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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Marruecos-Argelia: el fantasma de la guerra

EL FANTASMA de una guerra entre Argelia y Marruecos ha vuelto a surgir en el largo conflicto del Sáhara occidental. Por segunda ocasión en menos de dos meses, el Gobierno de Rabat ha vuelto a denunciar la acción de tropas argelinas al otro lado de la frontera y ha advertido sobre la eventualidad de una respuesta militar.En ninguna de las dos ocasiones Argelia se ha dado por aludida. Niega que sus tropas hayan cruzado la línea fronteriza, pero insiste que no abandonará al Frente Polisario. La guerra del Sáhara existe, lo mismo que el Polisario y la existencia de santuariós polisarios en territorio argelino. Mientras este conflicto siga vivo, el riesgo de un enfrentamiento entre los dos Estados vecinos nunca debe ser desechado.

En las circunstancias presentes existe una serie de coordenadas nuevas que no deben ser desestimadas a la hora de evaluar el peligro de que ese riesgo se traduzca en hechos bélicos. En primer lugar, los problemas fronterizos entre Argelia y Marruecos, con unos límites difusos que ya en los albores de la independencia argelina provocaron una guerra entre los dos Estados. Este viejo contencioso se ha visto avivado con la guerra del Sáhara, subsiguiente a la torpe y precipitada descolonización española del territorio en 1975.

En segundo lugar, las acusaciones marroquíes se han producido en momentos en que se tejen los hilos de negociaciones secretas para la búsqueda de una solución pacífica del conflicto. Precisamente esta actividad negociadora se activó tras el golpe de Estado ocurrido en Mauritania el pasado mes de julio, que ha supuesto un giro importante en la situación de la región.

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Una consecuencia fundamental del cambio de régimen en Mauritania, país estrechamente ligado a Marruecos por pactos defensivos y en el que existe un importante contingente militar marroquí, ha sido la tregua decretada por el Frente Polis ario con relación a Nuakchott. Esto ha traído consigo el desplazamiento del conflicto bélico hacia la zona sahariana ocupada por Marruecos.

El régimen de Rabat acogió con mucho temor el golpe de Nuakchott. Además de tener que soportar ahora el mayor peso del conflicto, da la sensación de que la monarquía alauita siente que sus vinculaciones con París y Madrid se han debilitado. Francia está desempeñando un papel clave en la diploñiacia secreta para buscar una solución a un conflicto en el que se ve involuerado un Estado creado y defendido por los propios galos. París veía con preocupación la creciente presencia marroquí en Mauritania, que podría concluir con un control absoluto sobre este último Estado y podría haber estado tras el golpe mauritano, con la complicidad de Argelia y Libia, lo cual supondría un notable cambio de alianzas.

Por otro lado, el nuevo régimen mauritano se ha planteado como labor prioritaria la pacificación de la región. Esto preocupa profundamente a Rabat. Sumemos a esto el acercamiento de España hacia el Polisario, que ha provocado una réplica subida de tono de Rabat ante el Gobierno de Madrid por la presencia de la representación de UCD en el IV Congreso del Frente Polisario. Este acercamiento es visto con muy buenos ojos por Argel, que lo considera como un buen primer paso hacia la mejora de las relaciones con Madrid.

Este debilitamiento de los ejes de la política marroquí, las negociaciones en curso sobre el conflicto -se insiste en la existencia de negociaciones secretas entre el Polisario y Mauritania- coinciden con las denuncias y advertencias marroquíes contra Argelia. Desde el enfrentamiento directo entre tropas marroquíes y fuerzas auxiliares argelinas en el oasis de Amgala, en el Sáhara occidental, que tuvo lugar en enero de 1976, Rabat había advertido en varias ocasiones, especialmente el pasado mes de noviembre, por boca del rey Hassan II, que estaba dispuesta a ejercer el «derecho de persecución» contra el Polisario más allá de la frontera con Argelia. Pero desde el citado enfrentamiento de Amgala, Marruecos se habla abstenido de responsabilizar directamente al régimen argelino de operaciones militares ocurridas en su territorio.

También hay que tener en cuenta la situación interna de Marruecos. La economía de este país se resiente gravemente del peso de la guerra del Sáhara y ha echado por tierra las previsiones del actual plan quinquenal que ha tenido que ser abandonado y sustituido por otro de carácter trienal y calificado «de emergencia». Este fracaso en la gestión económica puede desencadenar tensiones internas peligrosas para el regimen actual.

La amenaza de una guerra relámpago contra Argelia supondría, pues, en estos momentos, unal válvula de escape para Marruecos, en momentos en que la evolución del conflicto le es menos favorable que antes. Sin embargo, el que esas amenazas se traduzcan en hechos, con la consiguiente creación de un frente bélico, tendría unas consecuencias de alcance imprevisible que ninguna de las grandes potencias estaría dispuesta a arrostrar. Y no olvidemos que los intereses -económicos- cruzados de esas potencias, Estados Unidos en Argelia y la Unión Soviética en Marruecos, pueden actuar como freno de ansias belicistas.

No obstante, hay que insistir que mientras dure la guerra del Sáhara seguirán multiplicándose los peligros de una ampliación del conflicto. De ahí la necesidad urgente, como dice el ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, de una negociación. Una negociación en la que se tengan en cuenta los intereses de las partes afectadas, sin olvidar al Frente Polisario.

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