Tres enfoques diferentes en la "cumbre" de Bonn para superar la crisis económica de Occidente
París, noviembre de 1975; Puerto Rico, junio de 1976; Londres, mayo de 1977, y, ahora, Bonn, son las cuatro citas al más alto nivel (jefes de Estado o de Gobierno) de las siete primeras potencias del mundo capitalista (Estados Unidos, Canadá, Japón, RF de Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia) donde se discute un mismo tema: ¿Cómo superar la más grave crisis socioeconómica occidental de la posguerra? Reactivar el crecimiento económico, sin reavivar la inflación, ordenar los cursos monetarios, limitar el consumo energético, vencer las tentaciones comerciales proteccionistas y ayudar a los países en vías de desarrollo, son los capítulos que, en sus múltiples versiones, vuelven cada vez a las reuniones en la cumbre de los dirigentes de los países desarrollados del bloque occidental.
Varios factores, entre ellos el acuerdo de casi todos los países de la CEE en el sector monetario, en el último Consejo Europeo celebrado la semana pasada, en Bremen, obligan a pensar que la cumbre de este domingo y lunes en Bonn será, quizá, más positiva que las anteriores. Sin embargo, no puede ocultarse que, tanto la realidad económica como la concepción de soluciones para los problemas, son muy distintas entre los siete participantes. A lo sumo puede hablarse de tres frentes: América del Norte, Japón y Europa.Ante la disparidad de situación monetaria, superávit o déficit de balanza de pagos, dependencia energética o -punto clave para Europa- dependencia defensiva, un factor común une a los siete grandes del encuentro en la capital de la RF de Alemania: más de diecisiete millones de parados víctimas directas de una economía basada en conceptos de crecimiento permanente.
Las posturas nacionales en la cumbre de Bonn, según temas, pueden resumirse en los siguientes aspectos:
Reactivación económica
Estados Unidos, con un crecimiento medio en 1978 del 6 %, quiere que la RF de Alemania y Japón reactiven su crecimiento económico. Sólo Tokio responde afirmativamente, con promesas de crecimiento del 7 % para 1979, mientras Bonn se mantiene en una discreta postura de no compromiso en cuanto a cifras. Un promedio de crecimiento del 4,5 % en 1979 debería ser el «mínimo» para reabsorber parcialmente el paro, según la mayoría de expertos económicos.
Política monetaria
Los europeos se presentan como el bloque fuerte en la cumbre de Bonn, con su proyecto definido en Bremen de creación de un Sistema Monetario Europeo, destinado a defenderse ante el dólar. A primera vista las reacciones de Washington y Tokio son favorables. En el banquillo de los acusados, en el capítulo monetario, figurará el presidente Carter por su política de no intervención en el sostén de la cotización del dólar. Tokio recordará su esfuerzo suplementario estos últimos meses con la elevada revaluación del yen frente al dólar (más del 20 % en un año). Saldrán a relucir las enormes disparidades de salud de las balanzas de pagos - y su incidencia para la estabilidad monetaria -, cuyos polos opuestos son Estados Unidos, con un déficit de 25.000 millones de dólares, y Japón, con un superávit de 17.000 millones de dólares, ambas cifras como previsiones para el año en curso.
Energía
Todas las miradas se dirigirán, una vez más, hacia el presidente de Estados Unidos. Las críticas vendrán por la alegría política estadounidense de importación masiva de petróleo y las reservas del Congreso en aceptar un programa de racionalización energética. A pesar de que la debilidad del dólar se deba, en gran parte, al enorme gasto (45.000 millones de dólares anuales) de importaciones del «oro negro», es probable que Washington sea insensible a los argumentos y quejas de europeos y japoneses.¿No es mejor importar masivamente energía, pagada en dólares-papel y guardar las reservas propias, ante un peligro de aumento de precios o futuros embargos por parte de los países productores de petróleo de la OPEP? Hace un año, en la cumbre de Londres, Carter prometió limitar las importaciones de petróleo. La realidad de las cifras demuestran lo contrario. Ni Europa ni Japón, cuentan con reservas energéticas importantes.
Comercio
Las posibilidades del futuro acuerdo en el GATT de reducir aranceles, agrícolas e industriales, son, por el momento, teóricasLa realidad cotidiana impuesta por la crisis es que cada bando regatea en materia de liberalismo comercial. El primer ministro japonés, Fukuda, pasará en est ocasión al banquillo de los criticados, ante una balanza comercial positiva de más de 5.000 millones de dólares en su comercio con el Mercado Común, y por encima de los 7.000 millones de dólares con Estados Unidos Japón deberá entreabrir sus herméticas fronteras para la compra de productos europeos y americanos.
Ayuda al desarrollo
Una serie de gestos positivos pueden esperarse de la cumbre de Bonn. Desde préstamos a países en vías de desarrollo hasta proyectos para la continuidad de las negociaciones del diálogo Norte-Sur entre países ricos del hemisferio Norte y países pobres del hemisferio Sur. Diálogo que, hace un año, en París, terminó sin compromisos concretos para resolver la deuda exterior de los veinticinco países más pobres del planeta y la creación de un Fondo de Estabilización de Materias Primas que garantice un mínimo de recursos a los países del Tercer Mundo.Ante tal complejidad de problemas, cada participante (Carter, por Estados Unidos; Trudeau, por Canadá; Fukuda, por Japón; Schmidt, por la RF de Alemania; Giscard, por Francia; Callaghan, por Gran Bretaña, y Andreotti, por Italia) se esfuerza en precisar, horas antes de la apertura de la cumbre de Bonn, que no hay que esperar milagros.
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