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La operación Chrysler-Peugeot causa sorpresa en las finanzas internacionales

Tanto las autoridades españolas como los directivos de Chrysler España parece que han sido los últimos en enterarse de la operación entre Chrysler Corp. y SPA Peugeot-Citroën, por la que la empresa francesa adquiere el control de las filiales inglesa, francesa y española de la sociedad americana.. Los directivos de Chrysler España fueron informados hace muy pocos días y el Gobierno español tuvo conocimiento de la operación a primera hora del jueves, a través del presidente de Chrysler España, Estanislao Chaves.La postura del Gobierno español acerca de la operación será en principio de «cautela», mientras no se conozcan mayores detalles y concretamente qué planes de inversión y desarrollo se proyectan para Chrysler España en el inmediato futuro.

Los trabajadores de la compañía han permanecido aún más ignorantes de la operación, al igual que sus colegas franceses y británicos. UGT del metal -central minoritaria en Chrysler- ha difundido un comunicado protestando por la forma en que se ha producido la operación. En la nota exige garantías para los puestos de trabajo.

Chrysler España está en período veraniego y nada ha podido aclarar las demandas de EL PAIS sobre las perspectivas para la factoría. En Villaverde, la compañía americana, además de automóviles, tiene una producción de vehículos industriales pesados, que no parece claro el interés que pueda tener para Peugeot. En Villaverde se desarrollan también producciones y servicios de cierta importancia para el Ejército americano y material que procedente de éste ha pasado al Ejército español (carros de combate). Tampoco está claro qué va a pasar con estas líneas de actividad a medio plazo.

La salida de Chrysler de España y su sustitución por una compañía definidamente europea y ya instalada en nuestro país puede restar también posibles inversiones futuras. Pero todo esto son especulaciones que debe aclarar Peugeot-Citroën, que en todo el tema está permaneciendo en un prudente segundo y silencioso plano.

Toda la prensa francesa de ayer subrayó como un «acontecimiento nacional de alcance mundial» la compra de todas las sucursales europeas de Chrysler Corporation por parte del grupo francés PSA Peugeot-Citroën, que se convierte en el primer productor europeo de automóviles y el cuarto a escala mundial.

Del radical libertario Liberation al conservador Le Figaro, la noticia ocupó ayer todas las primeras páginas, cuando menos con titulares de tres columnas. Le Monde abría a tres columnas su primera página con la noticia, subrayando que «un grupo francés rivaliza con los grandes constructores americanos y japoneses».

Tras el orgullo nacionalista, todos los observadores subrayan los mismos aspectos de la operación: carácter perfectamente secreto que ha rodeado su consumación (considerada como una de las mayores que se han realizado jamás en Francia), las «reservas» con que ha sido acogida por el ministro de Industria inglés y el carácter de «consolidación» europea de Peugeot, cuya escalada en el ranking muncial se estima nada común.

Por su parte, Le Monde creía que la operación permitiría a Peugeot «reforzar su posición en España», «poner un pie en Inglaterra » y «disponer de unidades de producción repartidas en varios países europeos, privilegio que, hasta ahora, estaba reservado a las firmas americanas ».

El análisis de la operación es siempre único: las dificultades de Chrysler United Kingdom la inestabilidad de Chrysler Corporation (con un déficit durante el primer trimestre de este año de 6.400 millones de pesetas) y las necesidades de poderosas inversiones para reestructurar y reorientar la política industrial de la empresa se habla, incluso, de la necesidad de invertir siete mil quinientos millones de dólares) han forzado y hecho aconsejable esta venta, que al grupo americano le reportará, en efectivo, doscientos treinta millones de dólares (a invertir en la remodelación de la estrategia industrial de la Chrysler Corporation), y el control del 15 % del capital de Peugeot-Citroën

La familia Peugeot, consolidando de modo tan firme su implantación en Europa, ha debido aceptar una cierta disolución de su poder. Antes de la operación controlaba el 49 % del capital, y a partir de ahora sólo controlará el 42 %. Chrysler Corporation, por otra parte, continuará, cuando menos hasta 1980, asociada directamente a la gestión y los resultados de las tres sociedades europeas de Chrysler, en España, Francia e Inglaterra.

Las primeras reacciones de la Administración francesa, que deberá aprobar la operación, han sido «francamente favorables». Los medios industriales franceses, por el contrario, estiman que Inglaterra se detendrá «minuciosamente» en el estudio de las eventuales repercusiones nacionales de esta operación. Las primeras reacciones de Peugeot han sido manifestar que «en todo momento» la compañía «hará frente» a los compromisos laborales y financieros contraídos por Clarysler.

Los observadores franceses se congratulan subrayando que «raramente» se habrá producido una ascensión tan «espectacular» y «fulminante» en el mundo industrial, como en el caso Peugeot, que, en cuatro años, ha pasado de «segundón» en el marco de la producción nacional a ser el cuarto productor mundial de automóviles.

Recelo y sorpresa en Gran Bretaña

El Gobierno británico estaría dispuesto a impedir la operación si la compañía francesa no otorga firmes garantías sobre la continuidad de las plantas de Chrysler en el Reino Unido y el pleno empleo de su mano de obra actual. Parece que, en cualquier caso, ninguna decisión será tomada hasta pasadas algunas semanas. La noticia sólo fue conocida por el ministro de Industria británico el lunes cuando recibió la visita personal del presidente de la firma norteamericana. En junio pasado, el señor Varley anunciaba en el Parlamento la renegociación del acuerdo económico entre el Gobierno y la Chrysler británica, por el que se concedían a la empresa americana importantes ayudas financieras.

El consentimiento de la Administración es imprescindible para que la compra pueda efectuarse en Gran Bretaña. Chrysler Gran Bretaña fue salvada de la bancarrota en este país hace dos años y medio, gracias a una operación de rescate que todavía continúa y que supone más de 160 millones de libras de los contribuyentes. Entonces se firmó un acuerdo por el que la compañía norteamericana se comprometió a no disponer de sus intereses en el Reino Unido sin el previo consentimiento del Gobierno.

La única vía efectiva, sin embargo, de que dispone Londres para bloquear el acuerdo franco- norteamericano es la nacionalización de la Chrysler en el Reino Unido, movimiento más que improbable habida cuenta su volumen económico y la crisis crónica de la industria automovilística británica y su más que dudoso futuro en un mercado continental dominado por media docena de compañías. Los «cerebros» del departamento de Industria evalúan ahora mismo, sobre todo, los efectos de la fusión Peugeot-Citroën-Chrysler sobre la British Leyland, en la que el Estado ha enterrado ya más de ochocientos millones de libras (unos 120.000 millones de pesetas).

Chrysler tiene cuatro plantas en el Reino Unido que dan trabajo a unas 23.000 personas. La compañía perdió 43 millones de libras en 1976, veintiuno el año pasado y más de cincuenta en el primer semestre de 1978.

Gobierno y sindicatos temen que el primer movimiento de los futuros propietarios sea cerrar plantas con inveterada tradición de pérdidas.

La compra de la Chrysler en Europa, que no dejará de tener repercusiones políticas en Gran Bretaña, centradas sobre todo en la estrategia industrial del Gobierno, ha conmovido hasta los cimientos el mundo económico y laboral.

Representantes de los trabajadores afectados convocaron ayer una conferencia sindical nacional para discutir las implicaciones de esta operación entre multinacionales. Los optimistas ven un trabajo más estable en el futuro, otros señalan la amenaza de despidos en masa y la frialdad con que las grandes compañías toman sus decisiones, ajenas a todo control y marginando los intereses de sus miles de empleados.

Jean Paul Parayre

Presidente director de Peugeot Citroën. 41 años, ingeniero de caminos, casado y con cuatro hijos. Trabajó en autopistas entre 1963 y 67. Posteriormente, se incorporó a distintos puestos en la Administración, vinculados a industria electrónica y mecánica. Entre 1971 y 74 fue administrador de Renault -empresa nacional- para incorporarse en octubre de 1974 a Peugeot.

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