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Reportaje:

Luis García Berlanga: "Pretendo denunciar la corrupción del poder"

Ángel S. Harguindey

La idea inicial de lo que ahora es La escopeta nacional se me ocurrió hace mucho tiempo, yo creo que más de diez años. Fue a raíz de aquella cacería a la que fue Franco y en la que Fraga le pegó un tiro en el culo a su hija, Carmencita. La anécdota corrió por todo Madrid y a mí me pareció que había una historia cinematográfica estupenda. Pensé en seguida, y la verdad es que no sé muy bien por qué, en un industrial catalán que quería medrar en una de estas cacerías y en la que le pegaba un tiro a la hija del Jefe del Estado. El protagonista, que yo quería entonces que fuera López Vázquez, no me encajaba muy bien con la imagen de industrial catalán y entonces pensé en que podía ser el contable de confianza, que se echaba el pegote de que sabía cazar muy bien y que venía a conseguirlos favores para su patrón. Cuando, años después, comencé a trabajar con Rafael Azcona en una historia sobre una banda de música durante la guerra civil, y a la vista de que nos salíamos de cualquier presupuesto económico habitual en España, la desechamos por censura económica y nos pusimos a hablar de ideas antiguas. Le enseñé la media cuartilla que había escrito cuando lo de Fraga y le pareció una historia muy aprovechable. El cambio en seguida la cualificación profesional del protagonista y le convirtió en el industrial de porteros automáticos que representa Saza. Creo que tuvo razón.La historia del filme es, en efecto, una cacería de las que se realizaban en la época de Franco, con toda una «cohorte» de ministros, directores generales, sacerdotes integristas, marqueses arruinados y señoras que tenían acceso «al Pardo», pero visto con esa perspectiva esperpéntica habitual ya en Berlanga y Azcona.

«Hacer en este momento una disección del franquismo me parece gratuito, porque ya está suficientemente diseccionado por la historia.

Lo que sí es, es una gran fuente de anécdotas, de historias divertidas. Desde luego, el que intente derrumbar el franquismo o cualquier régimen político con un filme es un ingenuo.»

«La película no quiere decir nada ni meterse con nadie -añade el realizador-, salvo lo que dice. Si en la narración hay algo que pretetido denunciar creo que es, evidentemente, la corrupción del poder y la manipulación que sufre el individuo frente a clanes, grupos pederosos, etcétera, que en alguna inedida son manifestaciones de poder. En todo mi cine creo que hay siempre la constante de un personaje solitario, individualista, que es arrasado por el grupo, por el clan, por el poder, y desde luego ese personaje no es María Goretti, es decir, él va a la cacería, en este caso, con ánimos de medrar, de colocar sus porteros automáticos, pero lo hace desde su individualismo, sin basarse en el poder y eso me parece menos pringoso que lo de los otros. »

«Por otra parte, pienso que mis películas son, en alguna medida, como la eutanasia. En el fondo trato de acelerar la muerte de esta sociedad que me parece que está a punto de descomponerse definitivamente, y soy muy consciente de que formo parte de esta misma sociedad que denuncio, y que coffieto los. mismos pecados sociales. En definitiva, trato de acelerar la muerte de algo que me resulta entrañable, de ahí lo de la eutanasia.»

Luis García Berianga es un decidido. partidario del cine-espectáculo, en el sentido tradicional del término, aunque su formación -mal que le pese al propio Berlanga- es decididamente intelectual.

«Mi obsesión actual, y desde hace tiempo -responde Berlanga-, es la de intentar llegar al público mediante el espectáculo, en su sentido más elemental y primario, como el espectáculo de La Latina o del Martín, y la verdad es qué pienso seguir por esa línea. Lo que me molesta, y en eso tienes razón, es que todavía tengo muchos resabios intelectuales. A mí me encantaría ser como los libretistas de las revistas, que cuando se pone de moda lo de la grúa empiezan a hacer chistes sobre la grúa y el alcalde, y nadie escribe protestando. Es verdad que quizá no escribieron mucho de política, pero en parte porque, supongo, si lo llegan a hacer se lo habrían prohibido. Ahora, como ya es distinto, a lo mejor se estrena una revista con el título de Matesa me la pone tiesa.

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