La respuesta de dónde invertir a medio plazo debe darla el empresario
Desde el comienzo de la crisis de los setenta, nuestra economía ha sido una economía basada en el consumo, con tasas negativas de inversión. Una economía con estas características ha realizado su crecimiento en ciclos cortos y sucesivos que repetían la misma secuencia de acontecimientos. Unas elevaciones de salarios que fortalecían la capacidad de compra, alentando temporalmente el consumo, especialmente de bienes duraderos, cuya producción aumentaba. Este proceso perdía pronto, su fuerza, en cuanto los mayores costes de trabajo se reflejaban en los precios que erosionaban la capacidad de compra de los salarios, y detenían el crecimiento del consumo y de la producción. Un desarrollo económico basado sobre estos fundamentos era de corta duración y escasa fuerza: no ha ido más allá del 2% del PIB en ningún año y no ha durado más de unos meses. Ningún crecimiento de este tipo basado en el consumo puede crear empleo suficiente a la nueva generación que anualmente comparece en el mercado de trabajo. Por otra parte, ese ciclo corto de mayores salarios, consumo, producción y precios, alimenta una inflación progresiva que al ir elevando los costes y precios, fortalece las expectativas alcistas de precios y coloca en difícil situación competitiva al comercio exterior.Debe negarse la viabilidad del futuro económico a una sociedad basada en ese proceso. Su meta no puede ser otra que una inflación aguda que terminará en una crisis de balanza de pagos cuyo reajuste reclamaría dolorosas cifras de paro.
Pasar a una economía diferente basada en la reducción progresiva de la inflación de costes y en el estímulo de la inversión privada constituye la única alternativa válida para salir de la crisis. Las políticas, de rentas y precios, necesarias para reducir la inflación de costes, se han expuesto en anteriores trabajos (EL PAIS 1 y 3 octubre). Hoy vamos a analizar la actual crisis de inversiones, para el próximo martes plantear el contenido de las políticas monetaria y fiscal que incidan en el proceso inversor.
La crisis de la inversión
La crisis que viene padeciendo la inversión desde 1974 se comprueba claramente a través de los datos del cuadro 1. Desde 1974, la inversión total en España ha venido descendiendo en términos reales, es decir, valorada a precios constantes.
Esa caída sistemática de la inversión total en estos últimos cuatro años no tiene parangón con los descensos experimentados accidentalmente en otros períodos. Es preciso retroceder en las series hasta 1959 para encontrar un descenso tan pronunciado. Pero el bache de la inversión en aquel año, con ser profundo, se redujo a un solo ejercicio. Por el contrario, la crisis actual -que ya ha acumulado un descenso total de casi un 12% en términos, reales- se ha prolongado a lo largo del último cuatrienio, lo cual pone de manifiesto la gravedad evidente de la misma y su enraizamiento en lo más profundo de la realidad económica española actual.
Las inversiones, insustituibles
Postular, por tanto, un crecimiento de la inversión del orden del 10% como requisito de un programa de política económica partiendo de esa situación crítica constituye un objetivo ambicioso que hace necesario preguntarse si existe. algún otro camino que permita obtener idénticos efectos sobre el empleo que los que se consiguen a través de la inversión.
Dada la visión necesariamente simplificada que ofrecen los cuadros macroeconómicos de estructura de la demanda global, resulta posible pensar que la inversión pueda ser fácilmente sustituida por cualesquiera otras de las variables de la demanda, tales como el consumo o las exportaciones. En el cuadro 2 se recogen los valores de las restantes variables que integran la demanda global equivalentes a un 1% de inversión privada para 1979.
Puede comprobarse a través de esos valores del cuadro 2 que, aparentemente al menos, un 1% de inversión privada en capital fijo puede ser sustituida por un 0,24% de consumo privado o por un 3,76% de inversión pública o por un 13,18% de variación en las existencias. Resulta difícil debido a la falta de agilidad de la inversión pública recurrir en grado suficiente a la misma para suplir las deficiencias de la inversión privada y la reciente experiencia española así lo ha puesto de manifiesto -como se comprueba en el cuadro 1-Tampoco la acumulación de existencias poco la acumulación de existencias resulta un camino viable. Por ello la posible sustitución de las inversiones se acaba orientando siempre hacia las exportaciones o hacia el consumo privado.
Las exportaciones no resultan fáciles de aumentar a corto plazo, dado el corto aliento que les concede la demanda exterior, apagada por el bajo crecimiento del comercio mundial, hecho que explica que los defensores de la sustituibilidad de las inversiones, en la demanda global se inclinen por el aumento del consumo privado. Esta inclinación se justifica por dos razones: la primera responde a una cuestión de magnitud: un 1% de inversión privada puede ser sustituido por una pequeña variación porcentual del consumo (0,24%), lo cual siempre resulta más fácil que mover en mayores proporciones cualquier otra variable. La segunda, porque el llamado «efecto de aceleración» -según el cual un pequeño aumento del concumo acaba generando fuertes tirones de la inversión- parece avalar desde el plano teórico esta postura.
La experiencia disponible en todos los países -y en particular en España- demuestra que, si bien resulta fácil alentar el consumo vía salarios, el tirón de esta variable no moviliza la inversión, sino que, por el contrarió. acaba esterilizándose en meros aumentos en los precios, con escaso efecto temporal y ninguno duradero sobre la creación de puestos de trabajo. Inflación y paro crecientes suelen ser los resultados, inmediatos de tan arriesgadas políticas,y la historia reciente de la economía española ha confirmado hasta la saciedad este fácil pronóstico.
Cuanto acaba de exponerserespecto al consumo no significa que una demanda sostenida y creciente de los bienes que se produzcan aracias a. la utilización del equipo capital en que la inversión consiste no sea un requisito necesario para que la inversión se realice.
Pero quienes se disponen a invertir no sólo habrán de valorar los ingresos de la posible inversión, sino también los costes que tal inver sión suponen. Por ello, adoptarán su decisión de invertir sólo en el caso de que los ingresos esperados superen a los costes previstos. De ahí que la decisión de invertir esté influida por todos y cada uno de los factores que puedan afectar positiva o negativamente a los ineresos y costes esperadosde la misma.
El papel que corresponde a la. inversión pública en este programa de política económica viene definido por un triple objetivo: constituir un catalizador del proceso de la inversión privada.
Coadyuvar a la misma reduciendo sus costes e incertidumbres.
Orientarse hacia la mayor ocupación posible de mano de obra, compatible con los necesarios criterios de economicidad.
Sobre estos criterios debería elaborarse el necesario programa de inversiones públicas. La vivienda, las inversiones en agricultura, las realizadas en capital fijo social, propias del sector público, constituyen partidas obligadas de este paquete de inversiones. ¿Cabe ir más allá?
Es posible plantearse, en principio, el sentido y la posibilidad de un programa de inversión pública sustitutiva de la inversión privada. Es dec ir, cabe plantearse si resultaría realmente posible recurrir a la inversión pública para compensar una carencia de inversión privada durante 1979.
La pregunta tiene, sin duda, una respuesta negativa. Este intento ha resultado infructuoso en el pasado reciente y resultaría también inviable en 1979. Piénsese que si la inversión privada continuara durante 1979 el descenso que está experimentando en 1978, la inversión pública debería casi duplicarse en 1979 para alcanzar esa meta y, además, debería dirigirse a sectores típicos de la inversión privada para obtener los mismos resultados. La falta de experiencia a este respecto, la inexistencia de proyectos concretos de inversión y la escasez de medios administrativos adecuados para canalizar ese aluvión de inversiones en, el corto plazo de un año, hacen utópica cualquier posible orientación en tal sentido. O la inversión privada despega en 1979 o no será posible lograr de ningún modo los objetivos previstos respecto al empleo y la inflación.
¿Dónde invertir durante los próximos años?
La pregunta acerca de dónde invertir durante 1979 ha de referirse necesariamente a la inversión privada. puesto que en relación con las inversiones públicas acaban de exponerse algunos de los criterios respecto a las prioridades lógicas de la misma. cabe entrar ahora en la posible designación de unos sectores prioritarios para la inversión privada.
Sin embargo, cualquiér intento en este sentido tendría bastantes posibilidades de estar condenado al fracaso. La experiencia indica cómo'muchos de los sectores considerados como prioritarios en el pasado reciente no han sido atendidos por la inversión privada, sino a costa de cuantiosos sacrificios públicos. Y algunos de tales sectores sólo han servido para acrecentar notablemente los fuertes desequilibrios de nuestra economía.
Por ello, quizá la mejor respuesta a la pregunta de dónde invertir consista en la planificación cuidadosa de la inversión pública y en la eliminación de distorsiones superfluas en el ámbito monetario y fiscal, así como en el establecimiento de unos precios realistas para los productos energéticos y el restablecimiento de la competencia para la economía. Limitemos las protecciones arancelarias abusivas. reduzcamos esa presión creciente y angustiosa de los costes de la Seguridad Social y frenemos la inútil especulación del suelo. La respuesta de dónde invertir debe darla entonces el empresario.
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