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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El rearme de Japón

LA FIRMA del controvertido tratado de paz y amistad entre China y Japón, anunciada para hoy, y que a largo plazo ha detener efectos importantes sobre el equilibrio estratégico en esa región de Asia, trae de nuevo a la actualidad el papel creciente de Japón y a través de él el reforzamiento de la presencia occidental y norteamericana.Interrumpidas durante seis años, las negociaciones se reanudaron el pasado 21 de julio, dos meses después del viaje del primer ministro japonés Takeo Fukuda a Estados Unidos, en el cual el asesor para seguridad nacional del presidente Carter, Zbigniew Brzezinski, y el propio presidente, urgieron a Japón para la conclusión de este tratado.

A pesar de la insistencia de Japón en que este pacto no va dirigido contra ninguna tercera parte, y muy en particular no va contra la Unión Soviética, la URSS formuló ayer una seria advertencia a Japón al afirmar a través de su prensa oficial que ese tratado va «no sólo contra los intereses de Japón, sino que desencadenará un proceso de grave tensión internacional».

El alejamiento de Estados Unidos del sureste asiático. la pérdida de vigor de los tratados defensivos patrocinados por el dispositivo militar norteamericano en el Pacífico. la tranquilidad de China y las fricciones entre Vietnam y Pekín y Vietnam y Camboya, son datos que juegan en favor del auge de la presencia japonesa y de su rearme. Estados Unidos está procediendo a una sustitución de su dispositivo militar y de su influencia política, por la cual el encarnizado enemigo de antaño desempeñaría, si no la defensa de los intereses de Occidente, al menos el papel hegemónico que siempre jugó en el Pacífico. Tanto en el caso japonés como en el de la Alemania Federal, tanto en el caso del yen como en el del marco. los máximos rivales en Europa y en Asia se convierten en los más firmes apoyos de la presencia de Occidente. y de Estados Unidos en particular.

Por lo demás, tampoco es despreciable el peso de la presencia militar soviética en las cercanías de las costas japonesas. una presencia que se acrecentaría con la buena disposición que hacia la URSS muestra Vietnam y, que ya le ha conducido a integrarse en el Comecon. Baste señalar que Vladivostok, próximo a Japón y a China, es el cuartel general de la flota soviética del Pacífico y que en el océano indico. la URSS tiene unos veinte navíos de guerra. Incluso los soviéticos querrían ocupar la antigua base de Estados Unidos en la bahía de Cam Ranh, en Vietnam. Es precisamente la potencial amenaza de la URSS, en particular en la isla de Hokkaido, en las Kuriles, en manos soviéticas desde 1945, la que ha puesto en movimiento la preocupación de ciertos sectores japoneses, frecuentemente de la extrema derecha, sobre el porvenir militar del país.

Recientemente, el general Hiroomi Hurisu, jefe del Estado Mayor Conjunto, fue dimitido por exponer con claridad la posibilidad, más o menos real, de que el país interviniese con más decisión en su defensa militar. Con ello empieza a ponerse en cuestión la pieza maestra impuesta por los americanos para la pacificación de Japón y que consistió en el control civil de la defensa, así como en el mantenimiento de relativamente bajos niveles en los gastos bélicos. Pero tanto en el caso de Japón como en el de Alemania Federal el desarme total se ha mostrado utópico. incluso peligroso para la seguridad occidental. En la actualidad, Japón mantiene relaciones con la OTAN y con la excepción de China, es el país que más altos gastos militares tiene en Asia. Igualmente es importante su producción de armas, campo en el que la fantástica capacidad japonesa puede dar grandes sorpresas, caso de que el país se comprometa en el camino del rearme y de la vigilancia de su propia defensa.

Justamente a los 33 años del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki y del fracaso de la expansión imperialista japonesa, el país se preocupa sobremanera del abandono americano en la región, que, aunque negado por el presidente Carter y otros altos funcionarios, se evidencia en el caso del bastión anticomunista y norteamericano de Corea del Sur. Japón desconfia que de ahora en adelante la Séptima Flota sea capaz de defender su seguridad, y en ciertos círculos se estima que la evolución de la situación en Corea del Sur tiene un vital interés para Tokio. El abandono de Corea, al parecer previsto. para los años 80, desequilibraría la relación de fuerzas militares en la zona, además de plantear serias dudas sobre la estabilidad de su régimen político.

Nunca como en la actualidad se habían empleado palabras tan claras sobre un tema tradicionalmente escondido por la prudencia política de los Gobiernos de Tokio y la presión norteamericana. Y, sin embargo, hay toda una evolución en Japón que se inclina por el interés militar, lógico acompañamiento del auge industrial y de la fortaleza del yen. Ya no puede considerarse por más tiempo a Japón como una nación vencida, ni Estados Unidos puede por sí solo orientar el signo de las relaciones en la región. Otra cuestión será saber cuál será el destino por el que se orientará un Japón poderoso y totalmente recobrado de las duras heridas de la guerra.

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