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La soledad, la desesperanza y la presión social, causas frecuentes de alcoholismo

ENVIADO ESPECIAL, Repetidas investigaciones han mostrado que existen ciertas características que predisponen a una persona al alcoholismo. Se trata de una «aleación de los sentimientos de soledad y desesperanza en un contexto personal dominado por fuertes mecanismos de represión psicológica». Esta es una de las ideas expresadas por el doctor Alonso Fernández, catedrático-jefe del departamento de psiquiatría de la facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, en uno de los simposios del Congreso Mundial de Psiquiatría Biológica que se está celebrando en Barcelona.Según la opinión de otro experto, E. Bogani Miquel, del servicio de alcohólicos y toxicómanos del hospital psiquiátrico de Betera, Valencia, «en el alcoholismo existe una serie de condicionantes sociales fácilmente detectables y denunciados múltiples veces por muchos de nosotros. La publicidad, la presión consumista, el no considerar el alcohol como droga, son buen ejemplo. Pero todo ello se da en un momento histórico y en un contexto concreto: la España de 1978. Las democracias occidentales pensamos que si el alcohol no existiera, sería conveniente inventarlo. Es una droga útil al sistema.»

Estas son algunas de las coordenadas que configuran el grave problema que hace del alcoholismo una cuestión con tres serias vertientes: una psíquica o emocional, otra de índole social y una tercera en el campo biológico y bioquímico.

Resulta fácilmente constatable que numerosas personas de altos valores personales y gran capacidad crítica sucumben muchas veces a la adicción alcohólica. Su capacidad crítica y su mentalidad activa, en general, se debilitan considerablemente ante el despliegue de las primeras horas post-alcohólicas.

El comportamiento instintivo, tanto amoroso como agresivo, experimenta un grave deterioro con el comportamiento alcohólico. Tras un aparente despliegue y potenciación de la espontaneidad, propio del efecto del alcohol, que al inhibir la percepción del dolor y sensaciones displacenteras o frustrantes hace al individuo sentirse más libre y con menos miedo para acometer acciones o asumir sentimientos a los que, sin alcohol, tendría que reprimir, viene el reverso de la moneda,

«Tras un análisis del factor alcohol -según Bogani Miquel- se acaba probando que el alcoholismo no es básicamente un problema sanitario, sino político, y que por tanto son posibles aquellas soluciones que aborden el tema desde esta óptica.»

No se trata, tan sólo, de que al sistema le «interese», en cierto sentido, que haya más alcohólicos para la reducción de la capacidad crítica de los individuos que esto supone, sino que el alcoholismo también es traducido al lenguaje bioquímico creando un tipo de metabolismo que queda seriamente trastornado respecto a lo que consideramos un funcionamiento «normal».

Una investigación presentada por S. Grisolia y C. Guerri, patrocinada por el Instituto de Investigaciones Citológicas de la Caja de Ahorros de Valencia, ha incidido en estos aspectos claramente bioquímicos de la modificación que el hábito alcohólico produce en el organismo humano.

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