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Reportaje:

Bomberos, la mitad de lo necesario

Madrid, la ciudad más grande y con mayor densidad poblacional de este país, necesitaría contar con un cuerpo de bomberos compuesto, como mínimo, por 3.000 hombres, y que el número de vehículos de primera salida se viera aumentado, por lo menos, a treinta. La realidad actual es que esa ciudad tan grande y tan densamente poblada, cuenta con algo menos de ochocientos bomberos y con sólo dieciocho coches de primera salida. La conclusión no puede ser más que una: el ciudadano madrileño está, en lo que a prevención de riesgos se refiere, a expensas de que en el lugar en que se encuentra no se declare un gran incendio. Si eso ocurriera, todo serían lamentaciones. Pero la verdad es que nadie ha puesto al servicio del ciudadano-contribuyente todos los medios necesarios para garantizarle una mínima seguridad.

«Si mañana, a la una del mediodía, ardiera Galerías, tendríamos que sacar a los muertos a paletadas.» Esta frase, pronunciada por un bombero madrileño, con muchos años de profesión a la espalda, hace recordar la imagen de El coloso en llamas. La frase en cuestión hace referencia a una realidad tangible: los bomberos madrileños, como prácticamente los del resto de España -83 cuerpos en total- están infradotados, humana y materialmente. «La verdad -añade el bombero con años de experiencia- es que no contamos con los medios suficientes, ni mucho menos, como para hacer frente a todos los riesgos que corre una ciudad de casi cuatro millones de habitantes.»Los bomberos de esta ciudad han luchado, desde la creación del cuerpo, hace cuatrocientos años, con multitud de problemas. Ahora, y desde hace años, a esos problemas hay que añadirle una ordenanza municipal que no se cumple (está prohibido fumar en los grandes almacenes, pero el lema de ante todo, el cliente, convierte la prohibición en irrelevante), un reglamento de espectáculos que se ha quedado totalmente anticuado, y una ley de Protección de la Industria Nacional, que impide a los bomberos españoles adquirir material extranjero, aunque éste sea todo lo bueno que se quiera.

Además, las tradicionales alabanzas y loas dirigidas a los bomberos han servido y sirven para ocultar una falta de medios que los políticos que han regido esta ciudad desde hace años no se han preocupado por evitar. Si no se podía importar material contra incendios con patente alemana, lo lógico hubiera sido que la industria española se hubiera preocupado por ofrecer una calidad similar a la de la alemana. Pero esto nunca ha sucedido.

El Cuerpo de Bomberos de Madrid dispone de unos camiones Pegaso, destinados para las primeras salidas -las más urgentes, en las que es necesario llegar al lugar del siniestro en un tiempo máximo de cinco minutos-. Esos camiones Pegaso precisan, por lo menos, de tres minutos para, a base de calentar el motor, conseguir que se suelten los anclajes del freno de mano. Magirus-Deutz tiene esos mismos camiones -aunque con un chasis más pequeño, lo que permite pasar por sitios más estrechos- sin ese complicado sistema de desanclaje del freno de mano. Pero Magirus-Deutz es una industria alemana. Los propios bomberos han tenido que forzar a Pegaso para la modificación del sistema en todos los camiones a través de la industria auxiliar.

Como consecuencia de esta protección a la industria nacional, se han llegado a dar casos de contrabando de material. Uno de los útiles más necesarios para los bomberos son los equipos de respiración. Mientras los fabricados fuera de España permiten una presión de carga de trescientos kilos de aire, los que se hacen en este país no pueden pasar de doscientos kilos. Lógico es suponer que unos hombres que se juegan la vida cotidianamente tengan esos equipos mejores. Los bomberos de Madrid tienen equipos extranjeros conseguidos paraoficialmente.

El 1% del presupuesto municipal

En todo el país hay un total de 83 cuerpos de bomberos, dotados con cuatrocientos vehículos y servidos por unos 3.500 hombres. Pero el 50% del personal está adscrito a tres cuerpos: Madrid capital, Barcelona capital y Barcelona provincia. El 55% de los vehículos están en esos tres mismos parques. El resto de España se tiene que contentar con lo que queda.Contando con todo el dinero que manejan los municipios españoles -sumados sus presupuestos- sólo un 1% está destinado a financiar el servicio de bomberos. Y Madrid, es el mejor ejemplo: alrededor de 450 millones de pesetas es todo el dinero que el Ayuntamiento está dispuesto a gastarse -incluyendo sueldos- en sus bomberos que, en definitiva, son de todos los madrileños. Y un bombero viene a cobrar cada mes alrededor de las 45.000 pesetas.

Según la ley de Régimen Local, los municipios que contaran con un censo superior a los 5.000 habitantes debían disponer de un servicio de bomberos. En la provincia de Madrid hay, por lo menos, cuarenta municipios en esa situación, y casi ninguno de sus ayuntamientos se ha preocupado de crear tal servicio. Fue la Diputación Provincial la que estableció un servicio de bomberos forestal, repartido por la provincia. Muchas veces esos bomberos forestales han acudido a sofocar el incendio de una casa o de una industria, pero, aparte de que esa no es exactamente su misión, no han sido entrenados para actuar en incendios urbanos, sino forestales, con un tratamiento muy distinto entre unos y otros.

Aparte de esto, la creación de parques de bomberos en la provincia de Madrid ha obedecido casi siempre a una decisión un tanto arbitraria. Si se quiere crear un buen servicio contra incendios, son tres los factores que hay que considerar, independientemente de si un municipio cede o no unos determinados terrenos -que tal parece que ha sido el criterio seguido para la ubicación de los parques de la provincia-. Estos factores son la densidad de la población, la licencia fiscal del impuesto industrial -que permite calcular el riesgo de siniestro en la industria- y la riqueza rústica y urbana que se trata de defender. El servicio de bomberos actualmente en funcionamiento no se basa en ninguno de esos factores, sino que se ha ido creando a fuerza de las disposiciones económicas que han ido otorgando los políticos de cada momento.

«Dicen que sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Pero, mientras... En líneas generales, nadie se preocupa de qué medios de extinción tiene el lugar en que habita o se encuentra para poder combatir un fuego. Sólo se preocupa cuando descubre que no tiene ninguno.»

Y los propios bomberos se quejan constantemente de la poca o nula preparación que los ciudadanos tienen para poder hacer frente a un siniestro de este tipo. «No se trata -dicen- que todos sean unos bomberos en pequeño. Bastaría con que sepan exactamente qué es lo que no deben hacer en tanto llegamos.»

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