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La CEE fotalece sus relaciones con el Tercer Mundo y los países socialistas

La gravedad de los últimos acontecimientos en Líbano ha sido ocasión de una primera toma de postura efectiva de la CEE hacia el exterior, dentro de la línea inaugurada en Bremen por los comunitarios.

El ministro Genscher, titular de la cartera de Asuntos Exteriores de la República Federal de Alemania, dio órdenes a su embajador en Beirut para que se presentase inmediatamente al presidente Sarkis y le expresase el criterio común de los países de la Comunidad Económica Europea en el sentido de urgir una solución pacífica en la zona. Con la misma urgencia han asumido ya sus funciones de «representantes diplomáticos de la Comunidad» los embajadores alemanes en Amman, Damasco, El Cairo y Tel-Aviv.El procedimiento no es nuevo, ciertamente, pero el nuevo dinamismo en un momento crítico para Oriente Próximo ha quedado reflejado ampliamente con carácter novedoso en el comunicado final de la cumbre de Bremen. El mismo estilo ha querido imprimirse a las relaciones de la Comunidad con el Tercer Mundo, especialmente con Africa. Se trata de potenciar las relaciones Norte-Sur en base a los acuerdos de Lomé e invitar a los países socialistas á participar en la promoción económica de los países menos favorecidos.

El viaje reciente del canciller Schmidt al continente negro se ofrece ahora como un primer paso hacia una valoración de la posición alemana como motor del convoy europeo en su trayectoria desde y hacia el Tercer Mundo. Los acuerdos de Bremen «también contemplan los intereses de los países en desarrollo, a efectos de garantizar mejor estos intereses».

A nadie se oculta que existe una velada alusión a la venta de tecnología europea, sobre todo alemana y fundamentalmente atómica.

El objetivo político tiene como fondo la competitividad del bloque socialista en la aspiración de ganar para su alianza a los efectivos o potenciales productores de materias primas. No en vano Africa ex portuguesa parece dispuesta a beneficiarse también de los acuerdos de Lomé, acuerdos que, según el Consejo de Europa, deberán renovarse para dotarles de mayor efectividad.

Como estímulo indirecto a los movimientos independentistas de Africa, los europeos han urgido, una vez más, a que Namibia y Zimbabwe «emprendan un proceso inmediato hacia su independencia en base a soluciones internacionales aceptables y negociadas».

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