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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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El Retiro

Yo voy mucho al Retiro porque al Retiro iban Baroja y todo el 98, a pasear y a que. les doliese España, y yo quiero ser del 98, mucho mejor que de los de ahora, que son todos estructuralistas o unisex Preciados.Por otra parte, siempre hay, mal que bien, alguna ninfa inconstante que pasear por el Retiro, porque, como decían Goethe y Juan Ramón, en la soledad sólo encontrarás lo que previamente hayas llevado tú a la soledad. Y en el Retiro no encontrarás otras ninfas de las fuentes municipales que la ninfa que te hayas llevado del café.

Pero a lo que más voy al Retiro (y aquí ya supero lo personal para entrar en lo municipal, que a su vez es lo constitucional) es a recontar los árboles, que cada vez que entra alcalde nuevo los cuento otra vez, a ver cuántos se encontró a la toma del cargo y cuántos deja al cese. El alcalde es el enemigo natural del árbol. Don José Luis Alvarez, alcalde de Madrid/Vaguada, debe saber que yo no voy a Perdonarle ni un árbol del Retiro, que los tengo todos contabilizados y alguno grabado con corazón y nombre de taquimeca, si la tarde se dio bien.

De modo y manera que soy guarda jurado espontáneo del Retiro, guarda autotitulado, y ya me está haciendo la escarapela mi señora, en casa, con unos recortes de bandera roja de cuando éramos rojos. A este menester particular o hobby, como decimos los multinacionales, suelo dedicarle las tardes de los sábados, día feriado para mí en esta feria incesante de los artículos.

Y he aquí que llego al Retiro la otra tarde y me lo encuentro lleno de Santo Rosario. Decía Ramón que el escritor madrileño es mezcla de Retiro y fracaso, dé Retiro y éxito, de Retiro y estilo. Según. Bueno, pues ahora es mezcla de Retiro y rosario. El primer sábado de cada mes (precisamente mi día de guarda jurado de paisano, con la escarapela debajo del Pierre Cardin), a las cinco de la tarde, el Retiro se llena de personas impedidas, paralíticas o peatonales que, esgrimiendo un santo rosario, convierten el jardin municipal, pulmón de Madrid y mar menor cabalgado en bronce por don Alfonso XII, en una plegaria múltiple, desafinada y contumaz.

El impuesto religioso será a repartir entre todas las religiones, querido y abnegado Paco Ordóñez, pero el Retiro ya se lo habéis dado a los de una sola confesión. Hyde Park, que como ustedes saben es el Retiro londinense, y por donde yo paseo con Pitita cuando voy a verla a la Embajada, tiene un córner de los oradores donde cada cual suelta su santo rosario racista, antirracista, capitalista, anticapitalista, adventista, maoista o bakuninista.

El rincón de los oradores de Hyde Park es la proa afilada de la gran nave empavesada de la democracia inglesa, cuya manga y eslora se miden por el Parlamento y cuyo mascarón o cariátide es la señora Tahtcher con los maduros senos de purpurina al viento de la Mala Real Británica. Pero no estoy, para mi malaventura, en Hyde Park con Pitita ni con una joven pasota irlandesa venida a compartir conmigo el esplendor en la hierba, sino que estoy en el Retiro madrileño, municipal y espeso, que ya asqueaba al padre Rubén, maestro mágico, liróforo celeste y verleniano, como cuando las Tullerías se le llenaban de tullidos y los Campos Elíseos de Eliseos provincianos.

Me compro un rosario, como un salvoconducto, y observo al personal. No es que a estos magnos rosarios sabatinos, comunales, ajardinados y panteistas hayan sido invitados piadosamente los minusválidos (cosa que seria muy de admirar), sino que, sospecho, esta apoteosis del orapronobis se ha montado mayormente para ellos, como un, Lourdes municipal sin otras fuentes milagrosas que la del Angel, que precisamente es el Angel Caído, en el Retiro, o sea el demonio. Fuera con la fuente, aunque sea única en el mundo.

La manipulación del subnormal, del impedido, del minusválido, me parece así morbosa, cuando menos -y desde luego interesada-, pues es evidente la insistencia en invitar y acarrear enfermos a los rosarios del Retiro, como reforzando la plegaria contra una España que-ha-dejado-de-ser-católica y contra una Constitución que deja fuera a Dios y a Fidel Carazo, con la plegaria siempre enterritcedora y respetable de los que ya no pueden esperar nada del siglo y sólo miran al cielo del Retiro que, por menos contaminado, quizá les parecerá el cielo de verdad. La sentada de los que no pueden ponerse de pie me parece la más manipulada y manipuladora de las sentadas. No se debe utilizar la enfermedad del sujeto como argumento del político. Para otro sábado me iré al cine.

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