La mayoría de los sindicatos británicos piden el fin de los topes salariales
Por mayoría abrumadora, el congreso de los sindicatos británicos, reunido en Brighton, se ha pronunciado en contra de la política gubernamental de topes salariales fijados por decreto. Los representantes de los casi doce millones de trabajadores afiliados aprobaron una moción en la que además se pide la reducción a 35 horas de la semana laboral y la intensificación de las nacionalizaciones.
Len Murray, secretario general de la Trade Unions, precisó el alcance de la esperada resolución. al declarar que los sindicatos no quieren una confrontación directa con el Gobierno laborista -con el que están plenamente comprometidos electoralmente-, sino el fin de los rígidos controles que les han impedido, en los últimos dos años, entenderse libremente con las empresas. En palabras,del señor Murray, se persigue «la vuelta a una responsable negociación colectiva».La moción aprobada, propuesta por el Sindicato Nacional de Mineros y apoyada por sectores poderosos del movimiento obrero, ha sido debatida un día después de que el primer ministro se dirigiera a los líderes sindicales reunidos en Brighton para pedirles que aceptaran el límite del 5 % en los aumentos salariales decidido por el Gobierno. En un discurso de claro corte electoral, el premier dijo a los trabajadores que sólo con su aceptación de este tope podía garantizarse un índice de inflación por debajo del 10% para 1979. James Callaghan ha obtenido el refrendo de su gestión política, pero no un cheque en blanco sobre su política salarial.
Si los sindicatos llevan a la práctica su rechazo de los límites salariales impuestos, la «fase cuatro» del pacto social -el mecanismo de entendimiento con los trabajadores mediante el cual el Gobierno laborista intenta conducir a término la recuperación económica de Gran Bretaña- puede darse por difunta. Las palabras de su secretario general, sin embargo, sugieren que la sangre no llegará al río y que, si el partido gobernante gana las inminentes elecciones, los sindicatos están dispuestos a dulcificar su posición para no crear iniciales problemas de fondo.
En el curso de los debates de ayer, dedicados a la política económica, el Gobierno ha sido acusado de timidez nacionalizadora y de no utilizar a fondo sus poderes para mitigar la elevada cifra de parados, que supera el millón y medio. Las empresas multinacionales cayeron también bajo el fuego sindical, centrado en una solemne advertencia a la firma francesa Peugeot-Citroën sobre las consecuencias que tendría cualquier intento para prescindir de parte de la fuerza laboral de las plantas de Chrysler en el Reino Unido.
Hoy puede producirse la primera confrontación seria entre sindicatos conservadores e izquierdistas, cuando el congreso discuta, dentro de su agenda sobre asuntos internacionales, la cuestión de los derechos humanos en la Unión Soviética, dos de cuyos representantes laborales asisten a las sesiones de Brighton.
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