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Asesinato del magistrado Mateu

Hoy será enterrado el último presidente del desaparecido Tribunal de Orden Público

El asesinato del magistrado José Francisco Mateu Cánoves, perpetrado a media mañana de ayer cerca de su domicilio, en Madrid, por personas hasta ahora desconocidas, ha sido condenado por fuerzas políticas del más diverso signo, por centrales sindicales, personalidades públicas y diversos colectivos profesionales próximos a la Administración de Justicia. El antiguo presidente del Tribunal del Orden Público (TOP), y en la actualidad magistrado suplente del Tribunal Supremo, será enterrado esta mañana después de que sea oficiada una misa de corpore insepulto en la sede del Tribunal Supremo, donde ayer quedó instalada la capilla ardiente.

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José Francisco Mateu, 58 años, magistrado suplente de la Sala Sexta del Tribunal Supremo y antiguo presidente del desaparecido Tribunal del Orden Público (TOP), asesinado ayer por la mañana por un comando terrorista cuando salía de su domicilio, será enterrado a las doce de la mañana de hoy, después de que sea oficiada una misa en la capilla ardiente, que quedó instalada en el salón de los Pasos Perdidos, en la sede del Tribunal Supremo. Ningún grupo ha reivindicado, hasta el momento, el atentado.Sobre las diez menos veinte de la mañana de ayer, el magistrado suplente de la Sala Sexta del Tribunal Supremo, José Francisco Mateu Cánovas, salió de su casa, en la finca número 26 de la calle de María de Molina, en Madrid. Como todos los días -parece ser que era un hombre muy metódico-, dobló la esquina de la calle de Claudio Coello, camino de su trabajo. Unos segundos después, cuando había recorrido doscientos metros desde el portal de su casa, dos jóvenes que permanecían entre dos coches aparcados en esta calle, se abalanzaron sobre él, y, a quemarropa, le dispararon una serie de tiros que le provocaron la muerte instantáneamente.

«Eran dos jóvenes. Creo que después se fueron en una moto. Pero no sé más, no sé más. Le dispararon justo en la cabeza y ahí se quedó -y señala al quicio del portal del 130 de Claudio Coello- hasta que llegó la policía. Estaba ya muerto. Pero no sé más, no sé más. Déjeme, por favor». Este es el testimonio de una vecina, que presenció directamente el asesinato del señor Mateu que, todavía con los ojos llorosos por la impresión, contestaba como podía a los periodistas que se agolpaban a la puerta de su casa.

Otro testigo directo del asesinato, el portero de Claudio Coello, 130, fue curado de una herida producida en un tobillo por una bala rebotada. Joaquín Gallego fue atendido en el Equipo Quirúrgico de la calle Montesa, donde su estado fue calificado de leve.

Unos quince minutos después de producirse el atentado llegó la policía. La tardanza en acudir al lugar del suceso fue justificada por la intensidad de tráfico que había a aquella hora en Madrid. Sin embargo, la agencia Europa Press, en un despacho facilitado al mediodía, especulaba con la posibilidad de que un grupo de apoyo al comando que realizó la acción terrorista hubiera formado voluntariamente un atasco de tráfico en la zona, con el fin de facilitar la huida de los autores materiales, ya que, durante algunos minutos, no transitó por la calle Claudio Coello ningún vehículo.

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Este extremo no fue confirmado por la nota oficial facilitada por la policía ni por la Policía Municipal, que, concretamente, aseguró a EL PAIS que no se había producido ningún embotellamiento anormal en la zona a lo largo de toda la mañana.

Cinco casquillos y una bomba

La nota policial, después de hacer una breve explicación de los hechos, asegura que, en el lugar del atentado, fueron recogidos cinco casquillos de bala, marca FN, del calibre nueve milímetros Parabellum, y una granada, del tipo piña, sin explosionar, abandonada por los terroristas en su huida. Durante casi toda la mañana se estuvo especulando con la posibilidad que existiera otra granada -al parecer, por un testigo presencial-, que no logró ser localizada. En su búsqueda intervinieron artificieros del Ejército, al mando de un subteniente armero, en colaboración con funcionarios municipales que facilitaron su acceso a las alcantarillas de la zona.Inmediatamente después de la llegada de las fuerzas policiales, el cuerpo del señor Mateu -presumiblemente, sin vida- fue trasladado a la Ciudad Sanitaria La Paz, donde los médicos de guardia no hicieron otra cosa que certificar su defunción y ordenar el traslado del cadáver al pabellón de anatomía patológica del centro, donde fue realizada la autopsia.

Al poco de conocerse la noticia del asesinato del magistrado. fueron montados servicios de control de vehículos en todas las carreteras que salen de Madrid, así como en varios lugares considerados estratégicos, si bien la operación policial de búsqueda del comando terrorista no afectó sensiblemente a la vida ciudadana. De todas maneras, parece ser que la policía tiene la creencia de que los autores materiales del asesinato no han salido de la ciudad, ya que un núcleo urbano de las dimensiones de Madrid ofrece mejores posibilidades para esconderse que cualquier otro lugar.

Uno de los hijos del señor Mateu, Jaime, recibió la noticia del atentado contra su padre por los periodistas que se encontraban en el lugar del suceso. Su reacción fue decir: «Esto ya se veía venir.» Al ser preguntado sobre la posibilidad de que su padre hubiera sido amenazado recientemente, respondió: «Sí, de ETA y toda esa gente».

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