La Humanidad conocerá su esplendor económico dentro de doscientos años
El crecimiento económico mundial va a seguir por muchos años porque es posible y necesario. Y al finalizar este siglo comenzará una nueva belle epoque. «De aquí a doscientos años, a menos que se produzca un error político o un obstáculo esencial, los hombres deberían ser en todas partes muchos, ricos y dueños de su entorno.»
Leyendo estas profecías resulta muy difícil sustraerse a la tentación de recordar las negras precisiones económicas que hace sólo unos días, en Washington, vaticinaba el presidente del Banco Mundial, MacNamara, cuando decía que en el mejor de los casos, para finales de siglo habría todavía en el mundo más de seiscientos millones de seres hambrientos. Entre los documentos oficiales del Banco Mundial y los resultados de la última investigación realizada por los expertos del Hudson Institute, media un abismo. Justo el día de la inauguración de las reuniones de la Asamblea de la Cámara de Comercio Internacional, que se está celebrando a lo largo de toda esta semana en Orlando, en el estado americano de Florida, los cientos de asistentes han podido leer ávidamente el último libro del famoso Herman Kahn, un libro que lleva por título «Desarrollo económico mundial», y que pronto estará en las librerías de todo el mundo con su inevitable carga polémica.Para Herman Kahn, es políticamente imposible elegir un camino distinto al del crecimiento económico continuo. «La mayor parte de los argumentos y motivaciones de los que quieren frenar o detener el crecimiento están fundados en intereses de clase y en ideologías tendenciosas», dice Kahn, que aprovecha para realizar una crítica frontal a sus Competidores del Club de Roma y sus teorías del crecimiento cero. Es sorprendente la rapidez con la que los argumentos que propugnan un límite para el crecimiento económico se difunden y la profundidad e intensidad con la que son sostenidos, a pesar de su evidente dependencia respecto a intereses personales y de posturas ideológicas concretas. Es decir, existe un número increiblemente importante de personas que deberían estar mejor informadas, pues piensan que sus movimientos están apoyados en estudios desinteresados, minuciosos y muy serios. Nada más lejos de la realidad.
La versión futurista de Herman Kahn difiere notablemente de la de sus víctimas dialécticas, ya que el físico y matemático americano piensa que la humanidad se encuentra en una gran transición que tendrá una duración de unos cuatrocientos años; transición que nos llevará de un pasado miserable a una sociedad futura de prosperidad y de placeres. El punto final de esta gran transición, dentro de unos doscientos años, sería una sociedad post industrial en la que abundarían las necesidades materiales y los servicios facilitados a un precio de mínimo esfuerzo. Y esta transición no puede realizarse más que si continúa el crecimiento económico. En contra de las sombrías predicciones de crecimiento exponencial -las del Club de Roma-, el profesor Kahn cree que el crecimiento continuo, es posible y deseable. La población mundial alcanzará un techo en los 10.000 millones de seres, con un producto mundial bruto del orden de los doscientos trillones de dólares y una renta por persona de 20.000 dólares, en dólares constantes para el conjunto del mundo.
Admitida esta perspectiva histórica a largo plazo, Herman Kahn piensa que nos encontramos en una etapa enferma. Hemos atravesado anteriormente varias etapas. Una feliz, que comprendió los últimos años del siglo pasado y los trece primeros de este, durante los cuales la tasa media anual de crecimiento económico fue, en los países capitalistas más avanzados, del orden del 3,3%, el ritmo de crecimiento más rápido alcanzado de lejos hasta la fecha. Desde 1914 hasta 1947, la humanidad atravesó una mala época, con guerras mundiales, revoluciones comunistas y un crecimiento mundial global del 1,8% cada año. Con un aumento del comercio mundial de solamente un 0,5 % al año.
A continuación viene una segunda época feliz, desde el año 1947 hasta 1973, con un crecimiento mundial del 5% de media cada año y, por primera vez, las naciones pobres tuvieron su participación en el proceso de enriquecimiento. «Comparto la opinión casi universal de que nos encontramos ante un período bastante duro y creo que ni estaremos completamente bien de salud, ni auténticamente enfermos», dice Kahn.
El profesor sostiene que la actual enfermedad económica afectará sobre todo a las naciones muy ricas y a las muy pobres, al tiempo que pronostica una tasa media de crecimiento del 3,5% para las naciones capitalistas avanzadas y un ritmo un poco más rápido para las del COMECON. Los países con renta intermedia conocerán un crecimiento del 6 al 7% al año, y los países pobres de un 5%. Los más pobres, como Bangladesh y Haití, crecerán muy poco. Todo esto, de aquí a finales de siglo.
Pero volviendo al largo plazo, a esa gran transición que el profesor Kahn vaticina que durará todavía doscientos años más, el mundo estaría dominado a lo largo de dicha fase por lo que él mismo llama la tendencia multiforme, que se identifica con la palabra progreso. «El rasgo más sobresaliente de esta tendencia es el paso de la edad espiritual a la secular, haciendo descansar la fe en la ciencia y en la tecnología. El alimento moral descansa sobre valores como el deseo de trabajar, el aumento del placer, el respeto a la autoridad y la identificación con el Estado-Nación.»
Las características dominantes de esta etapa de transición y los terrenos en los que estaría operando el cambio de la sociedad serían, según Herman Kahn, entre otros, los siguientes:
-La institucionalización del cambio tecnológico.
-Un papel cada vez más importante de la burguesía, de las élites burocráticas.
-El desarrollo de la capacidad militar de las culturas occidentales.
-Una parte creciente del mundo dominada o fuertemente influenciada por la cultura occidental.
-Mayor insistencia en los principios igualitarios.
-Una tasa de crecimiento demográfico en alza hasta fecha reciente, aunque esta tasa quizá haya alcanzado su punto más alto.
-Atención creciente a los problemas del medio ambiente.
-Importancia decreciente de las actividades del sector primario y hasta del secundario, y pronto también del lector terciario.
Pero sobre esta gran transición pesan, según Herman Kahn, serias amenazas motivadas más por las actitudes de algunos grupos que por la escasez de recursos. «Si el crecimiento económico se ralentiza o se detiene -dice Kahn-, y si la gran transición no llega a feliz término, no será a causa de dificultades materiales, sino de las "contradicciones de la sociedad opulenta".» Hay en estos momentos en Occidente una industria anti-crecimiento cuyos practicantes y partidarios están animados por el lucro y el prestigio personal, tanto como por convicciones intelectuales. Hay toda una literatura sobre supuestos límites al crecimiento económico pero, según Herman Kahn, «la mayor parte de ella procede de un error, ya que descansa sobre la hipótesis según la cual los intereses de la actual clase superior son los del mundo entero».
Por desgracia, los patrocinadores de ambas tendencias, la optimista y la pesimista, sobre el futuro de, la humanidad tienen su origen en el país más rico del mundo y todos ellos pertenecen a la clase mundial dominante, lo que hace más difícil averiguar cuál de los dos tiene más parte de razón.
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