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EI Rastro inaugura su temporada

Las altas temperaturas del pasado domingo no impidieron la vuelta masiva de miles de madrileños y turistas a ese alucinante mercado que es el Rastro madrileño. Una vez pasadas las cortas semanas veraniegas, todos aquellos que tienen algo que vender, comprar, mirar o mostrar han vuelto a pasear, como cada domingo, por la Ribera de Curtidores.La venta de antigüedades queda los domingos prácticamente relegada para dar salida a todo tipo de objetos exóticos traídos de países suramericanos y orientales: corales del Pacífico, elefantitos hindúes, cerámica de Perú. Pero, sobre todo, cada vez son más los vendedores de artesanía nativa.

También habían vuelto este domingo los titiriteros y vendedores de frutas y botijos, eternos encargados de dar el toque decadente y antiguo a un mercado en el que además puedes todavía encontrar maravillosos trajes de época por no más de mil pesetas o muñecas de porcelana a unos precios desorbitados.

Después, una vez que se ha recorrido los diferentes puestos y tenderetes, agobios para tomar la inevitable caña con toda la pasotería madrileña en la Bobia. Junto a la barra se puede encontrar desde los limpios y pulcros muchachitos de UCD hasta los más espectaculares prototipos del submundo marginal. Tanto unos como otros «pasando del resto del personal».

La gran ausencia de este primer día de la «temporada del Rastro» fueron los políticos. No había ningún tenderete junto a la estatua de Cascorro.

En realidad, tampoco se echaban en falta. Resultaba extraño, en días de carreras el año pasado, ver las caras asustadas de no creerse nada, que ponían los vendedores. Al final terminaron recogiendo el puesto y, mientras intentaban venderte una cerámica, olfateaban el ambiente que bajaba de Cascorro. Al menor síntoma de inestabilidad, las porcelanas, cerámicas, antigüedades y muñecas desaparecían de la vista, antes de desaparecer, hechas pedazos, en la confusión. El domingo el Rastro tuvo ambiente de antes de las carreras.

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