digno de la España del siglo XIX o de la América Latina del siglo XX, los gobernantes de este país deben saber que cuentan con el apoyo masivo de una sociedad lanzada, de manera ya irreversible, hacia la libertad y la modernidad, y de la que forma parte, irrecusablemente, el propio Ejército.

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