El futuro de la Legión
EN EL contexto de la reorganización de nuestras Fuerzas Armadas habrá de alcanzarse algún día la cuestión delicada de las tropas legionarias. Cuestión que se tilda de «delicada» no por cuanto los jefes y oficiales cuya hoja de servicios pase por la Legión ofrezcan serios reparos objetivos a una remodelación de esta fuerza, sino por la historia -también la emocional, pero no sólo la emocional- y los servicios al país acumulados en los banderines de los tres tercios.Objetivamente, de lo que se trata es de «trasladar» a la realidad operativa y tecnológica de nuestros días una fuerza de choque fundada por Millán Astray en los comienzos del siglo XX con la metodología y el espíritu de las tropas coloniales europeas de choque del siglo XIX. Según todos los datos, tanto Millán Astray como Franco se inspiraron en la Legión extranjera francesa, que, posteriormente, sufrió sus propias remodelaciones hasta convertirse en una más de las unidades de intervención inmediata del Ejército galo, desprovista de la mística aventurera de Beau Geste.
Un ejercicio de meditación sobre el uso táctico de la Legión en la actualidad -aun en el caso de conflictos localizados- lo ofrecería el riesgo bélico corrido por nuestro Ejército en 1975 y en el Sahara, frente a una hipotética agresión marroquí en toda regla. No son precisos extensos conocimientos castrenses para deducir que aquel eventual choque armado (haciendo abstracción de sus derivaciones internacionales) lo hubieran dilucidado tanto en Seguia el Hamra-Río de Oro, como en el archipiélago canario, Ceuta y Melilla, la Armada, la Aviación, fuerzas aerotransportadas y columnas blindadas.
Ahora mismo los tercios, acantonados en Ceuta, Melilla y Fuerteventura, no pueden considerarse, en absoluto, como la única garantía de seguridad militar de los territorios en que se encuentran acuartelados. Junto a su valor acreditado y el rigorismo de su disciplina (incluso frente a su dotación de una agrupación blindada ligera de factura francesa) se levantan los imperativos tecnológicos y de modernización de los Ejércitos.
Si se aspira a la reducción progresiva del servicio militar obligatorio, al incremento de nuestras unidades de operación inmediata, a la mejora de la dotación del Ejército, a seguir en definitiva una línea de creciente profesionalización militar que nuestros cuadros militares vienen reclamando desde hace largo tiempo, habrá que contar con la Legión. Unos piensan que la Legión, con su actual filosofía de reclutamiento y operatividad, podría nuclear una futura élite de intervención militar española. No parece esta la única solución, y ni siquiera la más recomendable. Pensamos más bien que los tercios podrían integrarse en unidades altamente especializadas, capacitadas para la defensa ante una agresión exterior, y muy profesionalizadas.
En cualquier caso es este un problema de urgente resolución al que, suponemos, la ley Orgánica de la Defensa dará respuesta en un futuro próximo.
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