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Reportaje:

El Castillo de Belmonte comienza a derrumbarse por falta de cuidados

Aunque un empleado administrativo de las oficinas que los duques de Peñaranda, actuales propietarios del castillo tienen en Madrid ha dicho a EL PAÍS que «el castillo no se vende», lo cierto es que los duques, ilocalizables por encontrarse de viaje, no han desmentido oficialmente tal noticia, que se viene aireando en los periódicos desde el pasado mes de septiembre.Los belmonteses -no todos se han enterado de que el castillo, uno de los más importantes de España, pueda estar en venta- se han indignado porque lo consideran como suyo y desde siempre han contribuido a su mantenimiento. Pero esta vez no van a poder con una suscripción popular de la envergadura que exigiría esta compra, como tampoco pueden costear las necesarias obras de restauración, que con carácter de urgencia deben aplicarse en su artesonado y en algunos tramos de sus torres y murallas.

Alguien ha apuntado sin demasiado convencimiento que quien adquiera el castillo al menos procurará su mantenimiento, aunque sea para su paticular expansión. «De cualquier manera, se venda o no se venda, como no se tomen medidas urgentes -ha dicho el alcalde de Belmonte, José Almodóvar-, ante un invierno medianamente crudo, la zona norte se vendrá abajo.» Los inviernos de La Mancha, efectivamente, son muy duros. Lo dicen en Belmonte.

Belmonte, en Cuenca, es un pueblo manchego que apenas sobrepasa los 3.000 habitantes (5.000 en verano, porque la tierra les tira a los que han emigrado a las grandes ciudades). Tienen viñas, pero sobre todo cereales. Nada de industria, sólo una fábrica de grifos. El pueblo está perfectamente cuidado: casas blancas, calles bien asfaltadas. En 1976 se llevó el primer premio de embellecimiento.

Con el castillo, Belmonte también ha heredado una estructura feudal de sus tierras. La mayor parte del terreno cultivable pertenece a dos. grandes terratenientes: un particular, que reside fuera del pueblo, y una fundación (Moreno Baillo), que posee 2.700 hectáreas de terreno.

Una piadosa señora, Concha Baíllo Moreno, dejó al morir, hace cinco años, todos sus bienes rurales (esas hectáreas ya enumeradas) a una fundación que debería prómover un colegio, regido por monjas, «en el que fueran recogidas en régimen interno niñas huérfanas necesitadas, en número máximo de veinticinco, hasta la mayoría de edad o antes si contraen matrimonio». Si estas necesidades iniciales se cubriesen los fondos restantes deberían distribuirse entre los conventos de frailes y entre los pobres de Belmonte.

La dirección y administración de este patronato se encomendó al obispo de Cuenca -a la sazón monseñor Guerra Campos-, al alcalde de Belmonte y a un tercer hombre bueno elegido por los dos anteriores, que ha recaído en el médico, Sebastián Grande, en calidad de vocal. Existe un cuarto hombre en el patronato, que tiene prácticamente todos los poderes, el administrador.

El alcalde, que es de UCD, y el médico, que es «independiente con ideas socialistas», pretenden destinar los fondos de esta ftindación a finalidades menos anacrónicas que la de esas «obras pías» y,contribuir a erradicar los problemas de paro, de puestos escolares, de vivienda, de jubilación, y todo ello mediante la adecuada explotación de estas tierras que estaban sin cultivar. Estas pretensiones han sido denunciadas por el administrador ante los tribunales, so pretexto de que querian recortarle los poderes. Así que mientras que dos de los miembros de la fundación están pendientes de juicio, el tercero, monsenor Guerra Campos, se inhibe recluido en el silencio de su vaticano de Cuenca.

«Tiene Belmonte un castillo, fundado por Juan Pacheco, marqués de Villena, en 1456 -como muy bien explica el agente municipal y guía del castillo durante casi veinte años, Emilio Cerezo-, cuya planta es curiosísima y única en España; se ha definido como poligonal, triangular y estrellada. Castillo-palacio, a diferencia del resto de castillos que rodeaba esta región, que son castillos-fortaleza posee dos edificios, destinados a la vida civil, que se cortan en árigulo, y en su base se eleva una robusta torre de planta rectangular en la que se concentraba la vida militar y guerrera. «Su interior es de gran magnificencia con galerías góticas, salones ricamente artesonados, de estilo mudéjar, soberbias chimeneas, ventanas labradas, rejería, escaleras...»

«Desde sus almenas se distingue en primer lugar la muralla, que circunda casi todo el pueblo; la colegiata (recién restaurada); el palacio de don Juan Manuel (que Herrera Esteban lo pensó para parador nacional de turismo y hoy está definitivarriente en ruinas).

«Desde lo más alto se ve Villaescusa de Haro, desde donde el cardenal Cisneros trasladaría la Universidad a Alcalá de Henares.De Villaescusa -explica el guía- salieron entonces once obispos, siete de ellos nacidos en la misma calle. Casi en la lejanía, a cuarenta kilómetros, se distingue el castillo de Garci-Muñoz, donde muere el poeta Jorge Manrique tras ser herido de gravedad por las tropas del rnarqués de Villena.»

Los actuales dueños, los duques de Peñaranda, emparentados con la casa de Alba, de quien recibieron el castillo, nunca han pagado contribución de esta posesión; al menos no consta en la alcaldía de Belmonte.

Desde 1973 se ha dado la alarma a la Dirección General del Patrimonio Histórico sobre la erosión del castillo. La Administración sólo ha reparado pequeños trozos en las almenas de las murallas, pero ha abandonado lo principal, paredes y artesonado. En 1977 el Ministerio de Cultura comunica al alcalde que tiene un proyecto de restauración global del castillo, orientada prioritariamente a zonas de peligro. Este peligro de desprendimiento es real, de tal manera que las autoridades locales se ven obligadas a suspender las visitas. El pasado 17 de octubre el alcalde escribe por segunda vez al Ministerio denunciando el progresivo deterioro.

Por su parte, la senadora por Cuencia Amalia Miranzo, del Grupo Socialista, formuló una interpelación al Gobierno para pedirle los criterios, prioridades y actuaciones seguidos en la conservación y protección del castillo, incluso la anterior dueña, Cayetana Alba de Aguirre, a quien habían pedido en Belmonte que intercediera por la cesión del castillo al Estado, a raíz de su boda con el director general de Música, Jesús Aguirre, intervino en el asunto. «Les he aconsejado (a los duques de Peñaranda -dijo-, que hagan la cesión para que el castillo de Belmonte se salve.»

Mientras la Administración da la callada por respuesta, y el castillo se derrumba, muchos de los habitantes de Belmonte dicen que cada vez van a ser menos los hombres con cámaras y focos potentes, y las actrices que van a acercarse con sus caballos, espadas, tiendas y ropas medievales a rodar El Cid, Las hijas del Cid, El rey cruel, La ruta del Quijote (películas que tanto dinero han dejado al pueblo) y que ni siquiera se arrimarán los del Renault-7 a lanzar su nuevo modelo. «A pesar de todo, es nuestro castillo», aseguran .

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